Ni Tan Perra, Ni Tan Santa

Capítulo doce:

 Has hecho que sonría.

 

Odio las flores.

O tal vez en realidad odio el hecho de que jamás me han regalado una. Hasta hoy.

Hoy que un girasol ha aparecido en la puerta de mi casa con una sencilla nota, la cual recita: En mi cabeza hay miles de frases de amor, lamentablemente al tratar de plasmarlas en este papel ninguna de ellas logró fluir, B.

Reconozco que me ha gustado un poco el detalle, a fin de cuentas soy una chica y como tal a veces anhelo que me regalen cosas cursis como rosas, chocolates y hasta lindos peluches de felpas que pueden llegar a acelerar mi corazón. No obstante, termino riendo porque hubiera sido más romántico comprar la flor y no haberla arrancado del jardín de mi abuela.

Sé que hay infinidades de girasoles en el mundo y mi casa no ha de ser la única donde haya de ellos, por eso creí poco probable que la flor que ahora tengo en mis manos se tratara de una de las que con tanto amor riega mi abuela, pero cuando mi mirada recayó en el jardín fue inevitable no darme cuenta que uno había sido arrancado, aunque eso no significaba que fuera la misma. Igualmente, no es como si las hubiese marcado para reconocerlas pero digamos que me dio por dármelas de detective y cuando decidí unir las partes terminaron coincidiendo.

Ahora tendría que activar mi modo stalker en la vida real y descubrir quién es el chico anónimo, hasta siento la adrenalina recorrer mi cuerpo con el mero pensamiento. También ruego porque mi abuela no se entere porque entonces al pobre le irá mal por haber hecho un acto como ese con sus flores.

Mientras camino hacia la casa de Vanessa — luego de haber depositado la flor en una mesa y guardar la nota en uno de los bolsillos traseros de mi jeans— pienso en quién puede ser. 

Aunque no puedo dar todo por hecho, tengo la intuición que no ha de ser algún chico del barrio porque todos saben cómo es mi abuela y que con sus flores nadie se mete porque terminarán en serios problemas. Entonces llego a dos locas conclusiones: Sean y Evan, pero eso es tan absurdo. 

Sean ni en mis más locos sueños me ha regalado algo, por eso es poco probable que en la vida real lo haga, por lo menos no en estos momentos en que su corazón y su tiempo son para otra. Evan por su parte no me ha vuelto a enviar un mensaje desde lo sucedido con la pelinegra, lo cual me da por pensar que se ha decepcionado de quien soy en realidad, así que esa idea es igual de tonta que la anterior

Entonces la conclusión más acertada es que estoy como en un principio, sin tener una leve sospecha de quién puede tratarse.

Gran incógnita.

En los escalones afuera de su casa se encuentra el hermano pequeño de Vanessa, o no tan pequeño porque no se puede considerar de esa manera a un chico quien con apenas diecisiete años de edad es realmente alto y posee un cuerpo digno de un modelo de comercial. Es enserio, el chico es hermoso.

— Hola Jerome — saludo apenas llego a él.

Todo lo que recibo de su parte es un asentimiento de cabeza antes de verlo levantarse y perderse entre las calles. He sido ignorada por él nuevamente.

Si no fuera porque lo conocía prácticamente desde que nació me hubiera dado por pensar que al chico le desagrado pero ese no es el caso, solo tiene un serio problema para socializar. 

Como no me cae muy bien su madre la culpa se la atribuyo a ella quien no permite que interactúe con los demás y eso ha creado inseguridades en él. Lo más probable es que ella no sea la razón, pero como la odio un poco me permitiré culparla.

Y hablando de la reina de Roma, el ogro de cabellera negra quien lleva el título de madre de los hermanos Willson abre la puerta apenas toco e igualmente la cierra en mi cara apenas me ve. Esto de estar lanzándome puertas se está haciendo una costumbre.

No me queda de otra más que seguir tocando hasta que ella finalmente se cansa y vuelve abrir la puerta, solo que esta vez no le doy tiempo siquiera de hablar cuando la empujo y paso sin permiso alguno. Tal vez estoy siendo irrespetuosa pero Ebba saca lo peor de las personas y yo no soy la excepción. Escucho sus gritos mientras subo la escalera pero no le tomo la mayor importancia.

La habitación de Vanessa es un completo asco cuando llego a ella, no solo unas cuantas prendas íntimas sino también restos de comida se halla regado por cualquier parte donde decida poner un pies. Cuando tenga algo para votar no dudaré de traerlo para este basurero.

Ahora, la peor decoración en el lugar es la misma dueña que se encuentra con su cuerpo recostado de su cama pero con su cabeza colgando fuera de la misma y pareciendo una indigente con la vieja pijama que lleva puesta y el nido de pájaros que es su cabello en estos momentos.

—  ¿Motivo de tu estado deplorable? — no responde a mi pregunta, solo abre sus ojos por unos segundos y así mismo los cierra.



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En el texto hay: juventud, desamor, amor

Editado: 05.07.2019

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