No estas sola esta noche

VI

Tobías:

Me despierto al lado de un kiosco, mis extremidades se sienten oxidadas, con un mínimo movimiento me dolía el cuerpo, me paro con dificultad sobre mis piernas, tomo una bocanada de aire antes de caminar.

Me acerco a una carretera sin asfaltar, continuo siguiendo calle arriba, con el sol palpando mi frente, me estiro a la vez que sigo el sendero que tomé, me rasco los ojos observando con mejor claridad la vereda, a este paso que voy será casi imposible llegar temprano a Evansville, me sentía tan exhorto de mis pensamiento que no note la hora en que me había alejado tanto.

A lo lejos escucho el sonido de un auto en movimiento, me detengo y por instinto miro hacia atrás. Para mi sorpresa el auto frena, doy un paso a atrás, aun aturdido y asombrado. El cristal polarizado baja de forma automática dejando ver una joven.

— H-hola… hm— se relame los labios antes de continuar, alzo una ceja pensando en lo estúpida que se veía haciendo eso, no era una actitud normal la que esta chica tenia aunque sea el menos indicado en decirlo —, esto es incómodo ¿Sabes dónde queda Christown?

Frunzo el ceño extrañado por su pregunta.

— ¿Cómo te lo explico? — me rasco la nuca mirando de reojo a los lados — Debes referirte a Evansville, cariño, te quedan treinta kilómetros más por recorrer.

Mi respuesta pareció tomarle por sorpresa, desconcertada cubre los ojos con sus manos en un intento de no llorar, no sabría si decir que sobreactuaba, solo podría jurar que es la mujer más falsa que he conocido.

— ¿Ahora qué voy hacer? — chilla.

Carraspeo —. No es por alardea, pero se cómo llegar a Evansville, es más voy hacía ya, si quieres te puedo indicar el camino.

Medita mi propuesta algo indecisa durante un rato, me veía ridículo esperando su respuesta, si de todos modos sé que será un rotundo no.

— Si — dice, quita el seguro cediendo que entre al interior de su coche —, no tengo otra opción que confiar en ti, solo debes dejarme en las puertas de Christown y te prometo que te llevare a donde quieras.

Me coloco el cinturón de seguridad, de manera pausada, observando por el retrovisor un caja de marca Beretta, podría reconocer donde sea el tallado impreso que lleva cualquier maletín para calibre 64.

Trago en seco, ahora mirándola a ella, es obvio que no se trataría de un artefacto que ella usaría, a juzgar por la prominente cantidad de maletines, debía de tratarse de un contrabando de armas añejas.

— ¿Cómo te llamas? — pregunta apaciguando el ambiente.

— Freddy — miento.

— Amelia, un placer— me tiende la mano sin apartar la mirada del camino — No es por entrometerme pero ¿Qué hacías solo por los matorrales? ¿No eres una clase de psicópata, cierto?

<<Si tan solo supiera>> pienso, una sonrisa ladeada se forma por mi rostro.

— Para nada, es solo que me dedico a la fotografía, así que debía de percatarme que mi área de trabajo estuviera intacta — musito. La mentira menos creíble que podía formular había salido de mis labios, nadie podría comerse aquella falsedad.

— ¿En serio? ¡Qué genial! Me encantaría contactarte ¿tienes una tarjeta en mano?

Niego apartando la vista. No quería indagar más de lo contrario se me hará más difícil mentir.

Amelia no era experta manejando, lo que me inquietaba, por unos segundos me refleje muerto tendido en la carretera, había pasado un largo rato en silencio.

Es tedioso tener que alertarle a alguien que tuviera cuidado con cada auto que pasara y peor cuando no sabía diferenciar la derecha con la izquierda.

Se detuvo en una cafetería a la mitad de camino, compro suficiente comida para abastecerse sola y no me quedaba de otra que aspirar el rico aroma de huevo con tocino a punta de sal, mi estómago rugió mientras me negaba a recibir una porción de comida cuando por el fondo me imaginaba mordisqueando el crujiente tocino y saboreando el suculento huevo.

Luego de varios lapsos circulando por la carretera llegamos al pueblo a horas de la tarde, le indico a donde debe ir para luego de varios minutos llegar a Christown, suelto un quejido al incorporarme del asiento haciéndole señas de que debo de marcharme.

— No te molestes en llevarme, mi casa queda a unas cuadras de aquí— digo sin esperar una respuesta.

— ¡Espera, Freddy! — saca su cabeza de la ventanilla del auto mientras grita —. ¿Podrías ayudarme con estas cajas?



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En el texto hay: psiquiatra, chicomalo, mentiras y venganza

Editado: 23.08.2018

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