Claudia se miró al espejo, ajustando su corset negro en su vestido.
— No lo ajustes tanto, podrías acabar regurgitando todo lo que has comido desde que hemos llegado.
Claudia rodó los ojos, apretando más el corset, nuevamente, para disgusto de Terry empezó a hacer sonidos de vomitó con la lengua afuera, mientras simulaba que se estaba estrangulando.
— No es gracioso, Claudia Beatrice.
Claudia ahora empezó a simular que la estaban decapitando. Terry intento concentrarse en su lectura, pero los sonidos de vomitó y los alaridos de Claudia lo desconcentraban de su pequeño momento de paz.
— Te agradecería mucho que pudieras hacer silencio, ¿En mucho pedir un poco de paz?
La voz severa de Terry le dejó en claro a Claudia que no debía seguir faltándole el respeto a su Terry, a no ser que quisiera una reprimenda ejemplar, de esas que solo Terry sabía dar. Claudia rodó los ojos y acabo de vestirse.
— No entiendo cómo puedes leer eso, esos libros ni siquiera tienen dibujos, mucho menos diálogos y son supremamente anticuados.
— Para tú información, Claudia querida, los mejores libros del mundo no tienen diálogos o dibujos.
— ¿Cómo 120 días en Sodoma?
Terry se exaltó tanto que dejó caer unas cuantas gotas de su té en su traje color caramelo.
— ¡Por el amor a Félix! ¡Claudia! ¿Cómo te atreves a mencionar algo tan... impropio para una dama? Una jovencita de tú calibre no debería leer semejantes barbaridades.
Claudia abrazo a Terry por detrás y le dio un beso en la mejilla.
— Pero tú estás leyendo sobre Cristóbal Colón, que junto con miles de personas masacraron, violaron, robaron y esclavizaron a toda una cultura, ¿Por qué crees que odió tanto a los españoles y a los ingleses? No fueron conquistadores, fueron ladrones y violadores, Colón nunca descubrió América, América ya existía.
Terry asintió.
— Tienes razón, pero así de ignorantes eran las personas de aquella época, — Terry dejó su libro a un lado y tomó la taza té — pero tampoco tú pensamiento es muy adecuado, no puedes odiar a toda una nación simplemente por los errores de sus líderes anteriores. Siguiendo tú lógica, querida mía, deberíamos destruir el Vaticano, debido a los asesinatos en la inquisición.
Claudia caminó hacia la puerta y parpadeando coquetamente dijo:
— ¿Y crees que no quiero hacerlo? Voluntad me sobra, recursos son lo que me faltan.
— ¡No digas eso, niña! Es horrible que una señorita hablé de esa manera.
La discusión iba a prologarse, Claudia no estaba dispuesta a ceder y Terry no iba a soportar esa falta de respeto, sino hubiera sido porque Georgie llegó, seguramente habría corrido sangre aquella noche.
— Georgie, amigo querido, ¿Podrías decirle a esta niña que no vale la pena odiar a las personas por sus errores del pasado? ¡Más que nosotros somos de ascendencia inglesa!
Pero pronto la inquietud de Terry aumento al ver el rostro pálido de Georgie, que temblaba y se limpiaba con agilidad el sudor.
— ¿Georgie? ¿Estás bien? ¿Qué ha acontecido? No es luna llena, ¿O sí?
Terry le indico a Georgie que se sentará, para que así pudiera calmarse.
— No es eso, es...— Georgie frotó sus manos en su cara con ligera angustia — encontraron un cadáver en la cocina.
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No era un gato
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Claudia se mordió la punta del pulgar mientras observaba como los demás trabajadores limpiaban el desastre, ella al igual que otros huéspedes habían sido conmovidos por la necesidad de saber qué había pasado, el cadáver estaba en muy mal estado, con partes del cuerpo esparcidas por toda la cocina.
Claudia saco la lengua entre sus dedos, sonriendo de forma traviesa.
— Sin duda nadie querrá comer el buffet por un tiempo.
Terry se removió inquieto, alejándose de Georgie que se cubría la boca con firmeza.
— ¿Cómo sucedió tal calamidad?
— ¿Alguien lo mató?
— ¿Fue un accidente?
— ¿Qué sucedió?
Poco a poco la desesperación y el pánico lleno a los huéspedes.
— Si hay un asesino suelto, ¡Yo me voy!
Dijo un huésped, alejándose de la cocina.
— ¿Y cómo pretende hacerlo mí buen señor? — interrumpió Terry evitando que el hombre saliera de la cocina — Si mal no recuerdo estamos atrapados por una tormenta desde hace tres días, en peligro de tornado, por si no lo recordaban.
Toda la multitud quedó silenciada ante la verdad, estaban atrapados en aquel hotel, con algún asesino desquiciado acechando por ahí.
— ¿Puedo ver el cuerpo?
William se acercó junto a sus hijos, Marcus y Alizée, a la escena del crímen.
Los empleados negaron.
— No, no queremos perturbar más la escena del crímen, esto podría complicar el trabajo para las autoridades.
— ¿Y qué pretenden hacer con el cuerpo?
Terry reprendió a Claudia que sonreía y aplaudía alegremente, ignorando que están en presencia de un cadáver y de una posible escena del crimen.
— Lo vamos a guardar en el congelador, así se va a preservar el cuerpo.
— ¿Junto con toda la carne que comemos? — Marishka negó asqueada — no lo tomen a mal, pero sinceramente no quiero consumir carne humana pronto, estoy en dieta.
William bufó.
— Soy médico forense, podría ayudar con algo.
Los empleados asintieron, destapando nuevamente el cuerpo. Claudia se tapó la boca y Terry apartó la mirada, Alizée se sujeto contra la pared para no vomitar y Marcus solo hizo una mueca de asco: el cuerpo, que hacía tan solo horas ha fue un hombre estaba mutilado de formas inimaginables, tenía las extremidades machacadas al igual que la mitad del cuerpo y sus órganos se deslizaban por una apertura en el vientre.
— Dudo que esto fuera un asesinato, — William apartó un hueso del cuerpo — los huesos están rotos, demasiado rotos, a no ser que literalmente tengan una aplanadora aquí esto sería muy díficil de lograr, incluso con un mazo. ¿Cuándo fue la última vez que lo vieron con vida?
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Editado: 04.03.2021