No tuvo que pasar demasiado para sucumbir al deseo de besarla, probando sus labios un momento para obtener su aprobación.
Evia se inclinó, buscándolo al sentir sus manos alrededor de su cintura, cercana a él, chocando de inmediato contra su cuerpo.
Despacio, alzó su vestido para tocar su vientre, haciéndola temblar en medio de la pausa.
Cerró los ojos, inspirando en cuanto la fue desnudando, con sus manos prendadas a los hombros al dejarlo continuar, yendo despacio hacia los botones de su camisa.
Las prendas terminaron en el suelo, con sus yemas conociendo cada vestigio de sus pieles al no tardar en ir al baño, pensando en que solo debían limpiarse.
Trató de no traer a su memoria lo que sucedía, ni el hecho de que estaban tan expuestos, mirándose bajo el torrente de agua al no volver la vista a otro lugar.
—Si quieres, me salgo.
—No—decidió, segura, tratando de morir al miedo y a la inseguridad del momento—. Necesito reconocer lo que puede ocurrir con un esposo—sopesó, con las palmas de ambos alzadas al él cubrirlas en el segundo.
—Evia—lo abrazó, permaneciendo en su pecho al mantenerla segura, besando su cabeza en cuanto cerró el grifo.
Le dio espacio para asimilar lo que los llevó al encuentro, pensando que había sido imprudente y precipitado, porque tal vez, no estaba lista para eso.
Es más, ninguno estaba listo para tanto, solo que no podían ignorar aquello que los estaba llamando y lo que parecía encajar de manera perfecta en los instantes que tenían.
Suspiró, con su pecho siendo besado al terminar de puntillas, recibiendo sus besos, buscando el modo de concentrarse en la limpieza y no en tocarla de más.
—¿Crees que aún me sirva el vestido?—Él sonrió, asintiendo a pesar de que ella creía lo contrario.
—¿Cabré en el traje?—bromeó, viéndola asentir, muy segura de eso.
—Sigues en tu mismo peso—enunció.
—Tú también—habló, tocando su vientre al subir la mano de inmediato.
La observó ladear la cabeza, finiquitando el proceso al cubrirla con la bata, dejando que fuera a vestirse con los interiores, haciendo tiempo mientras lavaba sus dientes.
Evia le pasó un calzoncillo, riendo cuando le vio el brazo y el intento de ser una esposa, sostenido del lavamanos al reír por eso.
—Ya puedes salir—emitió, cubriéndose los pechos con las manos al lograr que riera por el modo en que también buscó cubrir su entrepierna.
—Estoy vulnerable, no te burles—pidió.
—¿Delante de mí que tengo la braga y el sostén?—le tiró la almohada, para que siguiera su número lleno de drama.
—Tú sabes lucirlo, yo no—indicó—. Y estoy en desventaja porque no puedo cubrir mis tetillas—la mujer soltó una risa, acercándose para quitarle las manos de ahí, logrando que se enderezara.
—Dramático y burlón—musitó, dándole un pico.
—Vergonzosa y tímida—la retuvo, saltando en el apretón.
—Desvergonzado—susurró, sobre su boca.
—Me gustas mucho, mujer, lo siento—acotó, en el beso, sintiendo sus manos posarse en cada hombro.
—Tú también me gustas mucho, hombre—cedió, jadeando por el toque en el otro lado.
—He pensado que tienes miedo de sacar todo tu lado atrevido—farfulló—. No temas conmigo.
—Eso intento—expuso—. Toma tiempo ser alguien nuevo.
—Pues no debería tomar tiempo el ser tú—la captó, directo—. Beso—le dio uno, libre al profundizarlo, antes de hacer espacio para ayudarla a vestirse.
Le entregó su tiempo y se aseguró que la prenda no le apretara demasiado en la espalda, ceñida en la tela que le seguia quedando perfecta, sin mostrar o incomodarle, lo que ella esperó.
Davon se vistió al término, lleno del escrutinio de la presente, quien no dejó de verle cada movimiento hasta que estuvo listo.
De pie, la invitó a estar frente a él, tocando su cabello que seguía mostrándose natural, con esos aretes enmarcando más su expresión.
Un abrazo fue suficiente para que luego ambos salieran, dirigidos hacia el mismo destino que iban los otros recién casados y aquellos que iban a casarse en la ceremonia.
Algunas miradas recayeron en la fémina, dándole a Davon una sensación de orgullo por cómo la vieron, siendo el centro de atención, lo que también le gustó.
El área para el baile fue ocupada y pronto la música se hizo evidente, enmarcando a las parejas en el momento único y privado al que algunos estaban atentos en el salón.
—¿También has estado desarrollando sentimientos?—Preguntó, movidos al verse a los ojos.
—He querido decir muchas cosas y no puedo—auguró—. Temo espantarte con eso.
—Y decías que no tenías miedo—estiró los labios, riendo.
—Es otro miedo—habló—. El de perder lo que tengo, que ni siquiera sé si es certero—acotó—. El de disfrutar y envolverme en esto y que al final, termine con el corazón roto por lo que pueda pasar—confesó, sincero ante su atención—. No quiero hacerme ilusiones, pero es difícil con alguien como tú.
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Editado: 10.12.2024