Gonzalo me había invitado a su casa varias veces más desde la comida, pero yo me había negado, diciendo que no quería molestar a su familia. La realidad era que él quería invitarme para molestar a sus hermanastros, y demostrarle que no estaba por debajo de ellos. Pero yo no quería entrar en disputas familiares. No quería salir mal parada de todo aquello.
El único día que había estado en su casa era el día anterior de la entrega, aunque había estado durante poco tiempo, apenas para tomar algo con Gonzalo en el jardín de la casa. Las intenciones de Gonzalo al invitarme no habían sido otras que las de molestar a sus hermanastros y tratar de que su madre y su padrastro diesen su aprobación a nuestra relación. Pero su madre se oponía más cuanto más me veía, y no había progresos con su padrastro.
Le había insistido lo suficiente como para que, al día siguiente, antes de que tuviese lugar la entrega, me invitase también a su casa. Quería estar presente para ver si sus hermanastros o su padrastro estaban nerviosos. Quería verlos actuar.
—¿Te quedarás hoy a dormir? —me preguntó Eloy.
Nos encontrábamos en el salón, Gonzalo, él y yo. El primero había intentado estar conmigo a solas, pero su hermanastro siempre encontraba alguna excusa para impedírselo. Algo de lo que me alegraba en cierta parte, porque acostarme con Gonzalo no era mi deseo. Aunque tampoco me negaría si con ello podía avanzar en la operación.
—No lo sé —comenté.
—Es posible que Natalia se quede con Izan. Podrías quedarte tú también.
Consideré aquello como una oportunidad. Cuando más tiempo pasase con aquella familia, más probable sería que pudiese descubrir algo. De modo que miré a Gonzalo para saber si estaba de acuerdo con aquello.
—Sí, podrías quedarte —comentó.
Iba a agregar algo, pero Eloy lo interrumpió antes de que pudiese hacerlo.
—Genial —dijo—. Diré que te preparen una de las habitaciones de invitados. Estarás más cómoda.
Vi la mueca de fastidio en la expresión de Gonzalo, que había pretendido, naturalmente, que me quedase a dormir con él. De hecho, yo también había pensado que lo haría, pero la intervención de Eloy me había salvado de tener que hacerlo.
—Si es mucha molestia, no es...
—No será mucha molestia —cortó Eloy—. ¿Verdad, Gonzalo? Tenemos habitaciones suficientes en esta casa.
A nadie de la familia pareció gustarle que me quedase aquella noche a dormir, al igual que tampoco les gustó que lo hiciese Natalia. Preferían tener mayor tranquilidad la noche de la entrega, pero era algo que no podían decir delante de nosotras, por lo que disimularon lo mejor que pudieron.
Las excusas comenzaron antes de la hora de la cena. El primero en querer marcharse, hacia las ocho y media, fue Eloy.
—He quedado con unos amigos, e iré a cenar fuera esta noche —comentó—. Siento que sea esta noche... no sabía que tendríamos invitadas.
—Pensé que te quedarías —le dijo Mónica.
Él la miró sin expresión alguna, como si no creyese que realmente tuviese que darle a su madrastra explicación alguna. Sin embargo, en cuanto su padre carraspeó en señal de advertencia, la expresión de Eloy se suavizó.
—Iba a hacerlo, pero me han llamado para cenar hace unas horas, y ya no puedo decir que no iré —explicó.
—Yo tengo algo de trabajo atrasado; trabajaré en mi despacho y cenaré allí —comentó Lorenzo—. Disculpadme.
Gonzalo y Mónica no le dieron importancia al hecho de que tanto el padre como el hijo estuviesen ocupados aquella noche, y yo no sabía si sabían lo que se disponían a hacer o si, por el contrario, no estaban al corriente de ello.
Izan, para mi sorpresa, no se ausentó en ningún momento. Llegó con Natalia para cenar, y ambos actuaron con total normalidad en todo momento, como si Izan no estuviese implicado en la entrega que se efectuaría aquella noche. Al igual que Roi, quien tampoco se mostraba interesado en otra cosa más que en la cena. Leonor, por el contrario, estaba en todo momento pendiente del teléfono móvil, y se ausentaba cada cierto tiempo.
—Leonor, deja ese aparato —le indicó Mónica, cansada de la actitud de su hijastra—. Es de mala educación, y tenemos invitadas esta noche.
—Es importante —replicó la joven.
Mónica suspiró, pero no insistió.
—Hace unos días que no os veo por el bar. —Natalia escogió aquel momento para comenzar una conversación cambiando de tema—. ¿Ya no os gusta el local?
—Por supuesto que nos gusta —respondió Izan—. Pero eso no significa que siempre vayamos al mismo lugar, o que no estemos ocupados algunas veces.
—Oh... pensé que, tal vez, te hubieses aburrido...
—Si se hubiese aburrido de ti, serías la primera en saberlo —le hizo saber Roi, que estaba pendiente de la conversación.
Creí que Izan se enfadaría por aquel comentario, pero no ocurrió. El mayor de los hermanos se limitó a poner los ojos en blanco y esbozar una pequeña sonrisa, pero no dio muestras de estar molesto por lo que Roi había dicho.
—¿Cómo va el bar? —pregunté yo entonces—. Todo como siempre, supongo.
—Sí, todo va como siempre —contestó Natalia, centrándose en mí—. Pero tengo que admitir que te echo un poco de menos. No es lo mismo sin ti.
—Estoy segura de que pronto dejarás de echarme de menos.
No me readmitirían. Había visto la expresión de Izan durante mi conversación con Natalia, y había visto que no se arrepentía de lo que había hecho. Incluso lo volvería a hacer. No permitiría que Austria me volviese a contratar, a pesar de que todos sabíamos que yo no había hecho nada malo.
Leonor se levantó de nuevo al recibir otra llamada. Pero, en aquella ocasión, parecía más preocupada que en las anteriores. Lo intentaba disimular, por supuesto, pero yo podía ver que algo no había salido tan bien como ella esperaba. Izan también se dio cuenta, porque hizo un amago de seguir a su hermana, y lo habría hecho de verdad de no ser porque debía disimular delante de los demás.
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Editado: 08.01.2022