—Salí del trabajo, luego fui a caminar por el parque y se me hizo tarde.
—Te comprometiste a llegar a la cena con mis padres, y mírate ahora, tres horas después, apareces muy campante como si nada.
—Discúlpame. Lo olvidé.
Amy pasó por su lado, no tenía intenciones de iniciar una discusión.
—¡Me hartaste! —exclamó sujetándola del brazo y tirando de ella para hacerla girar—. Hacerme quedar mal delante de mis amigos y de Sharon es una cosa, pero hacerme quedar mal frente a mis padres es otra. ¡Y eso no te lo voy a dejar pasar! —continuó gritando.
Amy le propinó un manotazo por el pecho, apartándose de él.
—¡Deja de gritarme!
—Y tú deja de verme la cara de imbécil. Sé que no fuiste hoy a trabajar y que saliste de la universidad con tu amiguito Lucas.
—¿Y qué? ¿Ahora me estás espiando?
—No tengo necesidad de eso. Tú misma te dejaste ver muy contentita con él frente a media universidad, y no bastándote con eso, te subiste a su auto haciéndome quedar como un estúpido. Sé que todo esto lo hiciste a propósito. No llegaste a la hora que te dije y no contestaste el maldito celular porque querías fastidiarme.
—Tú no sabes nada. Tenía mil cosas en la cabeza mucho más importantes y simplemente olvidé la cena. Esa es la verdad.
—¿Precisamente hoy?
—Sí, precisamente hoy. El problema contigo es que todavía no entiendes que también tengo una vida.
—Te das a odiar, en serio. ¿Por qué eres así? —preguntó Brad debatiéndose entre la exasperación y la necesidad apenas disimulada de apretarle el cuello.
—Porque sí —respondió indiferente.
—Mañana mismo le diré toda la verdad a tu madre.
Amy se había alejado hacia la habitación, pero al escuchar sus palabras se dio la vuelta bruscamente y caminó de regreso a él.
—No lo harás.
—Intenta detenerme.
Y de pronto se formó un silencioso duelo de miradas.
—Brad, no te atrevas.
—Es sorprendente como de un segundo a otro se te quita lo arrogante con tan solo mencionarte a tu mami.
—Eres un chantajista infeliz.
—Se acabó Amy. Hasta hoy llega esta mentira. Me cansé —dijo él rompiendo el contacto visual y alejándose de ella.
—Sé que estás molesto, pero no hablabas en serio cuando dijiste que se lo dirías a mi mamá ¿cierto?
—Hablaba muy en serio —dijo él sin voltear a mirarla.
—¡Te odio! —gritó frustrada, tomando un cojín del mueble y tirándolo a su espalda.
—Auch. Cómo me dolió eso —expresó burlón—. Y no creas que tus lagrimitas me van a conmover—continuó diciendo cuando la vio presionar sus labios temblorosos juntos y los ojos llenárseles de lágrimas—. Puedes llorar todo lo que quieras como la niña tonta que eres, pero no voy a cambiar de opinión —sentenció dándole la espalda.
Amy no lo pensó dos veces. La falta de sueño, los problemas con su madre, el estrés de la universidad, su matrimonio de mentira, el chantaje; ya no podía más. Con rapidez, tomó un jarrón que descansaba en una mesa cerca del sillón de la sala, balanceó el brazo hacia atrás y se lo arrojó.
—¡Tal vez esto te duela más!
El jarrón pasó volando por encima de su hombro, haciéndose añicos contra la pared. Brad echó un vistazo de ella a los fragmentos en el piso y entonces de regreso a ella con la boca abierta de la impresión.
Luego ella caminó hacia el comedor, tomó tazas, platos, y comenzó a lanzarlos también contra la pared, dejando fragmentos afilados esparcidos sobre el suelo. No conforme con eso tiró del mantel dejando caer al piso todo lo que había quedado en la mesa después de la cena.
Observó con indiferencia el desastre que había dejado, pero su actitud cambió cuando lo vio agujerearla con mirada asesina.
—¿Estás demente? —gritó él a la vez que se movía hacia ella. Amy retrocedió, luego salió corriendo y no paró hasta que llegó a su habitación
Brad fue lo suficientemente rápido para impedir que ella le arrojara la puerta en las narices cuando la detuvo con una patada. Se fue acercando con aspecto aterrador e intimidante mientras ella caminaba hacia atrás sintiendo un atisbo de temor.
—Escúchame desquiciada —comenzó Brad con voz suave y espeluznante—.Vas a salir de esta habitación ahora mismo y vas a limpiar todo el desastre que dejaste en mi apartamento. Me iré y cuando regrese quiero ver todo en su lugar. Si me quedo aquí tal vez termine estrangulándote y no quiero verme en la necesidad de tener que arrastrar tu cuerpo nueve pisos abajo y que me vean lanzándolo en un basurero. —Brad respiró profundo—. Estoy harto de ti. Me obstinas. Lo peor que me pudo haber pasado fue haberte conocido.
Una lágrima le resbaló por la mejilla y luego muchas otras le siguieron. Odiaba llorar frente a él.
Después de escucharlo salir del apartamento dando un portazo, Amy se lanzó sobre la cama, gritando de frustración contra la almohada y dando un puñetazo tras otro al colchón. Lloró desconsoladamente drenando todo el dolor instalado en lo profundo de su alma.
***
Después de un par de horas, Brad regresó a su apartamento. Había estado en un bar bebiendo porque eso era lo que le ayudaba a olvidar momentáneamente los problemas. O eso era lo que él creía. Cuando entró se sorprendió de ver todo el espacio completamente limpio y ordenado. Al parecer Amy había arreglado el desorden.
Caminó hacia la habitación de invitados, imaginando que tal vez Amy estaría dormida. Sentía la urgencia de hablar con ella. Tocó la puerta un par de veces pero no respondió, así que decidió entrar. Ella no estaba allí, ni en el baño, ni en la cocina. Amy no estaba en el apartamento; se había ido.
Él probó con llamarla a su celular, pero éste seguía sonando apagado al igual que lo había hecho durante toda la tarde. Brad se preguntó a dónde podría haber ido siendo tan tarde.
—Dios, Amy. ¿Qué voy a hacer contigo?