Desperté y Derek no estaba a mi lado. Tampoco estaba en el lago o en los alrededores. Heiko estaba dormido, así que lo desperté.
El bosque ese día estaba diferente. Sentía las vibraciones más altas. Algo estaba pasando y el pálpito que tuve hace semanas volvió a resurgir, pero yo estaba presa del pánico para darme cuenta de que iba directa a la boca del lobo.
Y tuve miedo de que le hubiese pasado algo a Derek.
Pensé entonces en que las cosas seguían raras entre nosotros. Que la grieta seguía ahí.
Nunca te das cuenta de que la has liado hasta que esa persona desaparece y te recriminas por no haber solucionado nada.
Por no haberte dado cuenta antes de que la has liado.
Las grietas que tenían esa relación se vuelven más grandes cuando una de las dos personas desaparece sin dejar rastro. Los acantilados a los que te enfrentabas se vuelven más altos y mortíferos.
Pero todo por no solucionar las cosas. Por ser cobardes. Porque no había otra palabra para describirlo.
Era una cobarde. Lo admitía. Lo admito y lo admitiré siempre.
Mi corazón latía desbocado. No lo encontraba. Había subido a árboles, había gritado su nombre. Sentía el pulso ir más rápido que yo.
Cómo si estuviésemos en una carrera para ver quien llegaba antes a la verdad.
En mi mente, comenzó a reproducirse un pensamiento. Me encontraba a Derek tirado en el suelo, lleno de sangre. Me asusté, no quería que le pasase nada.
Y pensé.
Pensé en lo fácil que puede ser encariñarse de alguien. Porque para mí, fue fácil encariñarme de Derek.
Era como respirar, fácil.
Me di cuenta entonces, de que yo me había encariñado de Derek.
Me di cuenta de que me había encariñado, cuando me desperté y me costó no tenerlo a mi lado. Cuando ya no oía los ronquidos.
Cabalgué durante horas. Me había perdido. Ya no sabía hacia dónde tenía que ir. Así que busqué el lago, eso fue lo primero que hice.
Cuando lo encontré, cabalgué lago abajo y vi una cuesta.
Me resultaba familiar. Entendí, que me estaba acercando al punto de inicio.
Ahí recordé el día que Derek y yo corrimos bajo la lluvia. Edrea estaba ahí y corrió conmigo.
Así que seguí la colina cuesta abajo y vi la flor que comenzaba a crecer. Era la flor de corazón que plantamos juntos.
Sonreí.
Me di cuenta de los recuerdos que podías crear con una persona sin darte cuenta. De todo lo que podías vivir con alguien. De que cada segundo, es una anécdota. Una nueva vivencia, un recuerdo.
Y luego, me metí entre los árboles y lo vi, estaba encorvado, como si estuviese buscando algo.
Mi corazón se paró y volvió a latir con normalidad. Estaba bien, estaba vivo.
Este se levantó y caminó con la mano en la espalda. Al llegar a mi lado me dio unas gerberas.
Sonreí y bajé de Heiko.
Inspiré su aroma y lo miré con cariño.
Eran naranjas y rojas.
De la mano subimos la cuesta y caminamos en silencio.
Notaba a Derek extraño. Pero no le tomé importancia.
Todo había vuelto a la normalidad. Reíamos y hablábamos libres.
Había tenido miedo de perderlo.
Perderlo.
Era una palabra rara. Porque yo no podía perder algo que no era mío. Y Derek no era mío. Así que esa no sería la palabra adecuada para describirlo. Sería… Extraviarlo. Sí. Tenía miedo de que se extraviase.
Pero lo había encontrado y me sentía bien.
Aunque el pálpito estaba más latente, más alerta. Algo me decía que no debía de confiar. Pero no sabía ni en quién ni a quién.
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Editado: 20.09.2024