No por casualidad

37. Exposición

Parpadeo sorprendida al salir del ascensor. Pero ni siquiera se sorprende al verme.
- ¿Nicky? - pregunta emocionado.
- Oh, hola, - digo, avergonzada.
- Soy Luke, ¿recuerdas que nos conocimos en el baile?
- Sí, claro que sí, - respondo torpemente, porque él parecía creer que había olvidado su nombre.
- ¡Vaya encuentro! ¿Vives aquí? - pregunta sonriendo.
- Sí.
- He venido a visitar a un amigo. Pero ahora probablemente le visitaré más a menudo para poder verte, - su sonrisa se hace más amplia y sus palabras me hacen sonrojar, - ¿quizá podamos tomar un café? Conozco una cafetería estupenda no muy lejos de aquí.
- Lo siento, pero tengo un amigo esperándome, - digo con voz culpable, aunque sencillamente no tengo ningún deseo de pasar tiempo con él.
- Es una lástima. ¿Quizá la próxima vez?
- Sí, claro, - respondo y doy media vuelta, dirigiéndome a la salida.
- Te estaré esperando. Estoy segura de que nos veremos pronto, - es todo lo que consigo oír antes de salir.
Exhalo cansada. No me gusta este Luke, sonríe demasiado. Y, en general, insiste en pasar tiempo conmigo. Actúa como si fuéramos viejos amigos, aunque sólo sea la segunda vez que nos vemos.
Cuando veo a mi amigo esperándome en el coche con la ventanilla abierta, me obligo a olvidarme de él. Abro la puerta y me siento en el asiento del copiloto junto a Sam.
- ¿Preparada para divertirnos? - sonríe ampliamente.
- Claro, - le devuelvo la sonrisa.
- Mmm, me gusta tu humor, - dice con descaro, - y de algún modo creo que el señor Brown ha tenido algo que ver.
- Quizáz, - no puedo ocultar mi vergüenza, - ¿es tan obvio?
- ¡Oh, sí, amigo mío! Y extrañé terriblemente a un Nicky tan feliz.
Me sorprenden gratamente las palabras de mi amiga. Por lo visto, todo el mundo a mi alrededor está acostumbrado a verme rota e infeliz después de mi última relación, pero ahora siento que he vuelto a la normalidad.
- Por cierto, gracias por el material. Casi he terminado el artículo. Te lo enseñaré en unos días.
- ¿Tan pronto? No es propio de ti, - me burlo de ella.
Sam me hace una mueca, pero me divierte su reacción. Sabe que le gusta hacer las cosas en el último momento. Así que la rapidez con la que escribió el artículo me sorprendió gratamente.
- Cuando hay material interesante, siempre es divertido trabajar con él.
- Estoy de acuerdo, - le contesté, - ¿adónde vamos?
- Al museo de la ciudad. Allí habrá una exposición de arte contemporáneo. Quiero ver la naturaleza creativa de nuestra ciudad.
- En esos lugares hay que ver cuadros y esculturas, - me burlo de ella.
- ¿Has olvidado que escribo una columna sobre la vida social? Me leen los cotillas y la gente a la que le gusta chorrear en ropa interior ajena, - me mira mientras estamos en el cruce esperando a que el semáforo se ponga en verde, - y además, todo este arte contemporáneo es tan aburrido...
- No siempre, - le digo.
- Entonces tendrás algo que hacer mientras hablo con los invitados.
Al llegar a la exposición, recorremos las majestuosas salas. Mientras yo presto atención a las obras de arte, Sam mira a su alrededor y a veces hace fotos.
Después de la exposición, nos dirigimos al bufé, ya que mi amigo dice que allí estará todo lo más interesante. Disfrutamos de los aperitivos y compartimos nuestras emociones sobre la exposición. El sonido de una notificación me distrae. Rebusco en mi bolso y saco el móvil. Veo un mensaje de Bennett en la pantalla. Mi corazón se acelera. Abro el mensaje y leo las palabras que me hacen sonreír.
«Envía un mensaje corto 'Bennett es el mejor hombre del mundo' a este número y estaré allí en cinco minutos».
- Qué tierno, - oigo la voz de mi amiga. Levanto la vista y me encuentro con su sonrisa socarrona, - Ni siquiera voy a preguntar quién te envía los mensajes, ¡porque eres muy obvia!
Asiento con la cabeza, sonriendo dulcemente. Ni siquiera tengo que decir nada, porque mi sonrisa y mis ojos probablemente hablan por sí solos. Vuelvo los ojos al teléfono para escribir una respuesta.
«¿Y si no la envío?»
Un par de segundos después, llega un nuevo mensaje: «Así que elegiste al Bennett malo para esta noche».
«Tengo miedo, tengo miedo» - escribo y me siento ligeramente excitada por el flirteo.
«Serás castigada. Prepárate. Estaré allí pronto».
«No estoy en casa. Sam y yo estamos en una exposición en el museo de la ciudad».
«Voy para allá».
Levanto la vista del teléfono y noto de nuevo la mirada sonriente de mi amiga sobre mí.
- ¿Qué? - pregunto, confusa.
- Me alegro mucho por ti, - dice cariñosa, - ¡estás brillando! ¿Supongo que ya te vas?
Vuelvo a sentirme confusa por la franqueza de mi amiga. Pero luego digo:
- Sí, lo siento. Bennett no tardará en llegar, - digo con aire de culpabilidad, - No te importa que te deje sola, ¿verdad?
- Nicky, ¡me importaría que te quedaras en esta aburrida fiesta en vez de montar en ese semental!
Mi amiga nunca se esforzaba por meterse una palabra en el bolsillo. Y era difícil avergonzarla, a diferencia de mí. Me sonrojé y hablé con reproche:
- Sam, cállate.
- ¿Cuál es el problema? Como si fueras a jugar al ajedrez, - se burla de mi modestia.
Su cara muestra sorpresa y luego su sonrisa se ensancha aún más.
- ¡Qué rápido eres! - asiente, señalando detrás de mí.




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