Devonshire
Cassie estaba impaciente y nerviosa tanto que no podía controlar el temblor que le recorría por el cuerpo. Había llegado a casa. ¡Por fin! Después de cinco años. Respiró y olió a ese aire particular procedente del verde prado; también, escuchó el sonido de los pájaros que volaban sobre el cielo. Su familia estaba a fuera esperándola. Incluso pudo divisar por la ventanilla la figura imponente de la duquesa.
Irguió de hombros y el lacayo abrió la puerta. Lo que pensaba decir se esfumó de su mente cuando vio a su padre abrir los brazos y fue directa hacia él.
- Mi niña - musitó sobre sus cabellos -, mi preciosa hija.
Sus palabras la conmovieron tanto por dentro que se le olvidó de un plumazo el rencor que había guardado hacia su progenitor. ¡Era su padre! Lo quería a pesar de los cinco años que estaba apartada de ellos por esa odiosa decisión.
- Te he echado de menos - rio entre lágrimas que su padre enjuagó con calma con sus pulgares.
- Eres Cassandra, mi hija querida.
Asintió y tocó el turno de la duquesa.
- Te veo cambiada, querida- su mirada seguía siendo glacial y fría como la de una reina y le dio un abrazo que fue indiferente para las dos-. Te ha sentado muy bien estar en el internado.
- Gracias, madre - aunque le diera mil patadas decirlo, sabía que su madrastra le disgustaba que se lo dijera en un tono de displicencia.
- Hola, pequeñaja - le asaltó una voz masculina por detrás.
- ¡Julian! - de pronto se vio envuelta por los brazos de su hermano - ¡Para, por favor! - le soltó cuando el tonto de su hermano empezó a dar vueltas con ella.
- Cassie, estás ... - se detuvo y le echó una mirada de arriba a abajo, igual que lo hizo ella. Julian se había convertido en un hombre. Un hombre que más de una traería de cabeza - Estás guapísima. Me temo que tendré que vigilar a nuestro vecino.
Obvió el tono sarcástico con que pronunció "vecino".
- ¡Hermana! - le interrumpió una muchacha morena que se lanzó sobre ella y casi las dos se caían en el suelo.
- Diane - la abrazó en cuanto la reconoció. Era su hermana.
Además de Peter, Diane siempre le había enviado cartas contándole todo, incluso de los planes de su hermano que parecía estar interesado en una joven de la provincia. Más tarde, hablaría con su hermano.
- Menos mal que has llegado - Cassie se emocionó y lloró de nuevo, contagiando a Diane.
- Vamos a la casa; dentro estaremos mejor - dijo con voz firme pero emocionada del duque que se acercó donde estaban los jóvenes- Nos tienes que contar un montón de cosas.
Cassandra entró de nuevo en la casa abrazada por Julian y seguida por el resto de familiares. Menos la duquesa que se quedó rezagada y con la cara de amargura que trató simular con una mueca de fastidio.
...
La joven llegó algo cansada a su alcoba después de estar conversando horas y horas con su familia. Le había puesto al corriente de todo lo que le había ocurrido en el internado desde la última vez que se vieron, que fueron las navidades pasadas. Alguien tocó la puerta y por la voz supo que era Diane:
- ¿Has terminado de guardar tus cosas? - preguntó.
- No, pero Sandy y yo estamos casi terminando - su doncella asintió mientras las dos se ayudaban en guardar los vestidos.
- ¡Qué alegría que estés aquí! - se sentó sobre la orilla de la cama -. Cuando padre dijo que regresabas, aún no me lo podía creer. Me sentía tan sola...
- ¿Sola? - frunció el ceño y observó como su hermana sonrojaba, se le había escapado.
- Tu hermano casi siempre no está en la casa.
- Me acuerdo que me dijiste que está detrás de la hija del vicario.
- Sí - suspiró y Cassie se fijó en la mirada triste de su hermana -. ¿No te gusta?
- Si. No. No sé - por su expresión estaba contrariada - No conozco a la muchacha, la he visto un par de veces cuando hemos ido a misa.
- Me entra curiosidad por conocerla, a saber si sería una buena cuñada o una bruja.
Diane se rio aunque trató tapar la carcajada con la mano. Pero fue imposible.
- Echaba de menos tus comentarios.
- Yo de estar aquí, Sandy puedes dejarlo y retirarte ya sigo yo - quedaba poco por meter que no le importó hacerlo ella misma.
- Buenas noches, señorita.
Cassandra metió dos vestidos que estaban aún en la maleta y cerró el armario.
- Sé qué ha sido difícil cuando no estaba aquí, pero ya no estarás sola Diane.
- Gracias, además las vecinas y amigas de mamá no son de mi agrado - frunció el ceño -Siempre están de visita. Es un poco agotador.
- A mi tampoco me agradaba por lo que yo recuerde. Son unas víboras, que seguro ahora están más al acecho por mi cortejo.
- ¿Es verdad? - Diane esbozó una sonrisa picarona -. ¿Cómo fue que Peter y tú...?
- Bueno - se sonrojó sin poderlo evitar y puso cara de ensoñación-. Al principio no era algo en serio. Era una llana amistad, pero debo decir que con el paso del tiempo se ha formado algo sólido y bonito entre los dos. También, tengo que agradecerle su valentía al pedir a nuestro padre que me corteje. Gracias a él estoy aquí.