No puedes elegir de quién te enamoras

Una oportunidad

Pasaron 3 días sin que pudiera salir de mi habitación.

¿El motivo? Había corrido desde casa de mi madre para volver a mi nuevo hogar, pero al intentar llegar a la última calle que daba con la casa de Christina, el agua que caía en picada nubló mi visión en el momento en el que choqué abruptamente con un chico que iba en bicicleta.

Por fortuna, Andrea llegaba en ese momento en su auto, agradecí que así fuera o seguramente nadie más habría podido ver lo que sucedía y quizá me habría quedado ahí por más tiempo, pues mi pie se había lastimado impidiendo que pudiera moverme.

Atribuí a la suerte o al destino al evitar que pudiera hablar con Christina, quizá había sido una decisión precipitada. Tal vez era la forma en la que la vida me decía que necesitaba tomar una pausa de todo lo que pasaba a mi alrededor, y que necesitaba hacerle frente a todo lo que evitaba desde hacía semanas.

Gabriela había estado conmigo casi todas las horas de esos días, noté que no tenía preocupación por abandonar sus labores en casa, pensé en hablar con ella cuando entraba a mi habitación, pero no estaba segura de lo que quería decirle. No fue necesario pensarlo tanto, pues una vez más, parecía que ella podía leer mis pensamientos.

—¿Ocurre algo? —preguntó una de esas tardes cuando me llevaba algo de comer.

—¿Además del dolor en mi pie? —bromeé.

—Sí —reía conmigo—, además de eso. No hemos hablado en un tiempo.

—No soy buena para hablar de algunas cosas.

—¿Como cuáles? —nuevamente se sentó en la silla que se encontraba a un costado de la cama.

—Bueno.... —comencé—, el día que sucedió el incidente con mi pie, había ido con mi madre a hablar sobre... yo me sentía... fue...

—Vanne —interrumpió gentilmente—, no tienes que decirme nada que no quieras. Yo estaré aquí siempre que quieras hablar.

—Gracias. Es solo que... hay cosas que aun necesito pensar.

—No te preocupes, yo lo entiendo. Te dejaré descansar.

—Espera... —impedí que se pusiera de pie— he querido preguntarte si todo está bien.

—Lo está, Vanne. ¿Por qué lo preguntas?

—He notado que sueles hablar por teléfono con... ¿tu familia? Y me ha preocupado pensar que algo no estuviera bien con ellos.

—Qué gentil eres al preguntar, al preocuparte —parecía haber recibido un mensaje de texto en ese momento, pero después de leerlo rápidamente continuó—, mi familia está bien. He hablado con mi hermana, al parecer ha tenido problemas con mis padres aunque no entiendo la razón totalmente; me ha hecho saber que tan pronto como termine su carrera va a dejar el país. Pero no hay problema con otra cosa, te agradezco el interés.

—Me alegra saberlo —no tuve la oportunidad de preguntar más, pues dijo que necesitaba bajar para atender otra llamada, y que iría más tarde a verme.

Pero no pude esperarla, pues cansada de permanecer en cama quise caminar un poco, quizá podría ir al jardín trasero antes de que la lluvia hiciera su majestuosa llegada.

Caminaba despacio por el pasillo cuidando cada paso que daba, hasta que se acercaron a mí y, con una mano amiga, me sostuvieron.

—No debiste salir de tu habitación aún.

—Estaba lista para caminar, ya no quería estar más tiempo en cama. Quería ir al jardín un momento.

—Te acompañaré, ¿está bien?

—Gracias, Christina.

Comenzamos a bajar lentamente los escalones, ella caminaba esperando cada uno de mis pasos. Como era costumbre, no hacía preguntas innecesarias o incómodas sobre lo que había pasado, supuse que solo el pasar tiempo conmigo era suficiente.

—Escucha... yo... —distrajo mis pensamientos al comenzar a hablar—, intenté verte estos días, le insistí mucho a Gabriela para poder entrar pero me aseguraba que estabas bien y me impedía el paso. Tuve que conformarme con... esperar.

—Gracias por haberte preocupado, pero estoy bien. Lamento haberme ido así ese día.

—Descuida, entiendo que no era algo que querías hablar en ese momento.

—Ahora estoy aquí —respondí, parecía que ninguna de las dos olvidaría lo sucedido hasta que pudiéramos resolverlo—, y quiero hablarlo.

Llegamos a la banca donde solíamos conversar los primeros días que compartimos juntas.

Se aseguró de que pudiera sentarme con cuidado, y una vez que lo hice, ella se sentó cerca mío.

—Gracias por ayudarme a bajar, Christina —mi cuerpo se relajó al sentir los ligeros rayos del sol en mi cuerpo. Comenzaba a nublarse, lo cual también mejoraba mi estado de ánimo.

—Vanne... —tomó mi mano—, lamento haberte besado, es decir, no... lamento que eso te haya incomodado.

—No, Christina, no fue incómodo para mí, o al menos ahora lo entiendo así. Es solo... que no quería ver lo que había estado pasando entre las dos.

—Y, ¿qué es lo que ha estado pasando? —quiso saber, pero ambas sabíamos que solo quería escucharme decirlo.

—Christina —comenzaba a ponerme nerviosa, pero no dejé que eso interfiriera con lo que quería decir—, antes de responder, quisiera decirte la razón por la que estuve en casa de mi madre tantos días, sin querer hablar con ella o con otra persona.

—Sí... —se mostró sorprendida— adelante.

—Había conocido a alguien, quiero decir que veía a alguien a la distancia cuando solía salir. Esa persona me causaba emociones que no podía entender, así que intenté encerrarlas en mi corazón, fue muy difícil, me negaba a intentar entender lo que sucedía cuando estábamos cerca. Pero finalmente lo conseguí, me convencí de que no ocurría nada, de que no había algo mal en mí. Aun así, temía que encontrarme nuevamente con esa persona significaría perder la falsa calma que tenía, por lo que simplemente me aislé para... protegerme de esos sentimientos.

—¿Es eso lo que querías contarme, Vanne?

—Sí, porque... esa persona... era una chica.

—Oh... —me miró con mayor asombro y confusión— así que... esa era la razón de tu forzada inanición —sonrió.

—Sí, así es. Pero ahora es pasado —exhalé aliviada.




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