Llevábamos andando un día. Al retroceder y parar, nos quedaba el mismo camino, pero más días. Edrea me había dicho que como siguiésemos así, dos meses nos quedaban como mínimo para llegar a Kooprents.
Derek tomaba mi mano y yo reía de la anécdota que había contado.
Había comenzado a ver mis cicatrices con cariño. Derek me había enseñado a verlas así.
No sabía que una de ellas formaba una No me olvides hasta que ayer me fijé en ellas. Me di cuenta de que era preciosa.
De que ese trozo de piel cicatrizada era igual de bonito que todo lo demás.
Solo era una zona que necesitaba más cariño. Ya que parecía temeraria, pero en el fondo eran inofensivas, preciosas.
***
Paramos para almorzar. Estábamos uno frente a otro. Yo no podía dejar de mirarlo.
Desde que habíamos tenido esa charla personal sobre mi pasado, me sentía más cercana a él. Con más confianza a la hora de decir mi dolor. A la hora de hablarlo.
Porque me gustó hablar de mi dolor, Derek me lo hizo saber escuchándome. Porque este se dormía mientras yo lo nombraba.
Derek no paraba de hablar. Yo lo escuchaba alelada, me sentía en una nube.
Un nudo se formó en mi estómago. Las lágrimas bañaron mis ojos y sonreí mirando a Derek.
Se dice, que cuando una mariposa se te posa en la cabeza, estás experimentando un cambio interno.
Después llegó otra mariposa, una mariposa monarca, esta se posó en mi pierna.
No pude evitar derramar una lágrima.
Las mariposas monarcas, son el alma de los muertos. Anuncian que un ser querido fallecido nos llama.
Derek sonrió y acarició mi mano para acto seguido abrazarme.
Pensé en Edrea, pero este apareció frente a mí.
Asentí y desapareció, ya que Derek se estaba alejando del abrazo.
La mariposa monarca siguió ahí.
Cuando me levanté con Derek de la mano y comenzamos a caminar, la mariposa siguió enganchada a mí.
Acaricié al insecto y seguimos caminando hasta que la mariposa se fue.
Sonreí y seguimos los dos andando en silencio.
Amaba el silencio. Y más si era como este.
Yo solo podía pensar en una cosa.
En la mariposa monarca que se había pegado a mí y no se había alejado.
Y esta vez, para mi sorpresa, cuando pensé en Él, no lo hice con dolor o culpa.
Lo hice con cariño y amor.
Porque Él ya no iba a volver, me había quedado claro. Y yo no podía aferrarme a una cuerda suelta. Así que dejé que fluyese el día, y cuando tenía que pensar en ÉL lo hacía con cariño y amor. Fue un accidente, como todas las muertes. Pero yo tenía que seguir. No podía quedarme anclada en aquel día.
Y eso es lo que haría de ahora en adelante.
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Editado: 20.09.2024