Intenté hacer a un lado el temor que no me abandonaba.
Mi madre ayudaba a que se disipara mi incomodidad cuando hablaba conmigo, sin necesidad de hacerle saber lo que sucedía. No quería comentarle a detalle lo que me inquietaba, aunque intuía que ella lo notaba; no me arrepentí de no haberle comentado la situación, pues una noche me dio una noticia que no hubiera tenido lugar, si hubiera sabido cómo me sentía realmente.
—¿Todo bien, madre? —pregunté al cabo de un rato, sonaba distraída.
—Hay algo que debemos hablar, hija.
—¿Qué es? —de alguna forma sospeché de qué se trataba.
—Tu padre me llamó el día de ayer...
—¿Él está bien?
—Sí, muy bien. De hecho, la empresa donde se encuentra trabajando comienza a expandirse, están buscando personal. Y... me pidió que fuera...
—¿Qué? ¿Irás? Pero madre, no podría ver a ninguno ahora. Me quedaré sola.
—Claro que no, Vanne. Tú tienes un segundo hogar, donde sé que te sientes bien. Donde está la persona con la que eres feliz. Y tu padre y yo seguiremos en contacto contigo. Solo iré un tiempo. Volveré. No podría dejarte aquí.
—Entiendo, madre —podría sobrevivir unos días sin ella, como lo había hecho hasta ahora, ¿no?—. Y, me alegra que vayas a ver a papá de nuevo. Solo, no se olviden de llamarme de vez en cuando.
—Por supuesto, Vanne.
—¿Cuándo te irás? —no quería que notara mi repentina preocupación, o de lo contrario no querría irse.
—Por la mañana. Ya empaqué mis cosas. Por cierto... Sabes dónde guardamos la llave de la casa, en caso de que quieras venir.
—Sí, lo recuerdo. Gracias.
—Te dejo para que descanses. Te quiero, hija.
—Y yo a ti, madre.
Sé que desde que vivía en casa de Andrea, no veía mucho a mi madre. Pero la idea de que se fuera lejos, demasiado lejos, me entristeció. Si necesitaba visitarla para charlar, simplemente lo hacía. Sabía que estaba ahí. Pero ella no podría volver de España si yo la necesitaba... me resultaba difícil imaginarlo. Aunque, como dije, si ella hubiera sabido que tenía un problema, hubiera decidido quedarse.
Era mejor de ese modo.
Los últimos días que tenía para estar con Christina, antes de que comenzaran sus clases, los aprovechamos tanto como pudimos. Continuando pasando el tiempo yendo al cine, al parque, a la feria... lo podríamos hacer después, claro, pero nuestro tiempo se vería reducido por sus tareas. Sin ella no podría pensar siquiera en salir a alguno de esos lugares.
También, íbamos de compras buscando sus materiales escolares. Resultaba extraño para mí, pues desde que yo había decidido no ir al colegio, no compraba materiales o hacia trámites para ninguna clase. Pero me alegraba que Christina tuviera en mente continuar.
—Chris, quería preguntarte... Jennifer no suele salir en días... de... cuando tú...
—¿Qué? —rió mientras me miraba confundida.
—Cuando tú estas en el colegio, ella... ¿qué hace?
—Mmm no lo sé. Creo que a veces se queda en casa. Pero ya sabes cómo es. Pasa más tiempo afuera que aquí. No te preocupes, solo estaré ausente unas horas cada día.
—Está bien, lo siento.
—Por cierto, Vanne. Tengo algo para ti.
—¿En serio? ¿Qué es?
—Ya lo verás.
Salió de su habitación y me ocupé apilando sus libros y alistando su mochila, así como los papeles que debía llevar el primer día de clases. Absorbía mi mente el pensar que Jennifer y yo tendríamos problemas durante todas las mañanas. Realmente esperaba que no fuera así.
Christina entró un momento después y me entregó una caja de regalo.
—Ábrelo, Vanne.
Quité el papel que la cubría, dentro encontré un nuevo pantalón... pero no era como los que solía usar, este era rojo. Christina dejó escapar una pequeña risa cuando vio mi reacción. Después, encontré en la caja un reloj de muñeca. Las manecillas eran pequeñas y lo rodeaba un color plateado. Era muy hermoso.
—Gracias, Chris. Son muy lindos. Pero...
—¿Qué ocurre?
—¿Por qué me estás dando esto?
—Mira bien en la caja.
Encontré una nota que decía: "Gracias por este primer mes, te quiero, Vannesa". Y más abajo, la fecha de ese día "29 de julio".
—Hoy es... ¿en serio? ¿un mes?
—Espero que el reloj ayude a que sepas en qué momento del tiempo estás, Vanne.
Admito que me sorprendió verla manteniendo su sonrisa. Había olvidado que cumplíamos 1 mes, y ella continuaba risueña y emocionada. Yo, por otro lado, me sentía apenada.
—En verdad lo siento, Chris. Yo no... soy buena para esas cosas.
—Eso cambiará, no te preocupes. Me alegra lo que este día significa, no esperaba que me dieras nada, ya lo haces al estar conmigo.
—Aún así, lo siento —me sentía tan avergonzada que ni siquiera la miré a los ojos.
—Te quiero, Vanne, no hay nada por lo que debas disculparte —un beso fue todo lo que le ofrecí aquel día. Pero sin duda, no lo dejaría así.
Un día antes de que reanudara sus clases, insistió en dormir conmigo. Pero no quise crear más problemas con su hermana. Tendríamos que esperar.
En su lugar, le ofrecí un gran abrazo. Extrañaría no verla por las mañanas, pues para cuando yo despertara, ella ya se encontraría en el colegio. Y me hizo saber que no iba a permitir que yo despertara a la misma hora que ella, pues quería que recuperara mis horas de sueño perdidas.
—En cuanto vuelva del colegio, no me separaré de ti —suspiró con calma.
Sé que tampoco le agradaba la idea de romper nuestra rutina, pero era necesario que continuara con sus estudios. Lo habíamos acordado.
—Ahora ve a descansar, Vanne. Te veré mañana. Te quiero, no lo olvides. Y no prestes atención a Jennifer, basta con ignorarla y nada más.
—De acuerdo. Así será. Ve con cuidado mañana. Estaré aquí, esperándote.
Cuando entré a mi habitación, me sentí feliz, por un lado, aunque un poco decaída. Formalmente, había cumplido un mes con mi persona especial, y esa felicidad desbordaba mi corazón, pero me deprimía la idea de tenerla lejos y de estar, por primera vez desde que había llegado ahí, sola.
Me acostumbraría, sin duda. Siempre era así. Intenté no pensar en eso. Mi mente se calmó al cabo de unos minutos. Un largo sueño se adueñó de mí, hasta la mañana del otro día.
Editado: 08.08.2021