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Anly gozaba de los rayos pegando a su rostro. Inclinaba la cabeza a un costado para que el sol le calentara la marca en su cuello y así dejara de sentir el cosquilleo que se esparcía por toda su espalda y se quedaba en su cadera. Suspiró demasiado aire, aspirando poco. Zed le acariciaba los dedos de las manos, los besaba e imitaba las expresiones en su rostro.
Anly hubiera reído si el dolor no estuviera plasmado en su rostro.
—No duele tanto —quiso convencer a su alfa y a sí misma—. Ya he pasado por esto... No duele tanto —volvió a decir, rodando los ojos cuando una contracción casi la hizo doblarse.
Más adelante, los cabellos casi blancos de Kerma se dejaban ver. Ella estuvo ansiosa cuando su madre se dobló en medio río, gritando por ayuda. Ahora, a la poca lejanía, ella parecía estar más tranquila. Anly se había preocupado más cuando la había visto llorar por ella, sabiendo que Kerma era muy difícil de demostrar sus emociones. Su pequeña cachorra, que se había aferrado a su mano cuando entró en labor de parto, con su mano libre secando sus lágrimas u gritando a todo pulmón que necesitaba a alguien que las ayudara.
Alguien interrumpió los pensamientos de Anly; una omega que le sonrió antes de alzar su vestido y verificar que ya estuviera dilatada. Asintió hacia alguien más, mientras que Anly tiraba su cabeza hacia el pecho de Zed.
—Vi a Kerma llorar —le contó con su respiración un poco acelerada. Zed no se vio sorprendido como la omega esperaba que se viera—. Mi pobre niña, pensó que me estaba pasando algo.
—Te está pasando algo —Zed le dijo con burla, señalando con su cabeza hacia sus piernas abiertas—. Ah, esa niña... —suspiró y negó—, ¿cuándo fue la última vez que lloró? ¿Cuando tenía unos cinco años, no?
Anly quiso encogerse de hombros, volviendo a sentir el mismo cosquilleo doloroso de antes. Esa vez, sí se dobló hacia adelante con sus manos apretando las de Zed. Se quejó alto, llamando la atención de quienes se paseaban por allí con sus canastas de comida o su ropa recién lavada.
—Anly —llamó la anciana, llegando con una sonrisa enorme que dejaba ver la falta de dientes en su boca. Kerma una vez le había preguntado qué le había sucedido, despertando al día siguiente con un espacio donde debería de haber estado uno de sus dientes de leche. Zed había reído y Anly simplemente se había acariciado su panza enorme con cansancio-. Omega, me han contado que ya estás totalmente abierta para parir a tu cachorro.
Anly asintió, volviendo a recostarse en el pecho de su alfa, que hundió su rostro en donde estaba la marca de unión para limpiarla y tratar de relajar un poco a la omega.
—Llegas tarde —Anly apretó los dedos de sus pies, dejando que la anciana también alzara su vestido y viera entre sus piernas—. Quiero algo para el dolor.
La anciana rió, sacudiendo su cabeza, donde llevaba amarrado su cabello plateado con una cuerda tan gruesa que se veía más que su propio cabello.
—Las y los omegas siempre exigen cosas cuando están pariendo. —Chasqueó su lengua, sentándose mejor frente a Anly, que rodó los ojos-. Siempre piden cosas innecesarias. Una vez, un omega me pidió que lo llevara a la montaña más alta para que su hijo pudiera tener mejor aire en sus pulmones.
Sólo Zed rió, Anly volviendo a quejarse.
—Mira el Sol —La anciana alzó su rostro hacia el cielo, mirada fija hacia arriba—, tan hermoso, tan vivo y libre... ¿Ya agradeciste por eso? —La omega asintió—. Muy bien, porque si no lo hubieras hecho, tu próximo hijo hubiera nacido rodeado de oscuridad. Ya viste al cachorro de Selez, tan malvado que tiró al hijo de Juby de un árbol.
Anly asintió muchas veces, llenado sus mejillas de aire y soltándolo con fuerza.
—¿Por qué...? ¿Por qué no me estás ayudando? —Sus ojos se le llenaron de lágrimas, y la anciana sonrió de lado ante eso.
—Omega —dijo lentamente y con calma reflejada en su cuerpo y rostro—, sólo estoy aquí para ayudarte si algo se complica. Los omegas son fuertes y valiosos por su inteligencia y coraje... También por traer vida, pero eso no es lo principal.
—¡Al punto! —Anly exclamó, estrujando la mano de su alfa que se quejó a sus espaldas.
—Lo que quiero decir es que el cuerpo de un omega es tan sabio que sabrá cuando pujar. —Ella colocó una mano sobre su vientre, haciendo que la omega se queje.
Antes de que la omega pudiera contestar, pujó. Pujó fuerte con su piel erizándose en el proceso.
—No tengas miedo —le susurró la mujer entre sus piernas. Dejó de tocar su vientre, llevando ambas manos al interior de la falda de Anly—, sigue pujando cuando quieras. Casi puedo su cabeza...
—¿De qué color es?
Anly giró su rostro y le dedicó una mala mirada a su alfa. Sin embargo, la anciana se inclinó más cerca para averiguarlo.
—Es moreno —les informó. Se separó y le sonrió a Zed—. Por fin uno de tus hijos llevará algo tuyo.
Anly seguía pujando, casi moliendo sus dientes y dejando sin circulación de sangre a los dedos de Zed, que ya había dejado de quejarse. Anly realmente estaba agradecida, pero el sol le quemaba el rostro y el sudor que provocaba sólo lo hacía peor. Pensó que todo acabaría cuando la anciana volvió a inclinarse hacia ella, poco llegando a que su rostro no se viera por encima del vestido de Anly.
—Algo anda mal —anunció con simpleza. Y la sangre de Anly se heló en ese momento—. El cachorro se devolvió.
—¿Qué...? —Anly se quejó, no pudiendo evitarlo y volviendo a pujar. La anciana se colocó de pie enseguida, rostro serio y frente fruncida.
—¿Es posible? —Zed preguntó, siendo ignorado.
La anciana colocó otra vez su mano sobre el estómago de la omega, hundiendo sus manos con fuerza. Anly soltó un fuerte grito, chillando y quejándose.
—Está bien —la anciana le dijo, siguiendo con la presión en su panza—, sigue pujando o se irá por sus alas de ángel.