Sábado, 13 de abril
11:50 am
Ya era sábado al mediodía y estaba escribiendo en el chat del grupo de Whatsapp que compartía con mis amigos. Estábamos organizándonos para ir a una ciudad que quedaba a casi dos horas de nuestro pueblo, ese día se estrenaría en los cines una película que veníamos esperando desde varios meses atrás: Avengers: Endgame, y al no tener un cine en nuestra pequeña localidad, debíamos ir más allá. Habíamos quedado en que el papá de los mellizos y el hermano de Alex nos llevarían en sus respectivos autos a los seis, pero Facu no respondía los mensajes y Theo había enviado un escaso audio diciendo que no podía ir. Raro, el día anterior había dicho que sí.
Así que solo seriamos Brendan, Belén, Alex y yo, entre Liam y el profesor Arian se habían puesto de acuerdo y, como entrábamos todos en un solo auto, nos llevaría el hermano de Alex.
− ¿Hija, ya arreglaron todo para hoy? −Me preguntó mi mamá, pasando sus manos por el delantal que traía puesto, tratando de eliminar las pequeñas arrugas que se habían formado.
−Parece que sí, nos llevara el profesor Arian.
−El hermano de Alex, ¿no?
−Así es, la película comienza a las seis de la tarde, así que saldremos a las tres y media, Alex ya compró las entradas por internet. –Le informé.
−Está bien, cielo. ¿Ellos te pasan a buscar por casa o debes ir a la de alguien?
−Vienen por mí.
−Perfecto. −Me sonríe algo incómoda y se vuelve a la cocina, de nuevo estaba cocinando esa bendita tarta de manzanas. La relación entre ambas estaba algo tensa desde aquel día en el que no le respondí muy bien. Por momentos todo iba bien, pero luego volvía esa tensión, no era la primera vez que sucedía, nuestra relación siempre tuvo sus altibajos desde lo de Sabrina.
Volví mi vista al celular y entré en el chat que tenía con Facundo, ni siquiera había visto el mensaje que le envié dos días atrás. Alex había ido a su casa y la mamá de él le dijo que estaba en su habitación, pero no quería ver a nadie, mi amiga le pidió que cualquier cosa la llamara y luego se fue. Así era ella, preocupándose por todos, algo que supongo teníamos en común, solo que ella sabía cómo actuar y yo en la mayoría de los casos no.
Se preocupaba por alguien y era capaz de ir hasta su casa al minuto, yo me quedaba pensando en si hacía bien al ir o si eso molestaría, pensaba mucho y al final no hacía nada.
A veces me preguntaba si había algo mal conmigo, pero mi papá me había explicado cuando era más pequeña que no tenía ningún problema, que en realidad sentía demasiada empatía por los demás para mi propio bien, y que simplemente no sabía cómo reaccionar a situaciones fuertes, en cambio mi mente no dejaba de pensar en eso. Me dijo que eso no estaba realmente mal. Que había muchas personas así, que era normal.
Simplemente nos quedamos congelados, sin saber cómo responder, ni que hacer, dándole vueltas y vueltas a las situaciones, hasta que reaccionamos, pero a veces ya era tarde. Suponía que tenía relación con la desaparición de mi hermana, al no haber podido hacer algo por ella, tampoco podía hacer algo por los demás y me daba un poco de ansiedad, si es que eso tiene sentido. De hecho, nunca lo había hablado con ningún psicólogo cuando era más chica, aunque debería haberlo hecho, pero no me terminaba de gustar el tener que contarle a un desconocido mis preocupaciones. Me resultaba algo tonto, a ver, ¿Por qué alguien que no me conocía iba a entenderme? Ni siquiera yo lo hacía a veces. Entendía porque a muchas personas les daba buenos resultados, pero a mí simplemente no. No.
Por lo que les agradecía a mis padres no haberme insistido hasta el cansancio con ir a verlos.
17:03 pm
− ¿Quién creen que vaya a morir? –preguntó Belén. Estábamos dentro del auto yendo a nuestro destino.
El profesor Arian conducía y Alex iba sentada como copiloto, los mellizos y yo íbamos en los asientos de atrás. Yo iba contra una de las ventanas, atrás de Alex, observando la verde vegetación que con el tiempo fue adquiriendo colores más cálidos, producto del otoño. Y en ella, en aquellos campos se podían apreciar a los animales a lo lejos; vacas y toros predominaban a la vista. Y en alguna que otra laguna los patos y teros.
−Pues… la verdad no tengo idea, he tratado de no comerme ningún spoiler. –Comentó Alexandra girando la cabeza hacia nosotros.
−Hay rumores de que podría ser Iron Man.
−Ay, no. No digas eso. ¡Brendan! –Abriendo los ojos como platos, Belén le dijo, más bien gritó, a su hermano. Podía ser un tanto dramática en cuanto a sus personajes favoritos se trataba.
− ¡Solo digo lo que leí! –Se defendió.
−Él simplemente no puede morir, no, él no. Que se muera Steve, nadie aguanta su soberbia.
− ¡Ey! –Exclamamos con la de pelo rizado.
− ¿Qué? Lo único que tiene de especial es la fuerza, y la sonrisita esa, con la que simula ser perfecto. Mejor que se vuelva a su época. –Bufó.
Con Alex nos miramos y rodamos los ojos.
−No tendré esta conversación contigo. –Belén se encogió de hombros.