La vida, mi vida, me ha enseñado que para seguir adelante tengo que avanzar y no quedarme estancada, es necesario no tener miedo a lo que he dejado atrás.
Sé que los recuerdos siempre van a estar en mi mente y en mi corazón, queriendo de alguna manera salir hacia fuera. A pesar de ello, no tengo que temer a llorar y mostrar mis debilidades, al contrario, debería dejar mis sentimientos y mi pasado libre, capaz de emprender un largo viaje, dejándolos volar bien lejos.
Tengo que dejar salir mis recuerdos del ayer, tengo que recordar cada tiempo como si hoy lo estuviese viviendo nuevamente.
Tengo que permitir al ayer entrar en mi vida porque será la mejor manera de recordar, es imposible querer tapar esos recuerdos porque siempre acaban volviendo. Así que solo me queda añorarlos, añorar todo aquello que viví, cada silencio, cada nombre…
No puedo evitar recordar el pasado, ni puedo ni quiero. Tengo que permitir a mis lágrimas que se posen sobre mi cara y a mi corazón no dejarle reteniendo la amargura.
¡Tengo que sacarlo todo afuera!
Tengo que mirarme al espejo por un momento y pensar en lo bueno que me ha dejado el ayer, rescatar esas buenas experiencias. ¡Tengo que confiar en mí! Tengo que utilizar esas experiencias vividas para cuando me sienta sola y lo vea todo cuesta arriba y nada, nada parece tener un final. Tengo que detenerme y volver a respirar, volverme a encontrar.
¡Tengo que aprender a soltar!
Nunca puedo dejar de avanzar, aun con todos los recuerdos del ayer y todo el sufrimiento de lo que supuso “mi ayer”. Nadie, ni siquiera yo, puedo cambiar el pasado, porque ya se fue, pero queda en mí el reparar lo malo y rescatar las cosas buenas.
Tengo que amar cada instante vivido y soltarlo, porque todo lo que vive enjaulado no me dejará avanzar.
¡El ayer ya no es mío, tengo que soltarlo y dejarlo ir!
Hoy tengo ante mí una nueva oportunidad de volver a tener mi hoy y mi mañana como quiero. Sólo tengo que darme la libertad de soñar, de volver a amar, de volver a creer en las cosas, y a medida que vaya alejando el ayer de mi vida, todo comenzará a cambiar.
Y aquí estoy sentada, en esta mesa rodeada de gente, de gente feliz y alegre. Porque sí, esta gente tiene un motivo para celebrar, aunque yo no comparto ese mismo sentimiento. ¿Por qué? Porque simplemente mi vida se ha venido abaja sin ton ni son, sin pretenderlo.
La navidad es una de mis épocas favoritas y compartir esta cena con la gente que me rodea sería un sueño hecho realidad para mí, pero lo cierto es que no es así, nada es así.
Miro a mí alrededor y me topo con la mirada de mi padrino, a quien tengo sentado a mi derecha. Su preocupación inunda su cara aunque le devuelvo una tímida sonrisa intentando tranquilizarle. Pero Zizou, como yo le llamo, no se contenta con eso por lo que cuando intenta hablarme giro la cabeza en la otra dirección para evitar su interrogatorio.
Cuando al entrenador del Real Madrid se le mete algo en la cabeza no para hasta conseguir aquello que se propone así que sé que en cualquier momento tendré que hablar con él, pero no ahora.
Mi comida sigue intacta en el plato, no he podido comer absolutamente nada, mi tenedor da vueltas y vueltas a la comida. No tengo apetito, no tengo ganas de comer, lo único que quiero hacer es desaparecer de la cena.
Después de todo lo que ha pasado ¿qué hago aquí? No soy bien recibida, lo sé por cómo me han mirado los jugadores desde que entré por la puerta del comedor.
Pero tengo que aguantar, sí aunque me cueste mucho. Es momento de empezar a cambiar.
A pesar de todo mi mirada viaja a través de toda la plantilla del equipo del Real Madrid, me gusta verles juntos celebrando la típica cena de navidad. Pero unas miradas intensas me atraviesan por dentro.
Sí, ahí están. Esas miradas, esas personas. Esos chicos que hace un año cambiaron mi vida por completo y que ahora, por mi culpa, todo vuelve a cambiar.
Sus miradas son indescifrables. No sabría cómo interpretarlas.
Todo el mundo se levanta, todo el mundo grita y yo intento salir de todo este barullo. Pero cuando llego a la puerta tras despedirme de mi padrino y agradecerle por llevarme a la cena, dos personas se interponen en mi camino, sin darme opción a huir.
Sé lo que quieren pero no sé si estoy preparada para lo que va a venir. No sé si estoy dispuesta a que todo esto cambie, aunque muy en el fondo sé que todo esto ya está cambiando. Porque quiera o no es así. Yo lo sé y los dos chicos que tengo enfrente también lo saben. Lo sé por esas miradas serias, por esa tensión constante en su cuerpo.
Son mejores amigos, pero cuándo todo se centra en mí, son dos enemigos a matar. Y no quiero, no puedo con eso.
Ellos son mi mundo, giro entorno a ellos.
Y ahora no sé qué va a pasar.