Desperté antes del alba. Edrea me miraba con los brazos cruzados.
Edrea me señaló un camino sin vegetación.
El bosque estaba en su esplendor ahora mismo. Todas sus plantas se abrían ante el sol y sus raíces se extendían por todo el suelo.
Me desnudé y me metí en el lago. A lo lejos vi a Edrea hacer de guardia. Nunca cambiaría.
Salí del lago y me puse un vestido verde agua con mangas abullonadas y mis botas. Hoy dejé mi pelo suelto.
Me senté en el suelo al lado de Heiko y desayuné en silencio mientras él comía sus zanahorias.
Al terminar me monté en su lomo y cabalgó hasta que el sol se puso.
Me giré pero no vi nada. Todo seguía igual. Así que seguí cabalgando hasta que decidí subir a un árbol para ver la altura que quedaba para llegar a Kooprents. Quedaba bastante. Todavía no distinguía el río.
Me quedé quieta el ver una silueta quedarse justamente debajo de la rama. Era una persona. No era Edrea. Era una persona viva que miraba con impaciencia a los lados.
Pasé mi peso de una pierna a otra para que no se me cansasen y de pronto la rama crujió.
¡Crac!
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Editado: 20.09.2024