No me esperes

14

— Papá, llegué —grité al cerrar la puerta de casa.

No escuché respuesta alguna, así que supuse que aún no llegaba o probablemente esté dormido.

Estaba yendo a la cocina por algo de tomar cuando escuche que la puerta principal se abría.

— ¿Hija? —dijo papá en voz alta, probablemente vio mi chaqueta en la entrada.

— Acá en la cocina —respondí.

— ¡Qué agradable sorpresa!

— Vine a pasar unos días contigo —comenté mientras lo abrazaba fuertemente.

— ¿Estás bien? —susurró sobre mi cabeza con un ligero tono de preocupación en su voz. Bastó solo esa pregunta para que me derrumbara y las lágrimas empezaran a salir.

Habían sido días duros y necesitaba estar cerca de papá, quería ser por lo menos unos días ser la niña de papi. No me presionó para hablar, esperó a que me tranquilizara, sabía perfectamente que hablaría cuando me sintiera lista para hacerlo.

 — ¿Soy una persona difícil de querer? ¿Por qué siempre me lastiman las personas que amo? —ni siquiera sabía el por qué hacía esas preguntas.

Papá me vio con preocupación en sus ojos, aunque lo conocía muy bien y no le gustaban mucho mis preguntas.

— A las personas les cuesta entrar en esos muros que te has empeñado en construir, pequeña. Algunos se rendirán rápido, pero otros buscarán la manera para llegar a ti y serán pacientes, porque muy en el fondo saben que eres una gran persona que tiene muchas cosas que ofrecer. Las personas siempre nos lastimarán y eso siempre nos causará dolor, este será más fuerte si es provocado por aquellas personas que amamos, pero ese es el riesgo al que nos enfrentamos.

— Sí, pero me refería al por qué mamá no me quiere. Todo estaba bien, pero después cambió conmigo. No le importó correrme de casa, ni siquiera intentó comunicarse pronto conmigo para saber si estaba bien o como iba en rehabilitación.

— No digas eso pequeña. Sabes que tu madre te ama demasiado, aunque haya tomado decisiones que te dolieron. Es tu dolor el que habla ahora —dijo con una pequeña sonrisa triste.

Papá nunca ha hablado mal de mamá. Sé que le duele la manera en la que me ha tratado, pero no dirá nada que me haga tener una mala imagen de mamá.

— ¿No sé supone que los padres deben estar siempre para sus hijos?

— Pero no es así en todos los casos. No olvides que me tienes a mí, siempre trataré de estar contigo, incluso si dejo de estar en este mundo. Eres a quien más amo en este mundo —dijo con la voz entrecortada.

Las lagrimas amenazaron con volver a salir, me encontraba agradecida por tener un padre como el mío, no podría imaginarme una vida sin él.

— Te amo mucho, papá.

— Tu mamá me llamó —dijo después de unos segundos en silencio, esa era una gran novedad—. Yo también me sorprendí —agregó al ver la expresión de mi rostro.

— ¿Qué quería? —pregunté mientras me sentaba en la encimera de la cocina. Papá me dio una mala mirada y yo solo me encogí de hombros. No le gustaba que me siente ahí, decía que para eso había sillas.

— Me preguntó si estaba contigo en casa.

Sabía que le había dicho algo más, lo podía ver en sus ojos, pero no me lo diría.

— Me sorprende que te haya llamado para preguntarte solo eso —comenté.

— Dijo, que se le hizo haberte visto afuera de su casa, pero cuando salió no había nadie. Solo alguien corriendo.

Maldición, por lo visto no me había creído.

— ¿Por qué iría allá? —solté con nerviosismo.

Papá me miró con los ojos entrecerrados, analizando algún detalle que me delatará.

— Además, me llamaron del instituto diciendo que habías faltado a clases. Así que ¿en dónde estabas Ally?

Solté un suspiro de resignación y empecé a relatarle todo lo que sucedió, omitiendo algunos hechos, obviamente.

— Podrías haberme pedido que te acompañe, no tenías que enfrentarte a eso sola —dijo cuando acabé de hablar. Él sabía muy bien cuanto me costaba regresar a ese lugar.

— Es algo que debía hacer sola, papá. ¿Podemos salir a cenar a fuera?

— Si no te molesta en sacar la mesa y las sillas al jardín —dijo en un tono burlón.

— ¡Ay! Sabes a lo que me refiero papá.

 — Lo sé, déjame ir por algo más cómodo que esto —dijo señalando su traje—. Nadie del instituto me llamó —dijo antes de desaparecer por las escaleras que llevaban al segundo piso. Me había tendido una trampa y caí. Mierda.

Los días con papá pasaron muy rápido, no quería que estos días terminarán, pero cuando me di cuenta ya había vuelto a mi casa.

***

— Hola, Ally, ¿te gustaría ir por un café? —preguntó Jake en un tono nervioso, cuando me estaba dirigiendo a mi casillero.

— Claro, por qué no —le dije. En estos últimos días nos habíamos hecho muy unidos, me gustaba estar con él. No de un modo romántico, claro está.

Su cara tomó una expresión de sorpresa, como si hubiera esperado a que le diga que no.

— ¿Por qué pareces tan sorprendido? —pregunté, intentando que una pequeña sonrisa no asomara en mis labios.

— Hmm, no estoy sorprendido, solo que pensé que tenías que hacer algo después de clase o yo qué sé —dijo muy rápido. Apenas le pude entender, pero se veía muy tierno. Alto, alto, ¿yo acabe de pensar eso?

Iba a decir algo cuando de pronto sentí su mano alrededor de la mía y una sensación extraña se asentaba en mi estómago. Seguramente se me ha pegado algún virus.

— ¿Cuál es tu café favorito? —pregunté mientras nos dirigíamos a la salida del instituto. — ¡Ay! No respondas, ya me acordé de que te gusta el espresso.

Jake soltó una pequeña sonrisita ante mi último comentario.

— No tengo café favorito. Aunque creo que si lo tuviera sería aquel que elegiste para mí ese día.

Una sensación de emoción recorrió mi cuerpo, saber que podría considerar como favorito algo que yo elegí para él me hace sentir bien. Sin duda me agrada, pero es algo que no admitiría abiertamente frente a él.




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