No sé cómo explicarlo

013| Solo quería fumar.

Pasamos varios meses junto.

Leticia por fin pareció olvidarse de él. Lo que es bueno, porque ya no me mira con odio cuando estamos en la misma oficina después de ver que tenemos varias fotos juntos y salimos mucho.

Todo parece volver a la normalidad entre ambas, pero en mi, es algo diferente.

Pues paso mis tardes libres en el departamento de Aleksis, a veces él lo hacía en el mío y a veces nos olvidamos de nuestras existencias, pero aun así vivimos bien, pues parece que hay certeza en que nos llevamos bien y casi somos algo, ¿lo somos?

En palabras de mi madre, ella consideraría que solo falta que nos casemos, aunque ni siquiera sé que somos, puesto que nos besamos, tenemos sexo casi siempre y más de la mitad del tiempo vivimos juntos. Aunque yo prefiero definirlo como algo casual, estoy segura de que ni mi madre, ni Aleksis lo consideran del mismo modo. Temo preguntar, aunque sé que es más sencillo —y me sacará de dudas, además de ser asertivo— siempre trae consigo problemas.

También otro hecho que me gusta es escribir cuando él está cerca de mí; lo miro de reojo y me inspira, aunque a ciencia cierta es que no es mi inspiración inicial. No escribo por él, ni para él, pero si con él.

Tomo mis dispositivos guardándolos en mi bolsa tote; después me levanto del asiento del escritorio —él agregó uno, especialmente para mí y es un sitio agradable que lo he decorado para que se convierta en un espacio mío— caminando hacia él, y poniendo mis manos sobre cuello, él tomo mi cintura mirando mi rostro con atención. No lo voy a negar, amo que me mire a los ojos y me sonría con la mirada.

—Iré a casa —pronuncio sonriendo—. Creo que mi cama me extraña.

Él ríe asintiendo. Vivimos enfrente, pero aún así pareciera que vivimos a kilómetros de distancia porque es tan cómoda nuestra compañía.

—Nos vemos después, entonces, Rakkaani.

Dijo «Mi amor» y cada día temo que esto no sea tan casual como creía. No me preocupa del todo, me preocupa que no sea del todo correspondido.

.

No nos volvemos a ver después de ese día, y no es por la palabra «Rakkaani», si no que nuestros horarios se han vuelto algo complicados: mientras yo trabajo de día, él trabaja de tarde hasta la madrugada y lo cierto es que terminamos algo cansados del trabajo entonces nos limitamos a escribirnos brevemente.

Lo positivo del asunto es que mi tiempo lo termino centrando en todos los libros que editar y todos mis trabajos personales. Tomará su tiempo en ser concluido, pero sé que valdrá la pena. Cada día mi manuscrito me gusta más que el día anterior.

En las semanas, entre trabajar con Ixchel, escribir, editar, visitar a Alma en mis tiempos libres, llamo a mi abuela, y el hecho de que nadie responda me deja nerviosa, poco después me entero de que no está muy bien y que se encuentra en el hospital por unos días. Sé que debería ir, pero mi madre me advierte que no permiten demasiadas visitas, que ella me dará informes.

No me da informes exactamente, solo se limita a un «bien», «ok», «estable» o no contesta.  No contestar siempre es una mala señal, y me recuerdo que debería ir, pero es casi media noche y ya no se admiten visitas.

Salgo del edificio quedando en la acerca y tras dar un par de vueltas, regreso frente al edificio. Pongo un cigarrillo en mis labios —solo se puede fumar a fuera, a los vecinos no les gusta el olor— y cuando estoy por encenderlo, alguien lo quita de mis labios.

Me molesta. Me molesta mucho.

Volteo con el rostro enojado para saber quien ha sido y gritarle que se meta en sus propios asuntos, pero es Alexis con su rostro serio como siempre. Ni siquiera me da vergüenza que me vea con ropa holgada y una coleta alta mal elaborada, solo lo volteo a ver.

—¿Qué problema tienes? —pregunto.

—No fumes.

Rio lentamente al tiempo que niego.

—Mi abuelo murió de cáncer pulmonar después de fumar mucho —añade con el rostro serio—. Por eso odio ver a las personas fumar.  —Casi siento que se preocupa por mí.

—Ayuda a calmarme.

—Y a matarte lentamente…

—Perdón.

—Pídete perdón a ti misma, Mara.

—Perdón Mara por meter sustancias dañinas a tu cuerpo —digo en tono de chiste, él rueda los ojos—. ¿Qué haces aquí?

Una parte de mí —contraria a lo que me repito diario— quiere escuchar “He venido a verte a ti. A ti. A ti”. Pero solo dice:

—Aleksis me dijo que podía pasar cuando quisiera por algo que dejé, hoy estaba de paso y decidí detenerme.

No es él el culpable de que esto hable de lo que no es; que no sean más que suposiciones utópicas, deseando ser reales. Él no es el culpable, es solo que yo me emociono y pienso antes de que pase o este remotamente cerca de ocurrir.

Damos una vuelta a través de la calle, después por la avenida que no descansa; sucede que en la ciudad siempre hay vida a cualquier hora. Desde las zonas grandes donde los bares abundan, hasta las zonas más recónditas donde la violencia hace presencia. Incluso el sonido de las patrullas o ambulancias yendo a velocidad por alguna emergencia a mitad de la noche y después los que decidimos caminar en la madrugada.




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