Amy llegó de prisa a la universidad esa mañana. Se disponía a recoger una de sus libretas que había caído al piso, pero alguien más se le adelantó. Sus ojos registraron el rostro del rubio, y una sensación inquietante llenó su pecho. La mejor manera de empezar un lunes era no sabiendo absolutamente nada de Brad o de cualquier cosa que quisieran decirles sus amigos acerca de él. Pero con solo desearlo no era suficiente.
—Hola. Déjame ayudarte.
Daniel le sonrió entregándole la libreta. Cuando Amy se incorporó, notó que él venía acompañado de Austin.
—Hola muchachos.
—Hola Amy. Nos alegra verte. ¿Brad llegó contigo? —quiso saber Austin, mientras miraba por encima de su hombro para ver si Brad aparecía detrás de ella por el pasillo.
Y ella pensando que en verdad los chicos se habían preocupado por los dos días que se había ausentado de clases. Quizá ni lo habían notado. Lo que les interesaba saber era en dónde estaba su amigo.
—El viernes no vino a clases y no supimos de él todo el fin de semana. No contesta nuestros mensajes ni nuestras llamadas. ¿Sabes qué le sucede? —preguntó Daniel preocupado.
—Tampoco sé. Discutimos el miércoles y no lo he visto desde entonces.
—¿En serio? No lo sabíamos —expresó Daniel apenado.
—No hemos ido a su apartamento pensando que solo nos estaba ignorando como a veces lo hace, pero al parecer hoy tampoco vino y ya nos está preocupando.
—Quizás viene más tarde —dijo Amy restándole importancia.
—Ya estamos por entrar a clases y él es muy puntual —replicó Daniel.
Amy cerró los ojos, respiró por la nariz y su pecho se hinchó mientras abría sus parpados.
—Debe seguir en el apartamento. Puedo…ir a ver cómo está y así dejarán de preocuparse. —Amy realmente no tenía idea de por qué había sugerido eso, pero ya lo había hecho.
—Te llevo —propuso Austin.
—Yo también voy con ustedes —dijo Daniel.
Ya no le quedaba de otra. Nadie la obligaba a ir a verlo. Ella misma lo sugirió.
Austin condujo al apartamento, con Daniel de copiloto y Amy en la parte de atrás de su auto.
Cuando llegaron al edificio, Austin y Daniel no dijeron nada mientras la seguían a la entrada principal del edificio. Una vez que llegaron al elevador uno de ellos, Daniel, decidió decir algo.
—Creo que… bueno… —Daniel intercambió una mirada con Austin antes de continuar— creemos que… es mejor que subas sola. Seguramente los dos tienen cosas de qué hablar.
«¿En serio?», pensó ella.
—¿Brad les pidió que hicieran esto?
—No. En verdad no lo hemos visto ni hablado con él como te dijimos. Solo pensamos que necesitan hablar a solas, no lo sé —argumentó Austin.
—Está bien. Iré a ver cómo está. —Amy no parecía muy feliz con el argumento de Austin pero aun así decidió subir sola al apartamento.
—Nosotros esperaremos en el auto —dijo Daniel.
Cuán difícil se le hacía cruzar la puerta de ese apartamento. Se mentalizó que solo entraría y cuando viera que Brad estaba perfectamente bien, se marcharía. No era tan complicado.
Sin hacer el menor ruido posible, guardó las llaves en el bolsillo trasero de sus vaqueros mientras vagaba por la sala para luego dirigirse al cuarto de Brad.
La puerta de la habitación estaba abierta. Se detuvo a deliberar con la frente arrugada si era buena idea entrar o no.
Finalmente lo hizo sin darle muchas vueltas al asunto. Si de nuevo se iniciaba una pelea, solo saldría corriendo de allí. Ese era el plan.
Después de cruzar el umbral, lo encontró sentado al borde de la cama, con el torso desnudo y un pantalón deportivo negro. Estaba encorvado y se le veía exhausto. Lo primero que se le pasó a Amy por la cabeza era que tal vez acababa de levantarse.
Cuando él se dio cuenta de que ella lo estaba mirando, enderezó la espalda y arqueó las cejas con arrogancia.
—Vaya. Regresaste.
Amy rodó los ojos.
—Vine porque tus amigos estaban preocupados por ti. Querían saber si estabas bien.
—Ya me viste. Estoy bien. Ahora, ¿me puedes dejar solo, por favor?
Amy suspiró y se dio la vuelta para marcharse, pero a los pocos segundos Brad se arrepintió de que lo hiciera.
—Amy.
—¿Qué? —respondió bruscamente.
—La verdad es que… no estoy bien.
Amy se cruzó de brazos, echándole un vistazo con escepticismo.
Los ojos de Brad se estaban cerrando, como si se estuviera durmiendo.
—¿Qué tienes? ¿Resaca?
—¿Puedes… llevarme a emergencias? —murmuró él.
—¿Qué dices? —Ahora Amy se estaba comenzando a tomar el asunto con seriedad y más cuando lo vio desvanecerse en el suelo. Cruzó la habitación hacia él, notando así que estaba pálido, sudoroso y temblando—. ¿Qué es lo que tienes? —Cuando Amy colocó la mano en su pecho sintió su corazón latir más rápido de lo normal. Logró hacer que se sentara, pero seguía mareado y desorientado. Le acunó el rostro con sus manos tratando de que hablara—. Brad. ¿Estás drogado? Dime. ¿Qué hago?
—Lla…llama a un taxi.
—Los muchachos están abajo.
Amy estaba a punto de ponerse de pie cuando Brad la tomó de la parte baja de su jersey y la hizo regresar al suelo tirando de ella.
Brad liberó una lenta exhalación mientras con todas sus fuerzas intentaba colocar las manos sobre los hombros de Amy.
—No les digas nada. Te lo ruego. No quiero que lo sepan.
—Pero son los únicos que nos pueden ayudar ahora. No estás bien. Necesitas un médico con urgencia.
—Nadie más puede enterarse de esto.
—¿Entonces qué hago? —Amy se estaba comenzando a alterar.
—Diles que estoy bien, que se pueden ir. Luego llamas a un taxi.
Amy hizo todo lo que le pidió, pero estaba demasiado inquieta y no podía controlar los nervios.
—Es mejor llamar a una ambulancia.
Brad sacudió la cabeza, negándose.
—Ven.