No es lo que parece[completa]

Capítulo 10

Los días pasaban y Marcos no contestaba a mis mensajes. No paraba de preguntarle a Darío por él, pero tampoco sabía gran cosa. El jueves, cansada de la situación, decidí ir a su casa para hablar. De una manera u otra tenía que hacerle ver que todo había sido una mentira de Saúl. Perderle o no era secundario, pero que tuviera esa imagen de mi era lo que me dolía. 

Aparqué el coche y subí por las escaleras hasta llegar al piso de Darío. Creo que era la única vez que no maldecía el hecho de que no hubiera ascensor. Llamé al timbre y me abrió Darío con una amplia sonrisa. 

—Hola pequeña, ¿Cómo estás? —le dí un pequeño abrazo y me adelanté para entrar. 

—Bien cariño, está.. ¿Está Marcos? —dije casi susurrando. 

Él me agarró del brazo para guiarme al salón y nos sentamos en el sofá. 

—Sí, sí que está. No le he dicho que venías. —sacó unos vasos y los llenó de coca-cola. 

—¿Sigue enfadado, verdad? —pregunté con tristeza.

—Parece que si, es que, ¿Cómo se te ocurre liarte con Saúl? Después del pollo que te montó en el chiringuito tenías que haberlo mandado a la mierda.  —Me miró con cautela.

—Darío, no me he acostado con él. Ya no sé en qué idioma decirlo. —Ya estaba enfadada y no llevaba ni cinco minutos en esa casa. 

—Ah, yo pensaba que sí. Al menos eso me contó Marcos. 

—El capullo de Saúl se presentó en la heladería con unas bragas mías diciendo que había pasado la noche con él. Mira, no sé cómo han llegado esas bragas ahí. Quizá me las dejé algún sin darme cuenta, pero aún así intento recordarlo y no me viene a la cabeza que yo haya vuelto algún día a mi casa sin ropa interior. Ya sabes lo pija que soy para esas cosas. —Me acosté en su regazo y él me acarició el pelo. 

—Azukita, si tú me dices que eso no ha pasado, yo te creo. Además, sé que de nada te sirve mentirme a mí, y sobre todo, siento mucho que las cosas estén así. A Marcos se le veía muy ilusionado contigo, creo que le gustas de verdad. —A pesar de ser un hombre, Darío siempre tenía las palabras adecuadas para mí, incluso más que Susana. Él me conocía de verdad. 

—A mi también me gusta, y mucho. Con lo que mal que lo he pasado con todo el tema de Víctor, ¿tú crees que sería capaz de hacerle a alguien lo que me han hecho a mi? Ni loca, vamos. —En ese momento escuché una puerta y me sobresalté. Marcos apareció por el umbral del salón con una sonrisa.

—¿Entonces, es verdad? ¿Tú no tienes nada qué ver? —me miró fijamente y yo no pude evitar levantarme del sofá y acercarme hasta él. 

—Tenías razón con eso de que tu y yo no nos debemos nada, pero no por ello voy a mentirte de esa manera. —dí un paso más y él no se apartó. 

—Te creo. —me agarró por la cintura y me besó con tanta pasión que por un momento pensé que me había quedado sin aire. 

Sus labios al principio besaban los míos con intensidad, como si hubieran deseado hacer eso desde hace mucho tiempo. Sus manos me agarraban con firmeza mientras yo me inclinaba para poder rodear mis manos a su nuca. Marcos era mucho más alto que yo, y ahora que no llevaba tacones me costaba llegar hasta sus labios. Poco a poco nos besamos más lentamente hasta llegar a darme un beso corto en los labios. Sus ojos irradiaban deseo, los míos seguro que también. 

—Ejem, —interrumpió Darío. Por un momento había olvidado que seguía ahí. —¿Os dejo solos para que rematéis la faena?

—Ay, perdona. No me acordaba que estabas ahí. —Me separé un poco de Marcos, que aún tenía sus manos en mi cintura. 

—Tranquila, ha sido como ver porno gratis. —le lancé un cojín en toda la cara por la tontería que acababa de soltar. 

De repente mi móvil comenzó a sonar y pegué un grito de felicidad. Era mi hermano Miki. Descolgué.

—¿Cómo está mi niña favorita? —preguntó Miki. 

—Con muchas ganas de veros, ¿Qué tal está Mónica? 

—Bien, la tengo aquí al lado, ¿Quieres que te la pase?

—Si, porfa.

—Hola Azucena, ¡Qué ganas tengo de verte! —dijo Mónica.

—¿Qué tal se está portando mi hermano? —respondí entre risas. 

—De momento lo tengo a raya.

—Oye, no habléis de mí como si no estuviera. —se escuchó a mi hermano por detrás. 

—Por cierto, ¿a qué hora os recojo mañana en el aeropuerto? Mamá no me ha dicho nada. 

—Vamos a ir en mi coche.

—Vale chicos, entonces mañana os veo. 

El resto de la tarde me la pasé en casa de Darío hablando y riendo. Pedimos pizza para cenar y pusimos una película. Mientras la veíamos, no podía evitar mirar a Marcos. Era tan guapo y tan especial, que aún no creía que se hubiera fijado en mí. No sabía que nos iba a deparar el futuro, si íbamos a estar juntos o no, pero tenía que aprovechar cada momento. 

En algún punto de la película me debí dormir, porque cuando la alarma sonó bien temprano, no sabía ni donde estaba. Levanté la mano para apagar el móvil y que cesara el incordioso gallo, pero me topé con algo suave y cálido. Abrí los ojos de golpe y me dí cuenta de que era Marcos, que me miraba.



#19381 en Novela romántica
#3403 en Chick lit

En el texto hay: infidelidad, traicion, amor

Editado: 18.08.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.