Sofía
Las palabras salieron de la boca de mi madre y aun así permanecí callada. No le dije absolutamente nada, la miré y empecé a caminar arrastrando mi maleta alejándome de la casa. Logré percatarme que mi padre le empezó a decir cosas, lo que menos quería era ocasionar una pelea entre ellos, pero no quería quedarme más tiempo.
El tiempo estaba encima y no sabia dónde pasar la noche, recordaba que una vez mi jefe me dijo que él rentaba cuartos, así que le marqué. Me dio la dirección y se portó amable conmigo.
Cuando llegamos al lugar me di cuenta de que era mas pequeño de lo que me había contado, un lugar de dos cuartos, uno de ellos era la cocina y bien podría funcionar como sala…al menos cabía un sillón. El otro era la habitación con un baño muy reducido. Por suerte estaba amueblado, aunque con un lugar así realmente no necesitaba muchas cosas.
— La primera noche es de cortesía, Sofí. Si te gusta por la mañana podemos firmar el contrato de renta.
— Gracias.
En cuanto estuve sola dejé la maleta a un lado y me senté en la cama, entonces me derrumbé en llanto.
Ahora sabía la razón por la cual Laín no me había buscado, tal como lo había dicho no me interpondría, ya no. Quería a Laín, pero siempre había algo que nos impedía estar juntos y cada situación siempre terminaba rompiéndome en dos.
Me desplomé en la cama y solté un gran suspiro.
Estaba cansada, cansada de todo y de todos…cerré los ojos y en cuestión de minutos me quedé dormida.
…
Ruido, gritos, silencio…
Escuchaba a lo lejos primero gritos, después como si se rompieran vidrios luego silencio, y eso se repetía constantemente.
Abrí los ojos cuando sentí que algo caminaba por mi cara, volteé la cabeza de lado y me levanté de golpe gritando, a mi lado cuatro cucarachas estaban en mi almohada.
Salí rápidamente de aquel lugar y en la puerta de otro de los cuartos estaba el dueño de la librería sonriéndome.
— ¿Todo bien? — pregunté
Este asintió. Pero los golpes dentro de aquel lugar decían lo contrario.
— ¿Dormiste bien? — preguntó. — ¿Firmaras el contrato?
— Bueno…hay cuatro cucarachas en la habitación…
— Ah sí, perdona, se me olvidó decirte. Hay una especie de cucarachas. A veces salen muchas. Suerte que fueron cuatro y no más— al decir esto último comenzó a reírse.
Le sonreí sin ganas y regresé a la habitación. Debía buscar otro lugar de inmediato no estaba dispuesta a compartir alquiler con cucarachas.
Saqué algo de ropa para bañarme, pero cuando intenté abrir la llave de la regadera no salía agua. Genial.
Me cambié, puse mis cosas de forma que no se les metieran las cucarachas que había por ahí y salí directo a la escuela.
El día trascurrió con normalidad, la misma rutina de siempre.
Una vez que terminaron todas las clases me pasé a la librería.
Terminé de recoger los libros pendientes. Estaba comiendo unas papas con un jugo cuando llegó Ian, se paró frente al mostrador y me sonrió. Lo miré y seguí comiendo, no dije nada.
— ¿Podemos hablar?
Al ver que no le respondía se acercó y me arrebato la bolsa de tostitos.
Lo miré molesta.
— Pero que....
Tenemos que hablar.
— No, no tenemos. Lárgate — dije quitándole mis papas de nuevo.
— Es que no entiendes porque lo hice. Yo te quiero más de lo que te imaginas, el amor que te mereces yo te lo puedo dar, es mucho más que el que Laín te ofrece.
— Largo— repetí.
Ian caminó de un lado a otro.
— Con el solo tienes problemas ¿no lo ves? Yo te ofrezco estabilidad emocional, no andaría con rodeos en mis sentimientos hacia ti, no embarazaría a otras…
Ay dios, cerré los ojos un momento, me levanté y me puse frente a él.
— Fuera de aquí.
Su cara era de desesperación.
— Yo haría lo que fuera por ti.
— Estás loco.
Me tomó las manos y se acercó más a mí.
— Quiero que estés a mi lado, no importa que tenga que hacer. Incluso si es necesario podría asesinar a mi hermano, al fin de cuenta los mayores delitos se cometen por amor.
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Editado: 23.02.2022