Gonzalo no parecía en absoluto preocupado por la detención de su hermanastro, y dudaba incluso de que supiese qué era lo que había ocurrido. Tal vez ni siquiera supiese que había ocurrido algo.
No tardé en descubrir que nadie en la Policía sabía que era a mí a quien Eloy había llamado. No sabía cómo lo había hecho el chico, pero si alguien hubiese sabido que me había llamado a mí, no habrían tardado en ordenar a Héctor que me preguntase al respecto. Y Héctor no lo había hecho. En lugar de preguntarme respecto a aquella llamada, me había informado sobre las novedades al llamarme aquella misma mañana.
—Dudan de que la detención de Eloy Beltrán sirva para algo —comentó, desilusionado.
—¿Por qué? Pensé que, después haberlo descubierto con droga, iría a la cárcel...
—Sí, todos lo pensamos. Pero aún no se ha analizado la droga y, por lo tanto, no hay pruebas de que sea lo que todos pensamos. Necesitamos los análisis para que no quepa ninguna duda de que la substancia es cocaína, y no cualquier otra cosa.
Cerré los ojos, sin poder dar crédito a lo que estaba escuchando. No sabía si tendrían a alguien cerceno en el laboratorio que la Policía utilizaría, pero esperaba que no fuese así... o los análisis, sin duda, darían un resultado muy alejado del verdadero.
—¿Y qué se hará mientras tanto? —pregunté.
—Tengo buenas noticias —se apresuró a decir.
Lo imaginé sonriendo al otro lado de la línea. Esperaba que aquellas noticias fuesen realmente buenas, porque no quería llevarme otra decepción relacionada con aquella operación.
—Dime —dije, impaciente por escuchar aquellas buenas noticias.
—El juez ha autorizado un registro en casa de Eloy Beltrán, por si pudiesen encontrarse más pruebas en su contra. Se llevará a cabo esta misma mañana.
Era la primera vez que se conseguía algo semejante. Un juez nunca había estado dispuesto a autorizar un registro en casa de una familia como lo era la de los Beltrán, pero por fortuna, en aquella ocasión, la droga que se la había hallado a Eloy había sido razón suficiente como para que el juez lo autorizase. Era un gran paso para la Policía, y un golpe importante para los Beltrán.
—¿Y crees que se encontrará algo en ese registro? —pregunté—. No creo que Lorenzo Beltrán sea tan descuidado de tener pruebas que puedan incriminarlo a él o a sus hijos en su propia casa. Y menos aún después de la detención de Eloy.
—Espero que podamos encontrar algo —admitió—. El registro se llevará a cabo hoy a las doce. Sé que ni tú ni yo podremos estar presentes como policías, pero...
—Pero puedo estar como pareja de Gonzalo —susurré, sonriendo.
Tendría que inventar alguna excusa para regresar a su casa justo antes de que tuviese lugar el registro, pero lo haría. Tal vez fuese egoísta, pero quería estar presente para ver qué encontraban, y para analizar la reacción de cada uno de los miembros de la familia Beltrán. Incluido Lorenzo.
—Gracias por decírmelo, Héctor —susurré.
—Tú eres la razón de que hayamos llegado hasta aquí, aunque nuestros superiores se nieguen a verlo —me dijo él—. Si tú no te hubieses arriesgado, no habríamos sabido cuándo tendría lugar la entrega, ni habríamos descubierto a Eloy. Y, sin eso, ahora mismo no se podría realizar ningún registro.
Sonreí, aunque él no pudiese verme. Me molestaba que mis superiores no estuviesen dispuestos a reconocer mis méritos, pero al menos tenía a Héctor, quien sí lo hacía. Y Pablo también. Eran, en aquel momento, dos de mis pilares más importantes. Pablo era mi familia, y Héctor... con cada acción, me hacía estar más segura de que tenía sentimientos por él. Sentimientos fuertes. Aunque sabía que no me convenía.
—Gracias, Héctor —murmuré—. Estaré en esa casa a las doce y presenciaré el registro.
—Bien. Estaré pendiente, por si fuese necesario intervenir en algún momento. No dejaré que te ocurra nada malo en esta operación, Lara, de eso puedes estar segura.
No tardé en ducharme rápidamente y vestirme de nuevo con otra ropa. Iría cuanto antes a buscar a Gonzalo, bien vestida, y le diría que quería invitarlo a comer para compensar el hecho de haber tenido que irme tan pronto aquella mañana. Él se sentiría tan halagado que no lo pondría en duda, y dudaba de que los demás tuviesen siquiera tiempo para pensar en por qué yo estaba allí.
Media hora después, había tomado un taxi y me encontraba en la puerta de la mansión de la familia Beltrán, pero la Policía se había adelantado. Lo vi en cuanto llegué. Tres coches vacíos y un par de motos estaban aparcados fuera de la mansión, y supuse que el registro habría comenzado algo antes de lo esperado.
Nadie me impidió la entrada. El hombre, encargado de la vigilancia, que se encontraba en la puerta, debió de reconocerme, pues no me pidió que le dijese mi nombre ni el motivo por el que me encontraba allí.
Los únicos miembros de la familia que no se encontraban en la puerta principal eran Lorenzo y su hijo mayor, Izan, además de Eloy, quien aún estaba detenido. Los demás, esperaban en la puerta principal.
—Lara —dijo Gonzalo, avanzando hacia mí en cuanto me vio—. No te esperábamos. ¿Por qué estás aquí?
—Yo... quería pedirte perdón por lo rápido que he tenido que marcharme esta mañana, y he venido para invitarte a comer. ¿Ocurre algo?
—Nada más que un malentendido —se apresuró a responder Gonzalo—. Están registrando la casa, pero pronto se darán cuenta de que no hay nada ilegal y se marcharán. Serán solamente unos minutos.
Asentí, insegura. Tratándose de una casa tan grande, dudaba de que tardasen solamente unos minutos en registrarla por completo. Y no se arriesgarían a hacerlo rápido y dejarse alguna prueba, dado que resultaría muy complicado conseguir una nueva orden de registro por parte del juez.
—No creo que quieras quedarte —comentó Mónica, mirándome y dedicándome una falsa sonrisa.
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Editado: 08.01.2022