Tras todo el embrollo que ocurrió y después de arreglarlo todo quedé más tranquila, pero para mi bien y el de todos lo mejor sería regresar a mi casa antes de que otra cosa sucediera.
Al final del día nos enteramos de que aquel té no era realmente té, era una especie de alucinógeno y ahora las cosas tenían mas sentido para todos.
Carolina borro toda evidencia para no tener mas problemas con sus padres.
En ese momento fue que me pregunte, ¿Qué era lo que había hecho para que la mandaran con Laura, y llegar al extremo de poner cámaras en toda la casa? Obviamente, aunque la curiosidad me matara no se lo preguntaría.
Quizá en algún momento ella tendría más confianza y me lo diría, o quizá nunca lo haría.
Laín y yo empacamos las pocas cosas que habíamos llevado, Caro menciono que se encargaría de que Jesús pagara aquel mal momento que nos había hecho pasar. B solo le dijo que se mantuviera alejado de nosotros porque si lo volvía a ver esta vez le tendría una visita asegurada con el dentista.
Al estar listos, Caro y Zach nos llevaron a la central de autobuses, no paraba de disculparse continuamente por lo sucedido, acordamos que lo mejor era que ella fuese a visitarme y no al revés.
Compramos los boletos y mientras ellos se iban Laín y yo nos sentamos a esperar que el autobús saliera.
— Jamás en la vida hay que tomar de nuevo—dije recargando mi cabeza en el hombro de Laín.
— Y tampoco hay que volver a beber té sin saber su procedencia. Además, nosotros te dijimos, pequeña, que no tomaras alcohol—respondió Laín mientras se acomodaba.
— Tú te emborrachaste conmigo, creo que eres la persona menos indicada para decirme.
Laín sonrió con ternura.
— Yo te acompañaré siempre en tus locuras.
Subimos al autobús y opté por dormir ya que era un largo trayecto, para mi fortuna tenía la facilidad de dormir en casi cualquier lugar.
Antes de hacerlo le avisé a mis padres a qué hora llegaríamos para que pasaran por nosotros. Sin cuestionar el porque volvimos antes, mi madre me preguntó si Laín se quedaría mas tiempo, a lo que respondió que sí. Tardó varios minutos en responder y cuando lo hizo simplemente dijo.
<<Esta vez dormirá en la sala>>
— Creo que tu madre ya no me quiere—dijo mirándome fijamente después de leer el mensaje— ¿Crees que deba darle un obsequio?
Negué mientras recargaba mi cabeza en el asiento.
— En primera no puedes comprar el cariño de esa manera y en segunda mi madre es rara, un día te puede amar y al otro te odiará
— Pero es que no quiero que me odie, Sofí, yo soy B'dLaín...todo mundo me ama, hasta los perros me adoran.
— Entre razas se entienden eh.
No sé que me respondió ya que me puse los auriculares y subí la música a todo volumen. No pasó mucho tiempo hasta que me quedé dormida.
— Despierta, Sofí. Tienes que despertar bella durmiente.
— ¿Ya llegamos? —pregunté adormilada.
— Sí, Sofí...—Laín susurró—. Se te esta cayendo la baba.
Abrí los ojos rápidamente y me enderecé bien limpiándome con el antebrazo.
— Lo siento.
— Es normal, pequeña. Todo mundo babea...y ronca.
— ¿Ronqué? —pregunté alarmada.
— Todo mundo te escuchó...
— Qué vergüenza—dije tapándome la cara con las manos.
— No tienes porque avergonzarte, te escuchabas linda, eras como un cerdito bebé.
Lo miré molesta mientras nos bajábamos.
Mis padres nos recogieron y en todo el camino reino el silencio, Laín y yo nos mirábamos de reojo.
— ¿Cuánto tiempo te quedaras, Laín? —preguntó mi madre sorprendiéndonos a los dos.
— Mañana me iré—respondió. Aunque sonó mas como si lo estuviera preguntando que afirmándolo.
— Excelente—dijo mi madre.
— Ella me odia—articuló Laín.
— No te odio, Laín. Eres el novio de Sofí, como podría hacer eso—respondió girando la cabeza al asiento trasero y sonriendo.
Eso fue sumamente extraño y nos dio miedo a ambos. Mis padres eran los mas raros del mundo.
Al llegar a la casa y bajarnos del auto mi madre se dirigió a mí.
— Tu hermana esta con una amiga, tu padre y yo iremos a comprar unas cosas, hay dinero en el cajón de la cocina para que pidan algo de comer. Volveremos dentro de un rato. —me dio las llaves y una vez que Laín sacó las maletas de la cajuela arrancaron de inmediato.
Sin tomarle demasiada importancia entramos a la casa, Laín me ayudó a subir mi maleta al cuarto y después ordenamos pizza para comer.
Para matara el tiempo nos pusimos a jugar playstation y después de un rato tocaron la puerta, le pedí de favor a Laín que sacara el dinero del cajón de la cocina mientras yo iba abrir la puerta pensando que era la pizza, para mi gran sorpresa estaba Eduardo.
Había pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, su cambio era realmente impresionante y más era mi impresión de verlo parado en mi puerta.
— Hola, Sofí...
— ¿Qué esas haciendo aquí? —pregunté confundida.
Eduardo miró sus pies, después alzó la cabeza al cielo como pensando si decirme algo o no. No quería ser grosera, pero el no debía estar ahí.
— No tenemos nada de qué hablar, así que adiós. —dije cerrando la puerta.
Antes de hacerlo la detuvo y me miró con firmeza.
— Estoy aquí porque debo preguntarte algo, quiero verlo con mis propios ojos.
— ¿De qué hablas?
En ese momento en de la pizza llegó, justo al momento que a Eduardo se le ocurría decirme.
— Me he enterado qué tienes un tatuaje con mi nombre en tu trasero.