La misa fue celebrada en la capilla familiar de los Werrington. Fue una ceremonia solemne y breve, donde el ambiente tenía un aire de tristeza y melancolía. La duquesa se retiró a sus aposentos tan pronto como acabó dicha ceremonia. Mientras los más jóvenes fueron cada uno a sus habitaciones. El día para ellos había sido agotador.
***
Conforme pasaba el tiempo, parecía que el dolor se iba apaciguando en los corazones de los familiares de Mary Lombart. Eso se podría decir de la duquesa que volvía a su habitual rutina con la cabeza bien alta, gesto digno de una reina en su trono dorado, mientras que Matthew seguía ausente y poco participaba en las comidas familiares.
Por otro lado, Diane, su prima, trató de que fuera más participativo. Sin embargo, su buena intención cayó en un saco roto. Nada podía hacer que él fuera el mismo de antes. El muchacho no hablaba a menos que la situación lo requería.
— ¿Tu primo siempre ha sido silencioso? —preguntó una vez Cassie cuando estaba jugando con la pelota en el jardín.
—No —negó con la cabeza y frunció el ceño —. Antes era más gracioso, hablador y risueño. Pero parece ser que la pérdida de mis tíos le ha convertido así.
Cassie se dio cuenta el silencio abrupto de su hermana. Miró por encima del hombro, se encontró con su mirada color ébano.
Fría como el témpano.
Había sido descubierta hablando de él y no pudo evitar sonrojarse.
—Hola, Matthew — dijo Diane ausente de los pensamientos de Cassie —. ¿Te apetece jugar?
El muchacho no dijo nada, ni siquiera hizo un movimiento con la cabeza. Sin más, se fue dejándolas solas.
—Está siendo un poco descortés — murmuró Cassie. Le enervaba que fuera tan frío.
— Si - suspiró Diane —. Quizá, el tiempo le ayuda a olvidar...
—No sé. Creo que no le gustamos — frunció el ceño.
Diane quiso replicar pero cerró la boca. Se notaba a la legua que su primo no estaba cómodo en la casa, aunque su tía trataba que su estancia fuera lo más cómoda posible, no lo conseguía.
— Voy a hablar con él - dijo de pronto Cassie.
No hizo caso a los reparos de su hermana.
Él se había ido más allá del jardín. Estaba acercándose al lago.
— Eh, tú — sus piernas cortas intentaban dar alcance a su primo, que era más alto y andaba dando grandes zancadas.
La ignoró por completo y eso enfadó aun más a la niña rubia.
— Espera —corrió hacia él y le cogió de la manga.
— ¿Qué quieres? — le preguntó de malos modos y se soltó de su mano.
No le gustó para nada su tono borde.
—Me gustaría saber que te hemos hecho para que te comportes como un maleducado. Tu prima te ha invitado a jugar y le haces ese feo yéndote sin más.
Estaba cansada de sus desprecios y de su actitud a la defensiva.
— Crees que me importa tu opinión —la miró de arriba a abajo como si fuera un bicho —. Déjame en paz. No tienes derecho, no eres mi familia. Ni mi prima aunque mi tía se haya casado con tu padre.
No había gritado. Aun así sus palabras tenían el poder de hacer daño.
—Eh, no me faltes el respeto —lo señaló con el dedo —. ¡Cómo lo hagas la próxima vez...
— ¿Qué me vas a hacer? — se le encaró —. No creo que puedas hacer nada. Eres pequeña y molesta como un mosquito.
Cassie lo vio todo rojo. Dolida lo empujó con toda sus fuerzas que le permitió su pequeño cuerpo. Pero no calculó bien y el muchacho sorprendido, que no esperaba el gesto de la niña, cayó al agua del lago.
—¡No sé nadar! — gritó el joven angustiado por acercarse a la orilla y no podía.
La pequeña asustada gritó:
— ¡Ayuda, por favor! — buscó con la mirada a ver si había alguien.
Vio impotente como el muchacho trataba de salir a la superficie. Parecía que le costaba más.
Cassie lloró y se acercó. ¡Tampoco ella sabía nadar!
— Aguanta — le susurró y se mordió el labio.
Vio por el rabillo de su ojo correr alguien. Estaba tan mal que no se fijó quien era su salvador. Menos mal que ayudó a Matthew a salir y salvarlo de una muerte segura.
Matthew en cuanto salió, dio tumbos hasta quedarse tumbado de espalda a la hierba, pálido y muerto de frío. Cassie fue directa hacia él.
— Lo siento, no pretendía hacerlo - se había llevado por un impulso. Tenía el corazón encogido por la culpa. Nunca fue su intención de hacerle daño.
Matthew la miró con odio sin pronunciar palabra. Cassie sabía que su odio hacia ella era irrevocable.