En Mónaco.
Cómo buen modelo y casi historiadora, Stella Mori evitaba encontrarse casualmente con Willy en algún momento de sus viajes de trabajo. Tenía que llevar a su pequeño a todos lados y realmente lo aterraba el hecho de que podrían quítale a su hijo en cualquier momento. Vigilo sus movimientos solo para darse cuenta de que aún no lo había olvidado.
Aun así con todas las precauciones se encontraron en un evento. Ella se dio cuenta y sin mostrarlo mucho huyo del lugar, no podía verlo. Solo de pensar que podía romper una familia le dolía el corazón y no quería ser señalada como una rompe hogares o caza fortunas.
Decidió por si misma que aún no podía luchar por tenerlo.
En medio de su lucha y rechazo, conoció a un magnate. La atracción fue inmediata, el pasaba de los treinta años pero no tenía cuarenta. Stella se sorprendió de sí misma confesándole que amo a alguien alguna vez pero esa persona jamás estuvo interesada en ella al menos de manera genuina. El hombre la escucho y sonrió al saber que sería difícil pero no imposible ganarse su corazón.
— ¿Qué tal si intento conquistarte? No hay errores en el pasado solo malas decisiones que afectan el orden de cumplir las metas.
— No sabes lo que dices... solo soy una joven mujer que huye cobardemente del padre de su hijo. — respondió. — nadie en su sano juicio me aceptaría.
— ¿Hay algún ley que diga que ese hijo tuyo no pude ser nuestro?
Stella sonrió. Al paso de un año, estaban comprometidos oficialmente. Ese hombre resultó ser solo un romántico que uso todas sus tácticas para conquistarla. No podía odiarse más, quizás fue que estaba desesperada por ser amada genuinamente que codicio el hombre que amaba a otra mujer incluso si no se volvían a ver, estaba feliz por dejarle semejante regalo; amaba tanto a su hijo que no podía dejar que sufriera por sus malas decisiones.
Su futuro esposo amaba al hijo que ella criaba sola, no volvería a mencionar a William, en cualquier momento su familia crecería, ella ya no modelaría y no había razón para encontrarse de nuevo. Esta feliz con el curso de su vida y si llegaba al momento, lo confesaría todo.
Pero nunca lo volvió a ver pese a que estaba preparada para ello.
Su amado marido la cuido de una manera tan tierna que pudo trabajar, ser madre y ama de casa al mismo tiempo. Le dio a su nueva familia dos integrantes más que llenaron su hogar de incontrolables risas.
Sus padres evidentemente lo encontraron decepcionante pero al ver qué su hija estaba feliz no podían quejarse de todas sus decisiones. Ella estaba tomando las riendas de su vida.
En Lyon, Francia.
Logan ya había terminado su trabajo en California. Regreso con sus hijos a su natal Lyon donde trabajaría en la oficina de Makeup Jones. Desde el momento en que Audrey ofendió a Haruki no lo volvió a ver. Ni siquiera se molestó en buscarlo pero era la misma Audrey quien más lo extraño al decir que la casa se sentía solitaria con solo tres personas.
Cierto día después de notar su ausencia, lo vieron en la televisión, ya no quedaba rastro del chico ligeramente fino que conoció, se veía maduro y atractivo. Estaban anunciando por todos los medios que se casaría con su novia. Una gran alianza comercial o eso decían los periodistas.
— Apa... ¿qué es una prometida?
Logan miro con atención. Al parecer Haruki se comprometió con una mujer china. Estaba feliz aunque en su interior quería exigirle una explicación no podía pues en ese momento ni amigos eran. Rompieron limpiamente todo contacto.
— Es una mujer con la que se casará y tendrá hijos.
— Pero quiero que Haruki se case con papá... ¿no se puede? — pidió Audrey. Logan lo encontró incómodo y no dijo nada más. Tantos años transcurridos y no podía dejar de pensar en lo mismo. No tenía miedo de enamorarse sino enamorarse de él, ya lo sabía pero eso no cambia nada. Haruki rehízo su vida sin preguntarle al respecto.
— Hija, para que los niños lleguen al mundo, se necesita un hombre y una mujer.
— ¿Ah sí? Bueno, cuando sea grande traeré muchos niños. — declaro
A veces algunas ocurrencias lo sacan de quicio. Pero en ese momento necesitaba de sus ocurrencias para lidiar con esa noticia tan desagradable.
Más incómodo y triste no se podía sentir.
En París
— Niños... ya llegué — anuncio Ron apenas cerrando la puerta.
Rápidamente apareció Deneb quien le llamaba papá.
— Tío, Deneb, es tu tío — corrigió Lizzy pero la niña insistía en llamarle papá.
Estaban tan acostumbrados a verse cada día, que incluso los guardias eran como de la familia. Lizzy no entendía porque seguían allí vigilándola si Alain no había dado ningún problema, sin embargo, dejo de cuestionarlos cuando ellos cuidaron de sus hijos mientras ella trabaja.
Aún recordaba el incidente antes de que diera a luz donde Deneb tuvo un accidente y no podía donarle sangre a su pequeña dado que aún estaba embarazada. Un misterioso donador le salvo la vida y lo agradecía pero nadie sabía decirle quien fue. Le agradeció tanto y descarto en todo momento que existiera una posibilidad de encontrar al padre de su pequeña. Tener esos guardias fue de gran ayuda en ese momento.
#3924 en Novela romántica
#866 en Novela contemporánea
embarazo no planeado, destinados a estar juntos, más allá del amor
Editado: 25.12.2023