Habían pasado casi 4 años desde que mi mejor amiga y yo compartíamos tiempo juntas.
No pudimos mantenernos en comunicación durante ese tiempo debido a que, en ese entonces, ninguna utilizaba teléfono celular, y nunca nos preocupó memorizar nuestros números de casa, pues nos veíamos prácticamente a diario. Irónico que después de eso, nos separáramos abruptamente. Errores diminutos de los cuales no preveemos consecuencias.
Ahora que tenía modo de seguir comunicándome con ella, no dudaba en verla algunas veces a la semana. Me había contado que vivía en un departamento, cerca de nuestro antiguo colegio. Me alegró enormemente tenerla cerca nuevamente.
Esa tarde llegué a casa, por supuesto, antes de que Christina lo hiciera. No tardé en contarle acerca del regreso de Allison. En días anteriores la había mencionado durante nuestras conversaciones. Y no perdería la costumbre de hablar con ella sobre todo lo que me importaba.
—¿Cuándo volvió, Vanne? —quiso saber, con la sorpresa en su rostro.
—Hace un par de semanas, me parece, pero no tenía modo de saberlo. Por suerte coincidimos en casa de mi madre el día de hoy. No imagino cómo hubiera sido haber perdido esa oportunidad, no saber que ella estaba aquí —subíamos las escaleras para ir a su habitación, llevé su mochila como lo hacía usualmente.
—Me alegra mucho que ahora puedas salir con ella, que hablen nuevamente. Así podrás tener compañía cuando yo me ausente —se dejó caer en su cama, descansando de su nueva rutina—. Espero conocerla pronto. Podrías decirle que venga algún día.
—Sí... claro... es una buena idea —no pude evitar cambiar mi alegría por nerviosismo.
—¿Pasa algo? —preguntó.
—No. Nada. Yo... le diré que quieres conocerla.
—Ya veo —desvió la mirada y sonrió ligeramente.
—¿De qué hablas?
—No le has contado sobre mí, ¿cierto?
—¿Cómo...? ¿por qué siempre parece que sabes todo lo que estoy por decir?
—Te lo dije, yo lo sé todo —bromeó.
—Lo siento, Chris —me acerqué a ella, recostándome a su lado—. La conozco de toda mi vida y... claro que se lo diré, solo necesito un poco de tiempo.
—Descuida. Debe ser difícil contarle a las personas que trabajas para tu novia —su malestar pareció disminuir cuando siguió bromeando.
—De manera que... —seguí lo que hacía— ¿le dijiste a tus amistades que trabajo para ti?
—Sin duda. También les dije que mi hermana te considera la mejor cuñada del mundo.
—Siendo así, lamento no haberle informado a mi amiga sobre la situación. Pero lo haré lo más pronto posible.
—No omitas decirle que olvidaste nuestro primer mes.
—Eso sí es cruel —sonreí apenada—, pero también se lo diré, si así lo prefieres.
—Te quiero, Vanne —no ocultaba ahora su sonrisa—, me alegra que tu amiga te de tranquilidad y te mantenga feliz. Espero que no sustituya mi cariño.
—Eso no podría pasar —tomé su rostro—, a ella le ofrezco mi confianza y amistad, y, a ti, esto —la besé y después sentí cómo retrocedió un poco.
—Vanne —me dijo riendo—, me mordiste.
—¿Lo hice? —fingí confusión—. Bueno, eso también es algo que no le ofrecería a ella.
Tocaron a mi puerta y se abrió segundos después. Era Gabriela.
—Hola, lamento interrumpir. Christina, tu madre pregunta si compraste aquellos libros que utilizarías.
—No... lo olvidé por completo. Hablaré con ella. Gracias, Gabriela.
Se despidió de mí con un beso y salió apresurada.
—¿Todo en orden, Vannesa? —Gabriela no había salido de la habitación, como usualmente lo hacía al dejar un mensaje.
—Sí, todo va muy bien. Gracias.
—Cuando llegaste hace unas horas, noté que te habían traído en un auto —para mi sorpresa, al tiempo que hablaba había tomado asiento a un lado de mí.
—Sí, era mi amiga Allison —le di un breve resumen—, creo que verás su auto muy seguido por aquí.
—Eso es estupendo. Qué suerte la tuya, Vanne. Ahora que mencionas que estuvo en Italia, déjame contarte que mis padres viven allá.
—¿En verdad? No tenía idea. Supongo que continúas hablando con ellos de vez en cuando.
—En ocasiones. Pero realmente no es así. Nunca estuvieron de acuerdo con mi decisión de no acompañarlos.
Quise preguntar a qué se refería, pero no quería incomodarla. Tal vez sería en otra ocasión.
—¿Qué hay de tu hermana? —pregunté.
—Como te dije hace unas semanas, me ha comentado que planea volver. Me parece que encontró una universidad donde planea estudiar Botánica.
—Supongo que estás feliz porque volverá.
—Así es, la extraño igual que a mis padres... es solo que... —por primera vez, desde que la conocía, la noté pensativa, quizá preocupada. No había visto esa reacción la primera vez que me habló de su hermana—, hemos tenido algunos problemas. A pesar de que es menor que yo, es mucho más lista, en ocasiones inconstante con sus emociones...
—...y... —comencé, una vez que hizo una pausa perdida en sus pensamientos—, ¿por qué esa forma de ser de tu hermana les ha causado problemas? No logro entender.
—Es tema para otro día, Vanne —volvió a ella su peculiar sonrisa—. Te dejaré terminar con lo que hacías.
—Está bien —realmente no lo estaba, tenía muchas dudas, odiaba tenerlas—, gracias por compartirme esto, Gabriela.
—Gracias por escuchar —tomó la bandeja que descansaba en uno de mis muebles al ponerse de pie.
—Mañana veré a Allison —noté que continuaba distrayéndose con facilidad, pero volvió en el momento en que hablé—, quería que lo supieras.
—No hay ningún problema. Hazme saber cuando salgas.
—Lo haré —por alguna razón siempre llegaban dudas a mi mente, cuando las personas estaban por irse—. Gabriela, ¿qué edad tiene tu hermana?
—Tiene 23 años.
—Vaya —realmente me sorprendí—, cuando dijiste que era menor que tú, en verdad imaginé que hablábamos de una adolescente.
—Ahora sabes que no es así. Descansa.
—Espera... lo siento —me miró, sosteniendo la puerta— ¿Qué edad tienes tú?
Editado: 08.08.2021