No podía creer lo estúpida que había sido al siquiera pensar que el señor nieves me besaría… ¿Por qué si quiera lo permitiría? Jugueteo con mis manos, siento que comienzo a sudar pero culpo a la falta del aire acondicionado del auto, Noah no lo ha encendido todavía.
Sé que debo volver a bajar porque deje mi mochila en el suelo cuando estábamos hablando con los oficiales, pero siento tanta vergüenza que prefiero quedarme aquí adentro ¿Sería muy tarde ya como para llamar al Fiscal y decirle que quiero ir con él? Escucho a Noah abriendo la cajuela de atrás y por el retrovisor lo observo justo en el momento que lo cierra así que salgo del auto corriendo hacia las escaleras donde deje mi mochila, cuando subo el último escalón muerdo mis labios con nerviosismo. De acuerdo Sandra, tu solita te metiste en este embrollo así que toma las riendas en este asunto, si pregunta algo solo dile que tenerlo muy cerca era tan desagradable que tuviste que cerrar los ojos. Sí, eso suena bien.
Tomando una gran bocanada de aire y con mochila en mano vuelvo a bajar los escalones, Noah está rociando contenido en el asiento del pasajero y ruedo los ojos.
—Ponme eso rápido —Él voltea con una ceja arqueada en mi dirección pero yo cierro los ojos y extiendo las manos. Siento el contenido siendo rociado y arrugo la nariz al olerlo, lo que uno tiene que hacer por un idiota.
Me rocía el contenido desde una distancia prudente y subo al auto sin decir nada o pedir permiso, dejo la mochila en mi regazo porque no sé si puedo dejarla atrás y me abrocho el cinturón mientras lo espero. Bien, solo debo actuar como siempre aquí no hay ninguna razón por la cual debo sentirme nerviosa, pero cuando apenas entra al auto siento mis mejillas arder por lo que desvío mi mirada hacia la ventana.
No lo miro pero sé que debe estar abrochándose el cinturón, el auto se enciende y por fin siento el aire acondicionado. Perfecto, eso ayudara con mis mejillas rojizas.
—Sandra…
—¿Qué opinas sobre ir al psicólogo? —Suelto antes de que él mencione algo de lo que ha sucedido hace un rato. Volteo a mirarlo y él pone el auto en marcha, su ceño se frunce.
Gracias a Dios parece que desvíe su atención por completo.
—Lo intente antes —Dice sorprendiéndome—, aunque no lo quise admitir desde un principio sabía que tenía un problema. Pero creo que la experiencia fue más traumática que todo y no volví luego a la siguiente sesión.
—¿Qué paso? ¿Fue tan malo?
Chasquea la lengua, después de mencionar eso veo que sus puños se aprietan más en el volante.
—Fue un imbécil. Ni siquiera era bueno fingiendo que me escuchaba, estaba garabateando en un bloc de notas, cuando iba a terminar la sesión me dijo que estaba exagerando y que solo debía ser más valiente.
Frunzo el ceño, y siento impotencia al saber que tuvo una mala experiencia cuando él lo único que quería era ser ayudado.
—Lamento escuchar que tuviste una mala experiencia pero sabes que no todos son así ¿verdad? —No me observa y lo entiendo ya que prefiero que esté atento al camino, prefiero evitar un accidente si soy sincera—. Yo fui junto a una psicóloga en España —Confieso.
— ¿Por tu miedo a las alturas?
— ¿Qué miedo a las… ¡Oh! Sí, sí, por eso.
Noah suelta una risotada que me hace girar en su dirección. Verlo reír tan abiertamente sigue siendo algo nuevo para mí, su risa es muy agradable de oír, aunque solo lo esté viendo de perfil puedo notar como sus ojos se achinan al mantener la sonrisa en el rostro. Alejo la mirada cuando ciento que algo muy dentro de mí se remueve de forma extraña quitándome lentamente el aliento y carraspeo.
—Bola de gérmenes, por si no te has dado cuenta aún… tengo un coeficiente intelectual demasiado elevado.
— ¿Y?
—Que sé que no tienes miedo a las alturas —Muy bien, vuelvo a sentir mis mejillas arder—. Lo sospeche cuando me lo dijiste la primera vez y luego lo confirme cuando te vi subir las escaleras para limpiar ese día que me utilizaste como tu empleado domestico.
—Y si lo sabías… ¿Por qué no dijiste nada?
—Porque tu ayuda no era algo que pudiese rechazar —Aunque tenga curiosidad en observarlo evito hacerlo—, aunque no quería aceptarlo sabía que tenía un problema.
Negar su condición seguro fue difícil para él, al menos si intento buscar ayuda es porque en verdad quería cambiar… solo que las cosas no le salieron como él quería.
Que se esté abriendo a mi es un gran paso así que para no presionarlo tanto creo que es justo que yo también le cuente algo sobre mí a cambio.
—Luego de lo que sucedió con mis padres… quede destrozada. No había minuto en que no me echara la culpa por lo sucedido —Digo recordando esa época. La verdad está algo borrosa para mi, fue una de las peores etapas de mi vida y siento que una parte de mi sigue reprimiendo algunas cosas—. Mi hermana obviamente estuvo conmigo… ella fue quien me dijo que debía seguir un tratamiento. La psicóloga que me ayudo se llama Karina, una señora un poco mayor, un amor de persona. No puedo quejarme de ella, me ayudo bastante y creo que desahogarme junto a ella fue una de las cosas que me ayudo a salir adelante y decidir venir a Phoenix.
—¿Entonces porque sigues culpándote? —Giro en su dirección y está vez me está mirando, no por mucho tiempo ya que debe concentrarse en la carretera pero el suficiente tiempo como para que me dé cuenta de que está intrigado.
—Una herida como esa no cicatriza rápido, Noah —Digo manteniendo la vista en el frente—. Creo que ninguna cicatriz interna lo hace de la misma forma. Aunque ella fue de mucha ayuda no podía hacer mucho si yo no cooperaba tanto, creo que hoy en día me siento con menos culpa que antes.
Y era verdad, luego de las palabras de Noah la noche pasada creo que me siento mejor, raro, porque ya he escuchado que ese accidente no fue mi culpa unas mil veces pero aun así la culpa estaba allí. Creo que solo necesitaba que una persona no cercana a mi me dijera lo mismo como para caer en la realidad de que ese día solo fue un trágico accidente.