La semana se escurrió de mis dedos, pasando a la siguiente en donde los exámenes amenazaron por acabar con las pocas neuronas vivas dentro de mi cerebro al recibir prácticas de todo tipo para prepararme y luego dejarme en el único modo disponible: Dedicándome a respirar. No es cosa fácil, es algo complicado que llega al espacio de un nuevo modo, uno mundialmente conocido por Army y ese es Jungshook. No voy a mentir, el dedicarme a respirar es una excusa cuando mis ojos se quedan fijos en un espacio sin sentido, sin pestañear y con la mente en blanco. Respirando, pero en Jungshook. Toda una habilidad que se genera en mí cuando paso demasiado tiempo mirando contenido de Kookie. Es algo que aparece y luego se va.
Como en este momento, mis ojos están mirando fijamente una silla dentro del salón escuchando a lo lejos a Ofelia hablar sobre la situación del pronto viaje, mirando a la nada pensando en nada. ¿Hobi habrá comido algo? ¿Los chicos se están alimentando bien? ¿Están bien? ¿Necesitan un abrazo? No voy a negar que las ganas de tomar mi mochila y salir del salón para irme a casa a mirar memes es tentador, aún más cuando la campana de fin de clases tarda en sonar, ¿falta mucho?
Varios eventos están a la vuelta de la esquina. El evento de la última ronda es el próximo lunes y la boda de mi hermano le pisa los talones con mis padres corriendo de un lado al otro ayudando a la futura pareja con los preparativos.
Salgo de mi estado cuando un rostro que se inclina desde la derecha aparece en mi campo visual y me dedica una pequeña sonrisa antes de regresar a su sitio.
—Me gusta tu sonrisa. —opino en voz alta, cubro mi boca con ambas manos abriendo los ojos cuando escucho la suave risa de Mateo a mi lado.
Me gustas tú.
—¿Así? ¿Tan de pronto? —cuestiona divertido, puedo detallar un suave rubor en sus mejillas.
—No debí decir eso. —musito contra la piel de mis manos, mis mejillas no tardan en tornarse rosadas.
—¿No te gusta mi sonrisa?
—No, es que... o sea, si me gusta, pero no era algo que debí de comentar en voz alta, era más como un secreto propio, pero ahora lo sabes y... que pena. —oculto mi rostro entre mis brazos apoyándolos sobre el escritorio.
Trato de tranquilizarme tomando profundas respiraciones, pero mi corazón es un vuelco cuando escucho la silla de Mateo moverse un poco y el suave toque de su dedo contra el muro que me divide de él, el mundo, mis brazos. Giro mi rostro con cuidado y abro un pequeño espacio entre mis brazos mirarlo directamente, su mirada tiene su suave brillo que vuelve cálido mi corazón, ya no late descontrolado, ahora simplemente es feliz de recibir esa mirada tan dulce.
No dice nada, ninguno parece querer hacerlo, solo nos quedamos mirándonos, uno frente al otro, miradas infinitas que pueden significar tanto que abruma mis sentidos. ¿Mi mirada le expresa todo aquello que guardo en secreto? ¿Esos sentimientos novedosos que poseo hacia él? ¿Se percata del efecto que tiene sobre mí?
—¿En qué tanto piensas? —indaga con su suave voz, hipnotizante que me cuesta responder.
En ti, en esto que siento hacia ti. Mis pensamientos se resumen y giran en torno a ti.
—En nada. —me apresuro a decirle robándole una risilla.
—¿Quieres cenar en casa? —mis ojos se abren un poco y él relame sus labios nervioso— Logan ha estado de arrogante toda la semana diciendo que va a preparar una gran comida. —aclara volviendo a lamer sus labios.
—Sí, me gustaría cenar contigo —en esta ocasión es él quién abre un poco sus ojos sorprendido—, Logan y tus padres. —aclaro robándole otra linda sonrisa.
—¡Chicos, presten atención! —Ofelia da dos fuertes golpes a la pizarra llamando la atención de los alumnos. Enderezo mi espalda de golpe al escucharla—. Deben siempre recordar estas reglas gramaticales, son de gran importancia y... —la alarma anuncia el final de clases interrumpiendo su clase—. Feliz fin de semana. —se despide luciendo un poco cansada.
Uno a uno los estudiantes abandonan el salón despidiéndose de la cansada mujer, sus días han estado de locos con exámenes y la organización del viaje. No es sencillo ser profesora a su edad, pero aún así ella logra andar por los pasillos con una radiante sonrisa.
—Puntuales el lunes chicos. —nos detiene antes de que salgamos del salón. Me giro para asentir—. Recuerden llevar todo lo que necesitan, en esta ocasión el viaje será aún más largo y por eso nos iremos temprano, ¡nos vemos! Disfruten del fin de semana con sus familias.
—Gracias, igualmente para usted. —respondo dedicandole una pequeña sonrisa.
—Gracias. —dice Mateo.
Su mano se posa sobre mi cintura girandome con suavidad a la salida. Suelto una pequeña risa por el repentino movimiento, pero no me quejo cuando me lleva fuera sin dejar de sostenerme por la cintura. Podría acostumbrarme a esto, aunque no es algo sano para mi corazón.
—Hasta el lunes. —se despide con una sonrisa ladeada.
Su mano en mi cintura me guía a la salida del instituto, pocos estudiantes se encuentran en los pasillos charlando entre ellos o siguiendo el mismo camino que nosotros. El sol de la tarde ilumina el oscuro pasillo cuando las grandes puertas anuncian mi libertad y cuando estamos fuera, veo el auto de los padres de Mateo con Logan fuera de él, recargado, vistiendo una camisa ancha rosa pastel, los bodes van dentro de su pantalón negro y unas tenis del mismo color. Él eleva su mano saludandonos y yo respondo con el mismo gesto, pero salto de pronto cuando la mano de Mateo presiona mi cintura generando costillas.