No puedes elegir de quién te enamoras

El rostro de mi temor

Por las noches, mis sueños seguían hablándome de lo feliz que me sentía con Christina. La seguridad que me daba y lo especial que era lo que sentíamos. Así fue prácticamente a diario, excepto por una ocasión, donde al amanecer el rechazo de Andrea nubló mi sueño nuevamente y provocó esa desesperada sensación .

—¿Estás bien? —escuché al abrir los ojos.

—Chris... —mi respiración acelerada me impedía hablar con claridad.

—Aquí estoy, Vanne. Tranquila, solo soñabas.

—Lo sé, lo siento —se inclinó para entregarme un beso, después me abrazó un momento. Solo entonces comencé a calmarme.

—¿Qué pasó en tu sueño?

—Lo mismo.

—No son reales, no debes tener miedo.

—Supongo que es la misma sensación que tuve hace días.

—Tranquila —se acercó a mí mientras acariciaba mi cabello—. Todo está bien. Alístate, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —poco a poco se desvanecía la desagradable huella de aquel sueño—. Iré a tu habitación en un momento.

Dejé que la tranquilidad que Christina me transmitía me cubriera. No quería continuar tensando el ambiente por cosas que no estaban sucediendo. Así que lo dejé de lado por completo.

Me apresuré a poner en orden su habitación mientras ella tomaba un baño.

La idea de hablar con Bastian había tenido que esperar, pues él y su abuelo recien habían vuelto de su viaje para ver a su familia, las cosas en casa habían sido complicadas debido a eso, mucho más atareadas. No entendía cómo es que Christina y yo teníamos tanto tiempo para salir.

A lo lejos, pude escuchar que un auto llegaba, lo cual me pareció un poco raro por ser tan temprano, pero no le di importancia. Andrea no tenía un horario específico de llegada.

Al mirar esa increíble sonrisa en el rostro de la chica que provocaba una alegría desbordante en mi corazón, todo lo que pude pensar en ese instante fue abrazarla. 
No hacía falta decir nada más. Ella estaba conmigo, todo lo que necesitaba ahora lo tenía.

—¿Ya no estás preocupada, Vanne?

—No. ¿Por qué debería? —con un beso mejoró mi estado de ánimo.

—Me alegra que te sientas mejor. Me gusta verte así, sonriendo.

Cada vez que la besaba, lo único que me aferraba a la Tierra eran mis pies. Pero esa ocasión, volví más de prisa de lo que creía, pues mientras rodeaba mi cuello con sus brazos, la puerta del cuarto se abrió repentinamente. Nos alejamos enseguida.

Al parecer el auto que había escuchado llegar había sido el de Jennifer. Pues ahora nos miraba con expresión de sorpresa y desdén, sin decir nada.

—Jennifer, hola. ¿Qué tal... tu viaje? —dijo Christina, rompiendo el silencio.

—Excelente, hermana. Gracias. Y... ¿tú cómo has estado... aquí? —me miró al hacer su pregunta.

—Bien, yo... bien. Gracias.

—Estoy algo cansada, quería avisarte que estoy aquí, ya que mi madre no se encuentra. Y, bueno, ya lo hice. Te veré después.

No era la forma que había previsto para que Jennifer lo supiera. En ese momento supe el nombre de mi malestar... y su rostro. ¿Qué pasaría ahora? No sabía qué decir o cómo reaccionar.

—Está bien —dijo Chris, cuando Jennifer dejó la habitación—, hablaré con ella.

—Ella... se lo dirá a tu madre.

—Vanne, si es necesario hablar con mi madre también lo haré. No debes preocuparte.

—Lo estoy, realmente lo estoy. No entiendo por qué tú no.

—Porque te conocí, porque llegaste a mi vida y porque hace unas horas decidiste estar conmigo. No hay ninguna razón para sentirme asustada.

Admiraba la manera en la que se sobreponían sus sentimentos a lo que estaba sucediendo. Aunque yo sabía que la mirada de Jennifer había dicho muchas cosas, y era necesario aclarar la situación. Por lo que pensé en hablar yo primero con ella.

El día se desarrolló de forma normal, dejando de lado que evitábamos encontrarnos con Jennifer, lo cual resultaba sumamente difícil, pues al no estar acostumbradas a que estuviera en casa, no sabíamos en qué parte se encontraría. Cruzamos miradas en varias ocasiones, pero ella siempre parecía evitarnos. Solo entonces la casa me pareció relativamente pequeña.

Dejé a Christina en su habitación en cuanto comenzó a hacerse tarde. Ahora con Jennifer en casa no podíamos dormir juntas, ni siquiera ocasionalmente como solíamos hacerlo. Al volver a mi habitación, pude ver que Jennifer estaba por entrar a la suya, así que decidí actuar.

—Jennifer, espera —me escuchó antes de entrar a su habitación.

—¿Qué necesitas? —seguía evitando mirarme, igual que lo había hecho durante el día.

—Yo... bueno, no tuve oportunidad en el día de saludarte... así que aquí estoy. Y... ahora que volviste, volveré a estar para ti como antes.

—Gracias, Vannesa. Entonces te veré por la mañana —giró la perilla de su habitación dispuesta a entrar.

—Aguarda... quiero decirte algo.

—¿Sobre qué?

—Sé que me viste con Christina cuando llegaste...

—Y, ¿qué fue lo que vi exactamente? —solo entonces me miró.

—Jennifer, necesitas entender... que no planeamos esto. Surgió a lo largo de los días. Y, en verdad quiero a tu hermana.

—¿Quieres a mi hermana? —reía molesta— y, ¿para qué la quieres, Vannesa?

—¿A qué te refieres? —pregunté confundida.

—¿Qué esperas obtener de todo esto? ¿Por qué ella? —comenzaba a molestarse.

—Jennifer, no es nada de lo que piensas.

—Claro que lo es. Seguramente por esa razón quisiste venir a esta casa. ¿Mi madre lo sabe?

—Escucha —intenté no perder la calma—, como ya dije, no planeamos esto. No creo que sea algo que puedas planear. No sé cómo o porqué, pero es así. Y no sé qué pasa por tu cabeza, pero yo estoy enamorada de Christina.

—Quiero que te vayas... —había dejado de mirarme. Pero su enfado parecía crecer.

—¿Irme? ¿De qué hablas?

—Irte... de mi casa. Alejarte de mi hermana.

Siempre demostré ser una persona que perdía los estribos con gran facilidad cuando de discutir se trataba. No tenía mucha paciencia para lidiar con malentendidos, problemas, discusiones... Mi tolerancia era completamente un 0. Por desgracia, lo hice notar en aquél momento.




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