No Apto para menores

Capítulo Veintiuno

Exactamente pasaron cinco días desde la última vez que hablé con Laín y desde que le conté toda la historia a Lis, en ese tiempo mi vida literalmente volvió a la normalidad. Laín no se presentó en la escuela, ni me mandó ningún mensaje, era prácticamente como si no hubiera existido.

Pero claro, no todo en la vida es color de rosa, pues en la tarde mientras hacía tarea me llegó un mensaje de él.

<< ¿Me extrañaste?>>

 

<< Ay no, pensé que al fin te habías desaparecido>>

 

<<Eso es algo que no sucederá...al menos no por ahora ;) >>

 

No respondí su mensaje, así que volvió a enviar otro.

 

<< Sofí no me dejes en visto, van días que me alejo de ti y recibo vistos de tu parte, eso parte mi corazón </3 >>

<< Usa pegamento para que pegues ese corazón. Dime qué cosa quieres ahora>>

 

<<Solo te aviso que hoy es el gran día>>

 

<< ¿El gran día? ¿A qué te refieres?

 

<<Tú, yo, tu cama y una colcha calentita>>

 

Lo que no tenía contemplado es que por más que a mi madre le agradara Laín estaba segura que no permitiría que lo metiera a mi habitación, no podía entrar por la puerta principal sin levantar sospechas, no quedaba más remedio si quería entrar debía hacerlo por otro lado.

<< A las once te espero, tendrás que entrar por la ventana>>

 

Sin leer la respuesta que me envió dejé el celular de lado todo el día, terminé de hacer la tarea y luego cené, me metí a bañar y al salir me puse a ver una serie. Sin percatarme la hora el celular empezó a vibrar lo agarré y vi los mensajes de Laín.

<< Ya estoy aquí afuera, ¿cómo pretendes que suba?>>

 

<< Bueno ese no es mi problema>>

 

<<Sabes que puedo morir si me llego a caer>>

 

<<No seas dramático Laín>>

 

<<Okey no moriría, pero si podría quebrarme algo pequeña>>

 

<< Y te repito, ese no es mi problema>>

 

<<Aquí voy>>

 

Después de varios minutos entró por la ventana como si nada, era más hábil de lo que esperaba, parecía un ninja, no había hecho ruido alguno por suerte. Cerré la puerta de mi habitación con seguro mientras veía como Laín se paseaba viendo lo que estaba en mi cuarto.

— ¿Vienes a dormir o a husmear? —pregunté molesta.

— Ambas cosas pequeña. —respondió sin más. —¿Ya lo leíste? —preguntó tomando el libro de mi escritorio.

Negué.

 

— Lo quería leer en vacaciones, pero alguien arruinó mi plan.

— Deberías darte prisa y leerlo está muy bueno. —dijo dedicándome una sonrisa. Que sin vergüenza.

Unos segundos después me preguntó.

 

— ¿Dormirás vestida?

— Obvio, me pondré un pijama.

— Yo duermo desnudo Sofí —dijo sentándose en la cama mientras se quitaba los zapatos.

— ¿Qué? —pregunté exaltada.

— Así como lo escuchas. —repitió. —D-e-s-n-u-d-o.—deletreo lentamente.

 

Tragué saliva cuando vi que empezó a quitarse la ropa quedando simplemente en bóxer.

— Al menos déjate la playera, no es una playa nudista. —dije poniendo las manos en la cintura.

— Tus ojos no soportan tanta perfección eh. —respondió colocándosela de nuevo.

— Se vale soñar Laín. —dije mientras deshacía la cama, el tipo sí que tenía un ego enorme. —Dormirás de ese lado y no puedes pasarte a este. —dividí el espacio colocando una almohada entre ambos.

Laín asintió, cogí mi ropa para salir al baño a cambiarme, en el camino me topé con mi madre.

— ¿Todo bien Sofí? —preguntó entrecerrando los ojos.

— Si mamá.

— Bueno, buenas noches hija.—dijo metiéndose a su cuarto y cerrando la puerta.

 

Entre rápidamente al baño y en cuando regresé a la habitación Laín ya estaba acostado, me miró fijamente y empezó a reír.

— Pijama de unicornios...¿en serio Sofí? Esperaba algo más sexy, esa cosa es mata pasiones.

— Cierra la boca.—dije mientras me metía a la cama y apagaba la luz. —Buenas noches Laín.

— Buenas noches pequeña.

 

Estábamos Laín y yo sentando leyendo juntos de nuevo, este me besaba el cuello y me susurraba cosas al oído, de un momento a otro estaba encima de mí, yo correspondía en totalidad sus besos, la ropa poco a poco iba desapareciendo.

— No te dolerá pequeña, confía en mí.

 

Justo en ese momento la alarma sonó, Laín estaba a mis espaldas abrazándome, me exalté cuando sentí un bulto en mi trasero, mi mente poco a poco iba quedando en blanco, esperaba que aquello no fuera lo que estaba imaginándome, giré la cabeza y mire bajo las colchas, para mi desgracia si era lo que pensaba...Laín tenía una erección.

Rápidamente me levanté y le lancé a la cabeza el primero objeto que encontré, este somnoliento abrió los ojos y me frunció el ceño.

— Hubiera sido mejor un beso de buenos días ¿no te parece? —guardó silencio y me miró. —¿por qué estas roja Sofí? —preguntó mientras se sentaba en la cama.

— Eres un gran pervertido —dije señalando a su amiguito. Laín bajó la mirada y se encogió de hombros.

— Es algo normal pequeña, por las mañanas amanece así, no es mi culpa, a todos los chicos nos pasa.

Tomé suficiente aire y señalando la ventana le dije.

 

— Largo de aquí.

— Oh tienes que estar bromeando...¿bromeas cierto?—preguntó levantando la ceja.—¿No pretendes que me vaya así? — dijo señalando.

— Mi madre vendrá en cualquier momento, no te puede ver aquí y menos en ese estado. Me causarías muchos problemas.



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En el texto hay: romance juvenil, secretos, apuestas

Editado: 23.02.2020

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