Probablemente lo que más recuerde de esta noche, sea el frío de la acera, la suavidad de su piel al tomarla de la mano y como se quebró su voz cuando intentó tranquilizarme. Rebecca era de esas personas que sin importar lo que hagas no puedes obligarlas a quedarse en tu vida, ella no era perfecta para el mundo, pero era perfecta para mí cuando yo no era perfecto para ella. Como una brisa fresca que alivia el calor en una tarde de verano, ella llegó a mi vida para aliviar la culpa de la que había estado huyendo por mucho tiempo, un error que cometí y por el que nunca fui responsabilizado.
Ella apretó mi mano al notar mis ojos llenarse de lágrimas.
–No deberías preocuparte tanto, eres muy joven para quedarte calvo por estrés– dijo eso con una sonrisa, sus palabras siempre son tan casuales, podría estar parada en el centro de un terremoto y aún así no perdería su don de tranquilizar a las personas. – No llores más por favor, me vas a romper el corazón. – su voz se quebró al decir eso último.
–Estoy bien– fue lo único que conseguí articular.
No sabía que más podía responderle, no estaba bien, pero no quería que ella se preocupara por mí más de lo que debería preocuparse por sí misma, quería gritar, pedirle que aguantara, rogarle que no se rindiera, pero, ¿Cómo podía hacerlo? ¿Cómo pedirle algo que no depende de ella? Odiaba sentir esta impotencia, hizo tanto por mí y lo único que yo podía hacer en este momento era sostener su mano y rezar porque la ayuda llegara a tiempo, rezar para no perderla.
–Es muy lindo ¿No crees? – me pregunta mirando hacia el cielo – con seguridad podría afirmar que el cielo fue testigo de muchísimas tragedias, y sin embargo, sigue ahí, imperturbable, mirando nuestros día a día, protegiendo a los que se fueron y esperando a los que están por llegar. –
–Si lo piensas, suena un poco triste – le respondí vagamente.
–Supongo que sí. – concluye.
–James...– dice captando mi atención – cuando ocupe mi lugar, voy a estar siempre cuidándote.
Iba a preguntarle a que se refería, pero no llegué a formular la pregunta, el sonido de la ayuda llegando me distrajo, creí que podría averiguarlo después asique me concentre en los hombres que venían a socorrernos. Tendría que haberle preguntado en ese momento, no tendría que haberlo dejado para otra ocasión, esa era nuestra ocasión y yo la deje pasar.