Un brillante y hermoso día despertaba afuera. La brisa de aquella mañana invitaba a cualquiera a dejar escapar una sonrisa, acompañada de una placentera exhalación para comenzar el día.
—¿Qué tal, Vanne? —dijo en voz baja mientras buscaba mi mirada al comenzar a abrir los ojos— ¿Qué hora es?
—Temprano —respondí—, pero he venido a decirte que Gabriela me ha pedido comprar algunas cosas, así que...
—¡Perfecto! Iré contigo. Dame unos minutos —antes de que pudiera responder, dejó la cama de un salto y se dirigió a su baño.
Me sorprendió que quisiera ir conmigo, pues a ella no le gustaba salir, o al menos no lo había hecho las últimas semanas, al igual que yo. Quizá sería bueno para ambas.
Aseé lo más pronto posible, sabiendo que tomaba duchas rápidas. Y no fue diferente en aquella ocasión.
—Podemos ir en mi auto. ¿A dónde iremos? —preguntó entusiasmada, una vez que cerró la puerta tras de sí.
—Al supermercado, creo... ¿Bastian no debería ir con nosotras?
—No lo sé. Podemos preguntar si quieres, mientras almorzamos.
Resultaba extraño pensar que Gabriela me hubiera pedido a mí realizar lo que normalmente Bastian hacía, pero al llegar al comedor pudimos entenderlo.
—Bastian ha ido a correr —respondió Gabriela—. Le permití salir el día de hoy. Había estado estresado últimamente, parecía un poco tenso.
—¿Lo ves, Vanne? —me dijo Christina—. Vayamos nosotras, no te preocupes.
—¿Acompañarás a Vannesa, Chris? —Gabriela sonaba sorprendida, pero su vista permanecía en los vegetales que ahora preparaba.
—Claro. Me haría bien salir.
—Entonces vayan, no tarden —buscó en la bolsa de su uniforme una nota que después me entregó—. Esto es lo que necesito que traigan.
—Vamos —respondió Christina—. Yo conduzco —atravesó la puerta y bajó las escaleras. Como otras veces, únicamente la seguí.
Llegamos al supermercado en unos minutos, era una excelente conductora, y su auto, veloz. Era un pequeño modelo FIAT, "adecuado para ella", pensé. Al llegar, buscamos en los pasillos todo lo que Gabriela me había pedido llevar, era una lista grande.
Por momentos, Christina hacía conversación conmigo, se notaba tranquila, quizá feliz de finalmente dejar su casa, al menos por un par de horas. Yo entendía esa sensación.
Una vez que nos acercamos a la caja, Christina actúo distinto de un momento a otro. Miraba a todos lados, como si alguien estuviera siguiéndola.
—Vannesa, yo... esperaré afuera. Es decir... ¿es todo? —se mostraba confundida— Vamos a pagar de una vez.
—¿Estás bien? —pregunté extrañada—¿pasa algo?
—Todo está bien. Por favor, démonos prisa.
Pagamos rápidamente, al menos lo más pronto que pudimos, pues la cajera parecía tomar su tiempo en contar el dinero. Era más o menos de nuestra edad, y a pesar de recibirnos con una cordial sonrisa, se notaba cansada. Al terminar con ella, llevamos las cosas al auto. No quise abordar a Christina con más preguntas. Solo me limité a darme prisa, tal como parecía que esperaba.
Al subir nuevamente a su auto, pareció quedarse pensando un momento.
—Lo lamento, Vannesa. Es solo que...
—Puedes decirme qué sucede... pero no pasará nada si no lo haces.
—Gracias, te contaré. Verás, en el colegio... yo... tuve un problema con alguien. Bueno, en realidad no lo fue. No sé cómo hablar de esto...
—Tranquila —tomé su brazo y sonreí —. Continúa.
—No he ido al colegio desde hace unas semanas porque hubo una situación un poco incómoda con una chica de mi clase. Le dije a mi madre que me sentía desanimada para continuar el semestre, que estaba estresada. Lo entendió y por supuesto que no me obligó a continuar yendo. Pero la realidad es muy distinta.
—¿Cuál es? —quise saber.
—Bien yo... espero que esto no te suene extraño. Lo que ocurrió fue que... besé a esa chica.
Mi mente se quedó fría y mi boca, muda. Traté de no mostrar sorpresa, pues no quería incomodarla. Sonreí ligeramente animándola a seguir. Y lo hizo.
—Cuando la conocí, comencé a ver algo en ella que me causaba... No lo sé, curiosidad, tal vez. Intenté acercarme en algunas ocasiones, pero ella parecía no notarlo.
