La tradicional fiesta de despedida de octavo hacia noveno grado se hizo el lunes cinco de noviembre en una de las instalaciones de pizzerías de Pizza Hut.
Por qué no llamar a todo esto "El principio del Fin".
Casi "Iniciando de nuevo".
Demasiado dramatismo para una simple despedida, cuando aún quedaba una larga semana de estudios.
Lo sé.
Pero... No puedo evitar ser dramática, ni un solo segundo.
Días antes nos entregaron una invitación bastante simple pero hermosa, color azul sellada con un birrete de foami negro. La cual atesoré por semanas; solo para que el mismo día del evento la terminara perdiendo en el lugar al que nos llevaron.
¡Desgracia mía!
La subdirectora nos pidió encarecidamente que nos comportamos: —Como la gente —dijo ella— yo no voy a llevar animales, voy con estudiantes. Y quiero que se comporten —soltó, con el mayor énfasis—. Van formales... Así bien elegantes. Las niñas con vestido LARGO, NO ESCOTADO... —ordenó haciendo un enorme hincapié, con la seriedad que parecía estar gravada en las facciones de su rostro y la amargura que destilaba toda ella.
Esas mismas indicaciones fueron las mismas que la mayoría de las señoritas ignoraron. Fueron como ellas querían sin que les importara lo que la subdirectora Isabel Alemán hubiese ordenado de modo imperativo.
—Me vale verga*, yo voy a ir como yo quiero.
Recuerdo a una de mis compañeras decir. Yo por el contrario, no sé si porque yo quería o porque mi tía y mi abuela me dijeron, si cumplí las indicaciones.
El vestido mi tía lo escogió y según ella era el más apropiado, decente y elegante. A mí francamente me daba igual si usaba ese vestido o usaba uno más cómodo, práctico y sencillo; al final de cuentas ni siquiera tenía ganas de ir.
Mi vestido era abajo de la rodilla, en ninguna parte se tallaba a mi cuerpo, no era nada de escotado, la tela era de bordado suizo color negro con fondo gris y desmangado. A pesar de mi vestido ser así la subdirectora me miró con desaprobación y viéndome precisa y explícitamente sólo a mí exclamó: —Qué barbaridad nadie pudo cumplir las indicaciones. Sólo porque todo ya está pagado los voy a llevar, no porque ni se lo merecen.
No sabía; y creo que nunca iba a saber la razón del maldito enojo de esa señora contra mí, no sabía que le había hecho, no entendía porque me despreciaba tanto y ya me había formado a la idea de que siempre iba a ser digna de su rechazo e indigna de su aprobación.
Traté de que su comentario no me afectará y al final de cuentas creo que ni siquiera llegó a importarme; o al menos esa fue la mentira que quise creer.
¿Cómo iban las demás? Pues algunas iban con vestidos demasiado ajustados, otras con escotes medio extravagantes, y a algunas más el vestido les llegaba mucho más arriba de la rodilla. Julieta y su copia barata Lilo iban con el mismo vestido ocre de cuello manga larga arriba de la rodilla muy entallado a la silueta de Polly y a los huesos de Julieta.
—Esa vieja culera siempre se la pasa enojada —saltó Laila a un lado mío y Zyan, al otro lado, concordó con ella.
Me dije a mi misma que me importaba poco, nada incluso; pero muy adentro sabía que me importaba mucho. No obstante, ya no estaba interesada en lo más mínimo de ganarme la aceptación de Isabel Alemán, eso sí que ya no me interesaba siquiera.
Se podía ir a la mierda si así lo quería.
Hace muchos años como en séptimo cuando esa "señora" había sido la orientadora de nosotros, me había hecho de cuadros la vida. Siempre poniéndome a la sombra de mi mejor amigo, haciéndome sentir menos que la nada, desvalorando mi trabajo. Ese año intente ser mejor que nadie casi la primera mitad, hacia todo impecable, me esforzaba por tener todo y entregarlo lo mejor posible. Empecé, incluso, a ver un enemigo adonde antes veía un amigo, hasta que entendí lo más importante sin que nadie me lo hubiera dicho o enseñando, antes.
"Uno no va a agradarle a todos los que nos conozcan y menos se va a ser mejor que todos los que nos rodean."
Si él era mejor, pues bien. Si la subdirectora desvaloraba mi trabajo, perfecto; deje de verle el problema y deje que las piezas se embonaran como tenía que ser. Mi familia comenzó a restregarme en la cara que él era mejor que yo, que era justo que la subdirectora lo pusiera sobre mí... Yo por el contrario, sabía que estaba trabajando a media neurona y aunque me molestaba que lo dijeran, me mostré siempre indiferente. Con que yo supiera que era capaz, me bastaba aunque nadie más lo creyera.
Desde entonces no volví a intentar ser mejor que alguien, eso dejo de estresarme; me importaba ser mejor que yo, eso era lo más sano, ser cada día mejor de lo que era antes.
Creo que eso fue una buena lección que esa despreciable mujer me obligó a entender por mis medios.
Estábamos esperando a que nos fueran a traer e irnos al local, Lucas estaba por el portón hablando con Shane; lo vi desde que entró, mi tía quien también estaba con nosotros me avisó de su presencia a unos escasos pasos de nosotros, le presté suma atención al hecho de que me pasara de largo y aún más que ni siquiera me saludara.
Laila y Zyan estaban conmigo, uno a cada lado mío. Laila hablando a más no poder, yo fingiendo prestarle atención, creo que el hecho que se hubiera ido a sentar a mi lado luego de que el intento fallido de puticlub la ignorara me molestó. Como siempre era la única que no la trataba mal ni la discriminaba o hacía aun lado; aun cuando todo el mundo la había tildado de boca floja, y yo misma había comprobado que era bastante chismosa, aún no entendía cómo era que le hacía para saber todo de todos, creo que la carrera de comunicaciones le hubiese sentado bien. Era por todo eso que nadie la aceptaba del todo.
A mi sinceramente, me molestaba que la hicieran a un lado, conmigo hacían igual o peor, era por eso mismo que yo me esforzaba por aceptarla o al menos tratarla con educación para que no se sintiera igual de mal como los demás nos hacían sentir.