No dejes de buscarme

Capítulo dos: el renacer

El frío recorre mi cuerpo mientras aún permanezco con los ojos cerrados.

Lentamente abro mis ojos para encontrarme con una noche oscura. Me estremezco cuando veo las ramas de los árboles inclinarse hacia mi, obligándome a sentarme de golpe.

¿Dónde estoy?

Miro a mi alrededor pero estoy sola. Frunzo el ceño porque no logro explicar que hacía allí o cómo he llegado. Tengo que entornar los ojos para tratar de ver a través de la penumbra y no puedo evitar sentir un escalofrío recorrer toda mi columna.

Únicamente durante mi niñez le he temido a la oscuridad sin embargo, estando aquí expuesta, sin saber qué ha pasado me hace sentir vulnerable y no puedo evitar sentir algo de temor ante esta noche oscura y sin estrellas. Puede albergar cualquier peligro.

Los nervios me invaden, alterando mi respiración y mis sentidos. Entre la confusión y el miedo de estar sola en este lugar hace que me cueste pensar con racionalidad.

Despacio me incorporo y tengo que cerrar los ojos nuevamente.

Mi cuerpo se siente pesado.

No se por cuánto tiempo estuve en el césped durmiendo pero sé que no hubo calidad de sueño porque tengo esta sensación de que me muevo en cámara lenta y que mi cuerpo le cuesta seguir los mandatos de mi cerebro.

Como si tuviera cierta clase de letargo.

—¿Hola?

Mientras espero una respuesta, me llevo las manos a mi rostro y estrujo un poco la cuenca de mis ojos en un intento por espabilarme.

¿Qué diablos me pasa?

Me siento tan aturdida que incluso considero volver a recostarme en el césped. Pero no es una posibilidad en estos momentos, necesito saber qué estoy haciendo aquí.

Por más que intento recordar los acontecimientos anteriores es como si una nube densa estorbara en mi memoria. Trato de pensar que hice durante el día para acabar en esta situación pero mi cerebro simplemente se niega a cooperar.

Escucho un ruido y giro la cabeza bruscamente en su dirección.

—¿Hay alguien ahí?

Siento todo mi cuerpo tensarse cuando los ruidos continúan escuchándose a la vez que un arbusto se remueve. A pesar de estar en un estado de pesadez, mi cuerpo aún es capaz de reaccionar ante el estado de vigilia así que adopto una posición de sigilo mientras me acerco con cuidado.

Mi pie choca con una superficie dura. Al bajar la mirada noto una piedra de un tamaño apropiado y la tomo para lanzarla en dirección a los ruidos extraños.

Sé que estoy en una posición complicada. Estoy arriesgándome a toparme con un psicópata, un asesino o algo peor. Pero estoy determinada a salir de aquí.

—¡Mierda! —grito cubriendo mi cabeza con las manos, al mismo tiempo que un ave grande, tan negra como la noche sale volando con estruendo del lugar.

Exhalo con fuerza con una mano sobre mi pecho. Al alzar la vista de nuevo puedo ver a lo lejos una pequeña luz y no lo pienso dos veces antes de correr en su dirección.

O eso intento.

Aún estoy totalmente confundida y mientras avanzo puedo notar la torpeza de mis movimientos. De modo que la caminata se me hace eterna y todo el tiempo me tropezaba al asustarme con las ramas que crujían a mis pies. O el sonido que emitían los animales que habitaban en este lugar.

Cuando por fin llegué me encontré con la luz de la farola. Me detuve bajo la misma, era el único rayo de luz en medio de toda esta oscuridad y de cierta forma encontraba un consuelo en ella. Era un espacio en el que podía refugiarme mientras permanecía allí con la esperanza de que alguien pasara en su vehículo y me ayudara a volver a casa. Respiro sintiéndome aliviada, aunque no sé cómo había llegado, el hecho de pensar en volver me reconfortaba.

No se cuánto tiempo permanezco allí, pero no hay ningún rastro de un ser humano a parte de mí. El miedo amenaza con volver a apoderarse de mi cuerpo pero trato de mantener la cabeza fría y pensar con racionalidad.

¿Qué más puedo hacer?

Puedo caminar junto a la carretera hasta encontrar algún socorro. Quizás encontraría una gasolinera, tienda o algún hotel.

Me abrazo a mi misma evaluando mis opciones y sintiendo como un frío casi mortal recorre todo mi organismo. Debo irme de aquí pronto, no creo que pueda pasar la noche con estas temperaturas tan bajas.

Apenas doy el primer paso cuando siento una presión muy intensa sobre mi pecho, paralizándome al instante.

Cierro mis ojos con fuerza.

—¡Aahh!

Veo un árbol junto a la carretera y me acerco para apoyar mi espalda en el, mientras espero que el dolor aminore aunque sea un poco.

Es un dolor opresivo y constante que siento que impide que respire con normalidad. Es agobiante. Incluso más agobiante que la situación en la que estoy.

Bajo la mirada hasta mi pecho pero noto que no hay nada fuera de lo normal. Tan solo tengo aquella sensación dolorosa. Recuesto mi cabeza en el tronco, procurando mantener un control sobre mi respiración en un intento de pensar en algo más que el dolor.

En ese momento me sobresalto al sentir una vibración en mis pantalones.

¡Mi celular!

Me salta una notificación de Diego y le pincho al instante.

Pero justo cuando está por abrirse la notificación, la pantalla se apaga.

—No puede ser, no puede... —el teléfono se niega a responder. La batería está muerta al igual que mis esperanzas de salir de aquí.

La frustración y el miedo hacen su aparición provocando que las lágrimas desciendan por mis mejillas.

—¡Maldición! —sollozo luchando contra el impulso de lanzar mi teléfono contra el suelo.

Me cubro el rostro con las manos sofocando mis lamentos mientras lloro a todo pulmón. Tal vez si haya una manera de salir de aquí, pero ahora mismo no veo las opciones y eso me enfurece. Todas mis emociones están a flor de piel, desbordadas y sin nada que pueda remediarlo.

—Ayúdenme por favor —digo en un susurro—. Necesito ir a casa...



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En el texto hay: misterio, suspenso, paranormal

Editado: 16.07.2023

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