—Pensé que eras tú la que querías una noche tranquila, sin peleas. Y de pronto me sales con esto. No pienses que estoy enfadado porque arruinaste la cena de mi padre. Nada de eso. La verdad es que ahora me da igual lo que diga y lo que piense él. Lo más probable es que se le haya metido en la cabeza que fui yo el que te incité para que le sabotearas la cena. Ahora lo que quisiera entender es, ¿por qué te pusiste así?
Amy no paraba de caminar de un lado a otro en la acera. Ni siquiera le estaba prestando atención.
—Quiero irme de aquí —dijo ella al tiempo que caminaba para cruzar la calle.
—¿A dónde vas? ¡Oye! —Brad la detuvo de nuevo tirando suavemente de su brazo—. ¿Qué sucede contigo? No te puedes ir sola en la noche. ¿A dónde pretendes llegar?
—No quiero estar más en este lugar.
Ahora Amy no se veía enfadada sino triste.
—De acuerdo. Salgamos de aquí. Vamos por el auto —Brad llamó al valet para que fuera por el vehículo—. Si tan solo me dieras una pista de lo que tienes podría entenderte.
Pero no. Ella no quería hablar.
Mientras tanto, dentro del restaurant…
—Bruce, en verdad estoy muy avergonzado por el comportamiento de mi nuera. Te pido que la disculpes. No sé qué le sucedió para que te hubiera hablado de esa manera —se disculpó Dominique.
Bruce parecía distraído, con la mirada fija en el camino que Amy y Brad habían tomado para salir.
—Yo… debo pedirte disculpas a ti Dominique y a tu familia. Sé perfectamente porque esa chica se comportó así y es… por mi culpa —expresó Bruce.
Michelle, Maddie y Dominique se miraron interrogantes.
—También fue por mi culpa papá —agregó David.
—Por supuesto que no, hijo. Ni tú ni ella tienen la culpa de nada.
***
Amy, de cara a la ventanilla, iba con los ojos enfocados al vacío y la cara totalmente inexpresiva. Estaban a mitad de trayecto cuando Brad tomó la decisión de detenerse de improviso.
—No seguiré conduciendo hasta que me digas de una buena vez qué es lo que te pasa.
Amy trató de bajar del auto pero Brad le había pasado el seguro; sabía que ella intentaría hacer algo así.
—¿Puedes dejarme bajar? —pidió ella, pero sonó más como una orden.
—No.
—Necesito bajarme.
—No voy a dejarte salir y arriesgarme a que te pase algo por allí. Esta vez no vas hacer lo que te viene en gana solo por capricho.
Amy comenzó a expulsar el aliento en pequeños jadeos, como si sus pulmones estuvieran oprimidos, impidiendo el flujo de oxígeno.
—Déjame salir. Necesito aire —rogó ella, sintiéndose a punto de sufrir un ataque de pánico. Apretaba los ojos con fuerza haciendo un esfuerzo por no llorar. Pero de nada sirvió. Sus ojos comenzaron a empeñarse de lágrimas al tiempo que sus hombros decaían al sofocarse por los sollozos.
Los ojos de Brad se abrieron de par en par. No tenía idea de lo que había pasado para que se hubiese puesto a llorar de pronto.
—Amy, lo lamento. No tienes que ponerte así. Sólo cálmate. Seguiré conduciendo. No te presionaré más.
Y apretando el acelerador, Brad se puso de nuevo en marcha.
En el camino, ella le pidió que no la llevara a su casa porque era mejor para su mamá no verla en el estado en el que estaba. Por esa razón acabó otra vez en el apartamento de Brad. Inmediatamente después de que puso un pie en él, se metió a la habitación y allí continuó llorando interminablemente.
Brad llegó a su habitación una hora más tarde. Amy comenzó a moverse al oírlo llegar y sus ojos llorosos lo vieron de pie junto a la cama, con las manos en los bolsillos, a menos de un metro de ella.
—¿Te sientes mejor?
Ella se acomodó para recostar la espalda contra el cabecero de la cama mientras abrazaba una almohada en su regazo.
—Si —respondió ella, nada convincente.
—Esos hombres… Bruce y David, ¿qué problema tienes con ellos?
Después de pensarlo bien, Brad llegó a la conclusión de que las únicas personas que pudieron haber alterado a Amy a tal punto no podrían haber sido otros más que Bruce y David. En un principio pensó que ella había hecho ese show como un arrebato, pues se le veía estresada y no quería estar esa noche en la cena, pero esa idea salió rápidamente de su cabeza. Sabía que Amy no sería capaz de hacer algo así si no hubiese tenido una buena razón.
—Es una historia nada interesante.
—Tengo tiempo. Te escucho. Abúrreme un rato.
—Pues…con David no tengo ningún problema. O sí. No lo sé. —Esto parecía estar confundiendo más a Brad. Inclinó la cabeza ligeramente hacia un lado y arrugó la frente mientras intentaba entenderla—. Pero su papá…él… Ni siquiera debería perder mi tiempo hablando de él.
—¿Qué fue lo que hizo?
—Bruce es un traidor, un mentiroso —contestó sin verlo.
Brad se sentó al borde de la cama, interesado en seguir aunando.
—¿De qué forma te mintió?
Amy jugueteó con sus dedos unos segundos antes de responder; hablar del tema no se le estaba haciendo fácil.
—Para mí era el hombre perfecto, intachable, el más amoroso; el mejor. Me hizo creer que me amaba más que a nadie. Me llenó de promesas y después… todo se acabó. Él se fue. Me falló. Me mintió.
Brad la observó completamente atónito hasta que, de repente, se levantó de la cama de un salto y empezó a pasearse por la habitación como un loco. No podía creer lo que acababa de escuchar y menos tratándose de Amy. Luego empezó a despotricar.