Al siguiente día, Brad, Austin y Daniel estaban sentados en una de las chalet que se ubicaban en el patio de la universidad. Llevaban algunos minutos allí. Luego Brad notó que Amy estaba sola en otra chalet, a unos pocos metros de donde ellos se encontraban.
—¿Cómo es que se llama la estudiosita? —preguntó Brad, sin apartar la mirada de ella.
Austin siguió la mirada de su amigo para ver de quién hablaba.
—¿La Señorita Perfecta? —inquirió Austin.
—¿Cuál es su nombre real? —preguntó Brad con aspereza, incapaz de ocultar su impaciencia.
—Amy. Se llama Amy —contestó Daniel, con voz amortiguada, pues tenía la boca llena de patatas fritas.
—Ya vuelvo —informó Brad, luego de levantarse de su lugar.
—¿Para dónde vas? —quiso saber Austin, pero Brad no alcanzó a escuchar su pregunta.
—Déjalo. Él sabe lo que hace —opinó Daniel.
—Um… el ridículo. Eso es lo que sabe hacer.
Daniel solo se limitó a encogerse de hombros.
Brad se dirigió al cafetín y enseguida fue hasta donde estaba Amy. Al llegar tomó asiento a su lado.
—Hola Amy. Vine para disculparme de nuevo contigo por lo ocurrido ayer. Eh… te compré el desayuno.
Amy no se molestó en levantar la mirada.
—No te hubieses molestado. Ni siquiera tengo hambre.
—Ahm…Ok. ¿Y…qué haces? —preguntó él, mientras intentaba ver lo que ella hacía.
Amy levantó la mirada, dedicándole una fría expresión. Sus ojos color castaño se clavaron en los de él.
—Intento terminar un ensayo —respondió con un tono carente de amabilidad. Luego se concentró de nuevo en lo que hacía.
—¿Y cómo vas?
—Hasta hace un momento iba bien. Pero estás molestando, interrumpiendo, y no me estás dejando concentrarme.
Amy comenzó a recoger su bolso, papeles, libretas y se puso de pie.
—¿Te vas?
—Sí.
—¿A dónde?
—A cualquier lugar en donde pueda estar sola y terminar esta tarea.
—¿No te llevarás el desayuno que te compré?
Amy se marchó ignorándolo.
—¡Hey! Fue un placer haber charlado contigo… bruja —su voz se fue apagando al final.
Después cerró los puños con frustración, clavando fuertemente las uñas en sus palmas. En ese momento deseó golpear cualquier cosa para dejar salir el enojo.
A lo lejos Austin y Daniel estaban muertos de la risa.
Sin nada más que hacer, se levantó y se dirigió nuevamente hasta donde estaba al inicio.
—¿Tuviste algún problema con la Señorita Perfecta? —preguntó Daniel entre risas.
—Yo más bien la llamaría bruja infeliz. Es una amargada.
—¿Qué fue lo que te dijo? —preguntó Austin mientras luchaba por contener la risa.
—Se la da de princesita. No se tomó ni la molestia de mirarme cuando llegué a disculparme, la muy maleducada. Prácticamente me dejó hablando solo.
—¿Y para qué diablos llegaste a disculparte después del desaire que te hizo ayer? —le reprochó Austin.
—Pues… pensé que su actitud de ayer era por algo malo que yo había hecho. Solo… quise ser amable.
Daniel dejó salir una mirada incrédula.
—Y claro, tú nos viste cara de idiotas. ¿Piensas que te vamos a creer que te dio por ser amable con esa chica? —Daniel resopló una risa—. Por favor, Brad.
—Bien. Les diré la verdad. —Brad hizo una breve pausa—. Ustedes escucharon lo que dijo ayer Sharon. Ella cree que no puedo atraer la atención de una chica como Amy. Pues… mi propósito ahora es demostrarle todo lo contrario. Buscaré la manera de que Amy salga conmigo y cuando lo logre se lo restregaré en la cara a Sharon para ver si se le borra la sonrisa estúpida que tiene.
—Qué bendito problema el tuyo con Sharon. ¡Supéralo! Te estás amargando la vida por esa mujer.
El tono obstinado de Austin al hablar era más que evidente.
—Soy la burla de todos por culpa de ella. Si Sharon puede amargar mi vida, yo también puedo amargar la suya. Y si necesito a Amy para hacerlo no me rendiré hasta que acepte salir conmigo.
—Yo veo muy difícil la posibilidad de que la Señorita Perfecta acepte siquiera dirigirte la palabra —opinó Daniel.
Brad lo miró ofendido.
—¿No me crees capaz de conquistar a una chica como Amy?
—Lo pongo en duda
—Uy… —comenzó a burlarse Austin.
Brad soltó una seca carcajada.
—¿No solo tendré que demostrarle a Sharon que puedo salir con la Señorita Perfecta, sino que también a ustedes? Pues… bien. Les demostraré que puedo tenerla loquita por mí. Ya lo verán, y los haré tragarse todas sus palabras —expresó Brad con firmeza. Después tomó su bolso de la silla y se marchó a clases.