“No hay nada peor que tener miedo a algo que no puedes ver pero sabes que está allí.
M.B”
Martes, 10 de abril del 2018.
Ayer al llegar a casa esperaba encontrarme con el charco de sangre frente a mi puerta pero cuando llegué no había nada. El vecino en verdad debió sentir la necesidad de limpiarlo todo.
Aunque tengo su número nunca lo llamé, todo se soluciono y estaba demasiado cansada al llegar a casa así que decidí no hacerlo. El pobre debió seguir sintiéndose culpable por no haber hecho mucho ayer y no quería estar molestándolo. Bueno, ahora sí.
Esconderme tras los arbustos ya no es tan molesto como la primera vez, el vecino sale y mira la nota. Es raro porque trae su bastón cuando no suele salir con él para ver mis notas, esta vez no mira el pedazo de papel en la puerta sino que mira justo donde estoy oculta, no me digas que…
—Tú —Su bastón está apuntando en mi dirección y bajo la cabeza lentamente. Cierro mis ojos con fuerza mientras hago una mueca—. Sal de allí bola de gérmenes quiero hablar contigo.
Abro los ojos lentamente y asomo la cabeza, él parece frustrado. Me levanto y miro detrás de mí y luego me apunto con el dedo índice para estar segura de que se refiere a mí.
— ¿Ves otra bola de gérmenes por aquí? —No respondo y rueda los ojos—. Oh dios, ya me estoy arrepintiendo —Salgo de mi escondite no tan escondite y camino hacia él. Subo los escalones y él me detiene en el penúltimo con su bastón—. Mantengamos está distancia.
Aunque creo que es una exageración de su parte asiento con la cabeza.
— ¿Seguirás llamándome bola de gérmenes? —Él asiente—. De acuerdo, Señor Nieves.
Él frunce sus labios rojizos con desagrado.
—No me llames así —Aclara su garganta—. Dijiste que tienes miedo a las alturas ¿Verdad?
—Un pavor que ni te imaginas —Pff, si supiera que en España he hecho salto en paracaídas unas miles de veces. Llevo mi mano derecha en mi frente para enfatizar mi disgusto—. Es tan frustrante no poder mirar hacia abajo por temor a caer.
Él suspira, pasa una de sus manos por su cabello perfectamente peinado y asiente.
—Me lo imagino y te entiendo perfectamente —Eso me sorprende—, después de ayer creo que esto ya es grave.
Eso no lo esperaba, bajo mi mano al costado y lo observo.
— ¿Estás considerando mi ayuda?
—Sí, y estoy comenzando a arrepentirme
Sonrío, en verdad lo hago. Mis labios se curvan y él me mira asustado.
— ¡Esto va ser genial! —Chillo y él pega un brinco sin bajar el bastón, éste continúa apuntándome—. He planeado muchos sitios a donde ir…
El señor Nieves sigue con el rostro desencajado, está asustado pero yo sigo parloteando.
—Creo que yo mejor me voy…
— ¡Alto allí! —Digo dando un salto a otro escalón. Él retrocede un paso y vuelve a apuntarme con el bastón—. Ya aceptaste y recuerda que tú también debes ayudarme, esto es trabajo en equipo.
Él asiente.
— ¿Cómo te llamas? —Pregunta con atención. Le paso la mano como saludo enérgicamente.
—Sandra Castillo, su compañera de fobia para servirle.
Me mira con los ojos curiosos, yo intento imitarlo lo cual logra ponerlo nervioso y carraspea pero no extiende su mano.
—Noah Myers, y no soy ningún compañerito tuyo.
—Noah —Susurro probando el nombre en mis labios. No está mal. Bajo la mano algo incomoda.
El nombre le va, el Señor Nieves parece ser frío cual nieve pero cuando tiene esos pequeños ataques de pánico, susto, solo me recuerda que es un bebé grande que no ha explorado el mundo como se debe.
—No malgastes mi nombre —Dice con disgusto—. Primeramente tenemos que hablar sobre las reglas.
— ¿Reglas? —Pregunto confundida.
Él asiente y baja lentamente su bastón.
—Pero para eso debemos entrar —Dice señalando su puerta.
—Espera… ¿Quieres que esta bola de gérmenes entre a tu casa?
Él sonríe y eso me asusta.
—Quédate aquí.
Me deja afuera mientras entra a su casa a toda velocidad. Creo que tengo miedo, que él sonría no es buena señal y mucho menos de la forma en la cual lo hizo aunque debo admitir que tiene una bonita sonrisa.
¿Y yo que hago pensando en su sonrisa?
Me doy una palmada en el cachete derecho para reaccionar y termina doliéndome más de lo esperado. Joder.
Noah sale por la puerta y mi boca se abre al verlo, mierda, ayudarlo va ser difícil. Trae puesto un tapabocas, los guantes esterilizados siguen en sus manos y trae un pote de spray y otro que no logro identificar.
—Que crees que…
Splash. Rocía el contenido por mi rostro y comienzo a toser. Me rodea sin dejar de esparcir el contenido a mi alrededor y me cubro el rostro con mis manos, cuando se detiene abro los ojos y él ya no está en mi frente, vuelve a salir de su casa y me extiende un paquete de toallitas.