Cassie estaba más calmada. Peter la había consolado para sorpresa de ella ya que conocía solo una parte de su personalidad, una que no era muy buena. Por eso mismo, cuando le dio unos consejos y le tendió su pañuelo para secar las lágrimas, mostró que era un chico amable y agradable. Nunca antes le había tratado con amabilidad.
Regresó a casa con una sonrisa tímida en los labios. Sin embargo, esa sonrisa despareció cuando su madrastra bajó las escaleras y la miraba fijamente. No apartó su mirada de ella hasta que se detuvo enfrente sin perder el porte digno de una reina.
—Mi sobrino dice todavía que tuvo la culpa él - ladeó la cara y se dio unos golpecitos en los labios como pensativa —. Pero no le creo.
La niña se puso seria. No le estaba gustando la dirección que iba esa conversación. La duquesa se inclinó, poniéndose a la altura de su hijastra.
— ¿Qué ha pasado a fuera? — su tono era afilado.
—Matthew se cayó al agua — un escalofrío le recorrió por el cuerpo. No era mentira del todo.
— Mientes —Cassie tembló ante el tono afilado de la altiva mujer —, Algo me dice que fuiste tú.
Su mirada como sus palabras la acusaban.
—No sé por qué mi sobrino te protege— le agarró del brazo, la niña se quejó—. No permitiré que no acerques y le hagas daño. ¿Ha quedado claro?
El duque apareció en el salón donde estaban ellas. La duquesa fingió mantener una conversación en tono suave con la niña, actuando como una experta actriz ante los ojos de su marido.
— Ahora, mi pequeña puedes irte a tu habitación —dulcificó la voz.
Le dio una palmada cariñosa en la espalda de la pequeña. Ésta sintió arder de la rabia por dentro.
Cassie miró a su padre luego a ella. La odiaba.
Abandonó el vestíbulo y subió corriendo hacia su habitación... Pero antes fue a ver al convaleciente. Tenía aún el sentimiento de culpa en el cuerpo. Le angustiaba pensar que el joven estuviera mal por su culpa aunque no fuera intencionado. Tocó la puerta y entró sin esperar el permiso de él.
Se adentró más a la habitación que estaba caldeada por un buen fuego. El protagonista de sus pensamientos estaba en la cama. Tenía puesto como dos o tres mantas para darle calor.
— ¡Vete! —su voz azotó como un látigo en medio del silencio y el crepitar del fuego.
Pero la niña no se fue, en cambio, se acercó más él.
— No me voy —replicó con tozudez—, Quería pedirte perdón por lo ocurrido en el lago.
El joven apartó la mirada y apretó los labios en una línea fina. Parecía disgustado con su presencia. No estaba contento por sus palabras.
— No quiero tu perdón —volvió a mirarla, esta vez con más intensidad, se levantó de la cama en un hábil y rápido movimiento.
Parecía de pronto recuperado y sano. A pesar que su color de piel, más pálido de lo normal, dictaba lo contrario.
— No lo quiero — repitió recalcando cada palabra en frente de ella.
Cassie se tragó el nudo que tenía en la garganta. ¡Quería llorar!
— No veo que sea sincero — fue como un hachazo cortando con rudeza una flor. La niña jadeó —. No me creo tu arrepentimiento.
—¡Eres un idiota! — gritó dolida por sus palabras —, O mejor dicho lo soy yo. Creí que se podía hablar contigo. Mi perdón es sincero. Pero ya veo que sigues siendo un borde y una mala persona.
Él se encogió de hombros.
— Me da igual tu opinión, primita — puso más énfasis en la última palabra—. No eres nada importante para mí.
—¡Lo mismo digo! — aunque no quería hacerlo, lo dijo con toda la saña que podía —. Ojalá Peter no te hubiera ayudado.
Antes que las lágrimas pudieran salir a la superficie de sus ojos, se marchó enfadada y muy dolida dando un portazo en la puerta. El joven cansado por el simple hecho de haberse levantado, volvió a la cama.
Se había comportado como un cabrón. Pero no podía permitir que nadie más se acercara a él. No quería establecer lazos con nadie, ni siquiera por esa niña que aún le seguía pareciendo un ángel caído del cielo.
No la quería.
A pesar que algo le ocurría cerca de su pecho cuando la veía aparecer.
***
La relación entre Cassandra y Matthew fue de mal a peor. Era insostenible. El ambiente se podía palpar por la tensión que los dos emanaban. Ya no se soportaban estar en la misma habitación. El duque trató que los dos limaran asperezas pero fue imposible. Cassie después del accidente en el lago comenzó a sentir un animadversión hacia él, mientras que el chico hacía todo lo posible para no coincidir con ella en el mismo espacio. Si llegaban a coincidir, saltaban chispas en el ambiente. Hubo una ocasión que los dos se tiraron al suelo ante la mirada incrédula de las visitas. El duque los castigó sin cenar una noche. Pero... eso no evitó que siguieran odiándose y peleándose cada rato que podían.