Querida Diane:
Los días pasan lentamente desde los últimos acontecimientos que te conté hace dos semanas atrás. A veces pregunto si el día que te fuiste a Bath debería haberte acompañado. Por desfortuna mía no lo hice. Desde tu última carta no ha ocurrido nada extraordinario que merezca mencionar. Bueno, contarte que padre ha decidido que debido a mi comportamiento, tildado de inadecuado e indecoroso, debo acompañar a la duquesa a todos los eventos sociales. Me mostré reacia a su decisión pero tengo acatarla después que Peter pospusiera el enlace. Aunque él me aseguró que eso se quedaría en la intimidad de nuestras familias, no puedo evitar tener la sospecha que las miradas de los vecinos más cercanos, allegados nuestros y personas que simplemente creen que tienen el derecho de juzgarme lo saben.
No hace falta ser ciego o sordo para darse cuenta que en las fiestas que ambos hemos estado presentes, hemos estado distanciados en una correcta pero fría cordialidad. Ahora somos dos conocidos que nos miramos y sentimos más que nada que la culpabilidad, la impotencia y la desconfianza. ¿Cómo puede ser que haya sido un apoyo, tan importante para mí, luego se comporte con tanta frialdad? Odio a donde he llegado, odio que se comporte como los demás que creen conocerme y sólo me juzgan por unas normas establecidas.
Ay, hermana. Nuestra posición como mujer es tan vulnerable, no podemos dejarnos llevar por nuestros impulsos, emociones y sentimientos; no podemos ser nosotras mismas. La sociedad lo impide con esa actitud hipócrita y doble moral. Desearía que estuvieras conmigo pero no debo ser egoísta. Nunca contigo, y más cuando llevas ese peso en el corazón.
No quiero mostrarme pesimista con esta carta, mucho menos preocuparte más de lo debido. Espero que tus días en Bath no sean tan aburridos como los míos.
Con cariño de tu hermana Cassie.
P.D: Como me preguntaste por él en la última carta, decirte que se encuentra bien.
La joven de cabellos rubios cerró el sobre que contenía la carta que le enviaría a su hermana Diane. La miró por un momento antes de dejarla en el escritorio. Cogió otra cosa, una nota que estaba abierta y cerca de su mano. No pudo evitar el temblor que le recorrió por el cuerpo cuando la leyó de nuevo:
"Te está siendo infiel"
Las letras eran de una escritura fina y elegante pero el mensaje en sí no era elegante. Ni agradable. Un nudo se le formó en el estómago. Cerró la nota como muchas veces había hecho desde que la recibió. No se lo había contado a su hermana. No quería preocuparla. Aunque trataba de ser indiferente y mantenerse cuerda, no lo estaba. Desde que la leyó, esas palabras se asomaban por su mente y corazón como garras heladas.
Fue una tarde que había acompañado a la duquesa (como castigo a su comportamiento) a tomar el té. Hastiada y cansada del cuchicheo, de las altivas miradas que había recibido esa tarde, fue hacia su dormitorio a descansar cuando vio la nota por primera vez. Estaba puesta encima de la colcha. No le dio importancia, incluso cuando la leyó pensó que era una broma pesada de alguien que quería enfadarla. Pensó en su "primo". Él podría haberlo hecho para molestarla de nuevo.El señor Lombart no había aparecido de nuevo en su vida desde aquello. Mejor no recordarlo. Él había tomado la decisión correcta de no presentarse de nuevo, ni coincidir con ella en las fiestas. Si lo llegara a ver lo ahogaría con sus propias manos.Las ofensas no se olvidaban tan pronto. El perdón no era una opción que pensar. Él recibiría ese castigo que ella estaba sufriendo por no comportarse con recato, como una dama debería ser. Sin embargo, su hipótesis se debilitaba conforme pasaba el tiempo y más cuando Peter esquivaba su mirada cada vez que ella se encontraba con él.
¿Si fuera cierto?, esa pregunta rondaba en su mente. Una pregunta mal sana que le hacía retorcerse por dentro.
No quería desconfiar pero algo... muy en el fondo de su corazón dudaba. No podía hacerlo por una nota misteriosa que había recibido, cuya procedencia y el emisor le eran desconocidos. Quizá fuera una burda mentira. Un engaño, un simple espejismo que hacía provocar más daño.
Cabeceó y soltó la nota. No debía pensar más en ello; tenía que seguir adelante aunque parte de su familia no estaba de su lado. Su padre seguía ciego con su madrastra, su hermano era un perrito faldero de su prometida. ¡Cómo podía ser que los hombres de su familia fueran tan absurdos, ciegos y tontos! Estaba decepcionada con ellos. Aún permanecía fresco en su mente su falta de apoyo, sus recriminaciones y reproches. Menos mal que estaba su nana con ella, sino se hubiera vuelta loca. Ella fue la única que le mostró su cariño y ese apoyo que no se pedía, sino que lo daba libremente sin cuestionar, ni juzgar a la persona que tenía delante.
Su doncella la llamó. Estaba esperándola para vestirla y peinarla. En esa noche tenía que mostrar entereza y fuerza. Si Peter de verdad la estaba engañando o no, lo descubriría pronto. Las mentiras tenían las patitas cortas. Tenía la sensación que la nota que recibió no sería la primera. Tras esa noche, no se equivocó. En la cama le esperaba otra nota por abrir. Esta era mucho más reveladora que la anterior. La cogió entre sus manos temblorosas, no la abrió hasta que su doncella la dejó sola. Esa nota le decía con la misma escritura elegante: