Desfila rimbombante la Catrina,
se levanta su presencia divina.
Se dirige al mundo mortal
cual humo fino de copal.
Aunque viste el lúgubre negro,
combina con flores su atuendo.
Con tranquilidad se acomoda el sombrero
y lleva paraguas en caso de un estruendo.
¡Mírala desfilar hacia el panteón!
Esta lista para celebrar con alegría
y quizá tomar una cerveza fría.
¡Viva México, su país de reventón!
Para llegar al mundo mortal,
primero debe cruzar el umbral
de flores de cempaxúchitl y huesos;
de esos que no necesitan los tiesos.
— Buenas noches, bella dama.
Saluda con educación el portero.
La parca reconoce al veinteañero:
— ¿No te dejé a ti en la cama?
— Perdone que la desobedeciera,
pero sabe que tengo alma fiestera.
Además no era ley la cuarentena,
o me habría regañado mi morena.
— Serás tonto y recontra tonto,
no tenías por qué llegar tan pronto.
Como el mocoso no tiene orejas,
aprovecha jalarlo de las greñas.
Después del castigo bien merecido,
La señora continúa su camino.
rumbo a su México querido.
— ¡Ya llegué mis hijitos!
Con los brazos abiertos y sonriendo
arriba la patrona de los muertos.
Los mexicanos corren y se esconden.
La damisela no entiende por qué huyen:
— ¿Pues quien les hizo tanto daño?
¿No era amada y admirada hace un año?
La Muerte se siente desolada.
El día no es como recordaba.
¡No le han invitado sus mexicanitos
ni siquiera unos ricos taquitos.
Entonces algunos hijos le reclaman:
— ¡Te llevaste a nuestros seres queridos
con ayuda de los doctores asesinos!
— ¡Ay, ustedes cómo con eso maman!
Se calma contando hasta diez,
le sorprende oír tanta estupidez.
— Yo no cree esta enfermedad maldita,
que con buenos cuidados se les quita.
‘Dejen de hacerse weyes
Y revisen a fondos sus leyes
¿Les sirve el sistema de salud?
¿O por qué llenan tanto ataúd?
‘Si la gente por Covid se muere,
no es culpa del médico que interfiere.
Sino de los que les dejaron sin abastos
a quienes surten los medicamentos.
Aparecen de pronto entres las quejas
los politiqueros de lenguas flojas.
El viejito que va al frente
parece ser el Presidente.
— ¡Tengo otros datos!
A su grito se unen los ingratos.
Con su voz la mente de otros infecta,
¿será acaso una nueva secta?
— Consultaremos en los electorales
si la gente te quiere en el país
o si te arrancamos de raíz.
‘¡No eres más que una habladora!
¡Vieja argüendera y manipuladora!
No necesitamos su empeño,
Jesús es nuestro único dueño.
‘‘¡Tengo fuerza moral,
no de contagio!
Estoy primero en las encuestas
y por eso hasta tú me la pelas.
Ante tal insulto infame