Derek estaba tumbado a mi lado con una gran sonrisa. Acariciaba mi mano y me miraba con sus ojos verdosos. Había leído mi cuaderno después de insistir. Dejé que lo hojeara. No supe que había leído hasta hoy.
Una boba sonrisa apareció en mi rostro. Nos quedamos así, mirándonos, como cada día. Por la mañana andábamos y después de almorzar y andar otro poquito más, nos tumbábamos en la hierba y nos quedábamos así, mirándonos.
Su aliento golpeo con suavidad mi rostro. Estábamos a centímetros, nuestras narices se rozaban. Mi pulso iba a mil. Mi corazón iba frenético.
Derek asintió y nuestras narices se rozaron.
Sonreí y su mirada bajó a mis labios. La mía lo hizo a los suyos. Acaricié su rostro. Llevaba tiempo queriendo hacerlo. Tenía la piel rasposa por la barba de pocos días. Acaricié su pelo, su nuca. Un escalofrío le recorrió.
Sus pupilas se habían dilatado tanto que no quedaba casi nada de sus verdosos ojos.
Sus ojos brillaron de una manera exótica y yo sonreí cuando vi su sonrisa, sus comillas.
Edrea tenía una botella de vino.
Reí y miré a Derek.
Sentía la mirada de Edrea sobre nosotros, pero no me importó.
Derek me miraba con una sonrisa brillante. Sus ojos estaban deslumbrantes y sentía mi pulso explotar.
Su mano estaba apoyada sobre mi cintura. La mía sobre su brazo. Sentía que estaba en una nube. Una nube de la que no quería bajar nunca.
Pero todo se vio interrumpido por su estornudo.
En ese momento me puse alerta. Derek podía resfriarse y necesitar un fármaco. Lo veía con menos inmunidad que yo.
Derek suspiró y yo me levanté. Cogí una toalla de la maleta y me dirigí al lago, que seguía estando frío. La mojé y la estrujé y me dirigí hacia él. Se la coloqué en la frente y sonreí.
Derek me hizo caso y cuando se puso la camisa con su chaqueta, se colocó la toalla en la frente y se acurrucó en Heiko.
Comencé a andar por el bosque buscando la menta piperita.
Tenía que buscar miel, jengibre y limón. Cosa que haría aparecer, ya que no habíamos traído.
Cuando encontré la planta. Me senté sobre el cadáver de un árbol e hice el fármaco de miel, jengibre y limón. Cuando arranqué un tallo de menta piperita, cogí una hoja y las demás las guardé en el bolsillo de mi vestido.
Anduve de vuelta y miré a Derek tumbado. Me agaché y acaricié su rostro.
Derek abrió los ojos y me miró, después intentó sonreír.
Derek hizo una mueca al probarlo.
A malas ganas se comió la hoja. Después quité la toalla de su frente y volví a mojarla para colocarla de nuevo.
Estábamos a un metro del lago, cosa que me ayudaba a la hora de cambiar la toalla de su rostro.
Me levanté y cogí mis cosas. Me coloqué detrás de una piedra gigante y me bañé. Me quedé un rato en silencio, pensando. Mirando mis cicatrices. Me gustaba verlas. Me amaba.
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Editado: 20.09.2024