Era lunes por la mañana. Austin llegó a la universidad conduciendo su auto, un Chevrolet camaro azul, y lo detuvo en uno de los pocos espacios libres que quedaba en el estacionamiento. Antes de bajarse miró al acompañante que tenía a su lado y le atizó una palmada en la cabeza.
—Despiértate. Ya llegamos.
—Ya, ya —musitó Brad somnoliento.
—Te ves como un vagabundo. Échate agua en la cara por lo menos y tómate un café bien cargado que te quite esa resaca.
—Me va estallar la cabeza —se quejó Brad.
Austin descendió del auto y unos segundos después Brad hizo lo mismo.
—Viéndote así, no me arrepiento en lo absoluto de no haber ido con ustedes al club.
—No fuiste porque eres un sometido. No me vengas a decir que te divertiste mucho en tu reunión familiar —expresó Brad con los ojos entornados.
—Tal vez no la pasé mejor pero tampoco amanecí como un guiñapo.
Bradley llevaba un pasamontaña gris, una franela azul pálido un poco arrugada, vaqueros azul oscuro, tenis negros y un rostro con vestigio de cansancio.
—Siento que la cabeza me va a explotar en pedazos. Necesito una aspirina ya.
—Me sorprendió que me llamaras para que pasara a buscarte. ¿Le pasó algo a tu auto? —inquirió Austin.
—No le pasó nada. Preferí venir contigo para llegar con vida hasta acá.
—Muy sabio de tu parte —dijo Austin, mientras tenía la mirada clavada en su móvil.
Brad en realidad había dejado su Porsche en casa por temor a que Amy atentara de nuevo contra él. Era mejor prevenir.
Las Primas los interceptaron en el camino cuando estaban a punto de subir las escaleras.
—Primo. Austin. ¿Cómo amanecen? —saludó Candace alegremente.
—Él amaneció hecho un asco. —Austin señaló a Brad—. Yo amanecí muy bien. ¿Y… ustedes qué ocultan detrás de esos lentes oscuros?
—Una noche repleta de diversión —dijo Charlotte divertida—. ¿No es así primito? —Charlotte le rodeó los hombros a Brad con el brazo.
Brad no respondió. Estaba irritado a causa de la jaqueca y Charlotte lo advirtió de inmediato, por eso apartó rápidamente su brazo de él.
—Ten Brad. —Candace le extendió un envase de cartón y se lo entregó en la mano—. Te compramos café.
—Gracias —dijo Brad con sequedad y comenzó a subir los peldaños.
—Chicas, ¿no han visto a Daniel o a Megan? —preguntó Austin.
—A esta hora deben estar bien echados en sus camas —señaló Charlotte, luego le dio un sorbo a su café.
—Pobres. La resaca los debe tener hechos nada —se burló Candace.
Los chicos continuaron su camino y se toparon con Amy cuando llegaron al primer piso. Ella estaba distraída con unos papeles que llevaba en la mano.
—Primo. Debiste haber invitado a Amy a ir al club anoche —comentó Candace.
—Seguro estaba ocupada.
—Se hubiese divertido mucho con nosotros —agregó Charlotte.
—Tal vez —dijo Brad sin entusiasmo.
Amy se movió del lugar sin prestarles atención a los muchachos y continuó caminando por el pasillo.
—Ella no parece ser una chica de fiestas. Más bien parece aburrida —comentó Austin luego de observarla por unos segundos.
—No lo sabes —replicó Brad.
—¿Por qué te rehúsas a contarnos lo que tienes con esa chica? ¿Están saliendo? Porque… la otra vez la vimos en el estacionamiento y te estaba esperando. ¿La ibas a llevar a su casa? —preguntó Candace con su curiosidad característica.
—Quizás estemos saliendo o quizás no.
—¿Acaso te da vergüenza que los demás sepamos que sales con ella? —quiso saber Charlotte.
—Yo creo que no has logrado que salga contigo y por eso no dices nada. Acéptalo Brad, la chica se convirtió en un gran desafío para ti —opinó Austin.
Las chicas hicieron una mueca de extrañeza.
—¿Cómo es eso? ¿Ella no quiere nada contigo? ¿Y qué con el ataque de celos y que la llevaras en tu auto a su casa? —Candace no entendía nada.
Brad hizo una mueca.
—¿Qué es eso del ataque de celos y que la llevé a su casa? ¿De qué hablas? —dijo Brad.
—Ya conoces a estas dos y la imaginación que tienen —mencionó el moreno.
—Oh, sí. Lo había olvidado.
—Austin, dinos tú qué pasa —insistió Candace.
—Está bien, les diré. Este que está aquí —Austin le dio una suave palmada en la espalda a su amigo—, quiere darle celos a Sharon con la pelirroja y por eso se propuso salir con ella. —Ahora miraba a Bradley—. Yo no creo que hayas perdido tu encanto con las mujeres, pero sí creo que vas a necesitar más que eso para conquistar a la Señorita Perfecta.
Aquello fue un golpe al ego de Brad.