Disfrutar también es parte de la vida.
Estaba llorando.
No puedo evitar hacerlo ante los recuerdos que deseo reprimir del día de hoy, y es que el hecho de que mi madre no recuerde prácticamente nada sobre mi y que defienda a alguien que no soy yo duele.
Escucho a mi abuela llamar mi nombre desde el primer piso, pero no tengo ánimos de saber el porqué de su llamado; en cambio, me quedo contemplando la desolada noche en la azotea de mi casa.
Desde que llegué lo único que dije cuando mi abuela me preguntó cómo había ido todo, fue: muy bien, por supuesto ella no me creyó nada, pero agradezco que no haya insistido y me haya dado mi espacio aunque sea dejándome subir a la azotea; sentarme en el piso de ésta y hablar sola de vez en cuando.
Seco mis lágrimas con el dorso de mi mano cuando la puerta se abre, pero no es mi abuela sino el chico quien presenció todo el día de hoy.
Me parece estúpido verlo caminando cuidadosamente para llegar a mi; su cerebro capaz e ideó el plan de asustarme, pero con lo que no cuenta es que estoy viendo cada movimiento suyo a través del espejo roto que se haya frente a mi y el cual yo misma rompí al lanzar un tacón que dio a parar justo en el. Camina inclinado hacia donde estoy y cuando creo que está lo suficientemente cerca giro mi rostro.
— ¡Booooo!— termino siendo yo quien lo asusta y rio cuando de la impresión cae de culo en el suelo.
— ¿Cómo sabías que había alguien detrás de ti? — pregunta aun tirado en el suelo; no me queda de otra más que señalar hacia el espejo— Por un momento pensé que eras bruja.— su comentario me hace reír un poco.
Evan es lo suficientemente atrevido para sentarse detrás de mi; posicionar sus piernas a cada lado de mis caderas y hacer que sus manos rodeen mi cintura. Ya estaba tan acostumbrada a su dosis de desfachatez que no me sorprende ya nada que venga de él.
— ¿Estás bien?— pregunta, jugando con mis manos.
Todo lo que hago es asentir, pero me da alivio saber que alguien se preocupa por mi. Ciertamente cuando sucede una situación como la de hoy la primera pregunta que esperas es la dicha por Evan y no qué había pasado como lo hizo Sean y hasta mi propia abuela.
— ¿Qué le sucedió a tu mano?— veo hacia esa parte y sonrío viéndola vendada.
— Solo tengo unos aruños, pero alguien con complejo de doctor fue tan dramático como para vendarla.— solo recibo un "Mmm" de su parte— ¿Desde qué minuto viste la escena que hice en el restaurante?
— Desde la parte que te creíste Mayweather y tu puño voló al rostro de aquella chica.
— ¿Y aún así estás aquí?, ¿No estás decepcionado de mi?— pregunto mirándolo.
— ¿Por qué estaría decepcionado de ti? En una historia siempre hay dos o inclusive más versiones. Escuché la de ella y no pareció muy creíble, pues aseguró que solo estaba llamando tu nombre y sin aviso alguno la golpeaste.
— Mentirosa.— mascullo mirando nuevamente hacia el frente — Eramos amigas, tal vez se debía a que ella entendía mis demonios y yo los de ella que nos llevábamos bien. Tarde me di cuenta que pese a tener todo siempre me envidió; cuando salíamos juntas a veces notaba comportamientos extraños hacia a mi, como decirme que me veía horrible con la ropa que llevaba puesta o queriendo dejarme en pena cuando salíamos en grupo y ella decía pagar todo por mi porque yo no tenía dinero.
>> No importaba realmente, porque después de todo ser pobre no es malo. Aunque siempre quise ir a conciertos y por ser los boletos muy caros me perdí los más importantes. A los 15 años aunque no era directioner quería ir a un concierto de la banda británica, mi abuela un día llegó con un boleto para ir a uno de sus conciertos en la ciudad.— rio al recordar esa anécdota — Estaba tan emocionada que fue cuando llegué al lugar donde se presentarían que me di cuenta que no se trataba de la banda británica sino de la estadounidense que comparte el mismo nombre. Igualmente me la pasé bien gritando como loca y coreando sus canciones aunque siquiera las conocía.
— Sé que no es el momento adecuado, pero permiteme que me ria.— maldito, él se está riendo desde hace rato.
— Adelante, ríete todo lo que quieras.— su risa se detiene cuando soy yo quien entrelazo mis dedos con los suyos; eso al parecer lo ha puesto nervioso.
>> Siguiendo con el tema, a veces la invitaba a casa. Después de pasados algunos días ella venía sin yo avisarle, pero no me tomaba en cuenta para sus planes e invitaba a mi madre a salir. Ya luego no vino sola sino con su padre y siempre que lo hacía era exactamente a la hora en que mi padre estaba trabajando. Semanas después retomó sus salidas conmigo pero yo no era tonta, sabía que su plan era que su padre y mi madre quedaran solos en casa y por eso la mayoría de las veces declinaba su oferta y terminaba echándola de casa, pero eso no impidió que siguiera viniendo.