En la semana que tuvimos exámenes finales, ella aguardaba afuera mientras su mejor amigo salía de clase. Me miró y... simplemente comenzamos a conversar sobre lo complicados que se habían vuelto los exámenes. Y, bueno... Su mejor amigo no tardó en salir. Al despedirme de ella, instintivamente, al acercarme, la besé. A partir de ese momento, las personas que lo habían visto comenzaron a murmurar sobre mí, me miraban y algunos se burlaban —su mirada pronto se perdió mientras me contaba.
—Debo decir, que eso me tenía sin cuidado —continuó—, lo que me desconcertó fue lo que ella dijo en el momento en que se alejaba molesta: "¿Qué estás haciendo Christina? No vuelvas a acercarte así a mí". Corrieron los rumores sobre mí y sobre lo que había hecho. Incluso yo misma comencé a verme entre las palabras con las que se referían a mí. Necesitaba tiempo. Así que dejé de ir a clases. Y, bueno... acabo de verla allá adentro. Quería evitar un problema.
—... entiendo —dije finalmente—. Y, no te preocupes, entiendo que no hayas querido verla.
—Gracias, Vannesa, no había hablado de esto con nadie. Espero nada cambie ahora que lo sabes.
—Claro, no te preocupes. Pero...
—Lo sé —rió un poco—, quieres saber si me gustan las chicas, ¿no es así?
—Lo siento, no quiero incomodarte, solo...
—Descuida. Pero la verdad es que... no tengo respuesta para eso, tal vez solo la besé porque buscaba... —se quedó pensativa un momento y luego sonrió—. No lo sé. Es algo que ha quedado atrás.
—Está bien, gracias por haberme contado. Y no te preocupes, no volveremos a hablar sobre eso si no quieres.
—Gracias a ti, Vanne —mantuvo la mirada en mí algunos segundos, antes de encender el auto—. Bien, vamos de regreso. Hay algo que quiero mostrarte.
Al estacionarse frente al jardín, Bastian estaba ahí. Inmediatamente nos ayudó con las bolsas, que dejó momentos después en la cocina.
Estando en la habitación de Christina, ella tomó un libro de su estante para entregármelo después.
—Es mi libro favorito. Hace tiempo no lo leo, y me preguntaba si te gustaría leerlo conmigo.
Tomé el libro y leí la portada "La Historia Interminable". Estaba un poco desgastado, por todo el uso que Christina le había dado. Me pareció una buena idea, hacía tiempo que no leía.
—Claro, me encantaría leerlo contigo.
—¡Excelente! Gracias, Vanne —me abrazó durante unos segundos, pero se alejó casi de inmediato— lo lamento, me entusiasmé un poco.
—Está bien —respondí nerviosa—. Comenzaremos cuando quieras.
Durante los días siguientes, todas las tardes leíamos uno o dos capítulos del libro. Me atrapó rápidamente, pero no tanto como la alegría que Christina mostraba al leerlo. Un entusiasmo que contagia a cualquiera. Combinado con nuestras conversaciones habituales, los días corrían de prisa.
Debo decir que era ella quien solía compartir más anécdotas sobre sí misma que yo. Comenzó a tener confianza en mí casi de inmediato, y me agradaba. Aunque para mí era difícil intentar hacer lo mismo, a ella parecía no molestarle.
Me habló de la rapidez con la que aprendió a nadar tomando clases en su colegio. Mencionando que estar en el agua la ayudaba a escapar de la realidad, a aclarar su mente... a estar en paz. Pero no iba desde hace un par de meses, por el problema con aquella chica.
Por mi parte, algunas noches llamaba a mi madre para saber que se encontraba bien y que ella supiera lo mismo de mí. Jennifer parecía ausentarse con más frecuencia, casi no la veía en las mañanas, hasta que llegó el día en que entré a su habitación para asearla y noté que todo estaba igual que en el día anterior... ella no había dormido ahí.
Encontraba a Andrea por las tardes cuando llegaba después del trabajo, antes de subir a su habitación. Su trabajo había sido más arduo durante esas semanas, por lo que solo llegaba a descansar.
Me acostumbré rápidamente a la rutina que Christina y yo llevábamos día con día. Su compañía me ayudaba a no sentirme sola. Y, a diferencia de lo que llegué a pensar el día de la conversación en su auto, no la vi distinta en ningún momento. No tenía por qué hacerlo (¿cierto?). Después de esa noche, incluso lo olvidé por algunos días.
Editado: 08.08.2021