Definitivamente no es un adios.
A los 12 años
10 de diciembre del año 2008 a las 14: 07 PM: Fecha exacta cuando Lumiére acompañada por el padre de Ciro lo despedían en el aeropuerto.
—Vamos Inglaterra no está tan lejos. —Ciro palmeó la cabeza de la joven mientras está lloraba desconsoladamente.
—No...—sorbió su nariz—Solamente a 1604 kilómetros exactamente...—con sus manos trató de limpiarse las lagrimas que caían sin cesar.
Ella pensó haber estado preparada, lo supo desde hace más de un año. Aun así que ingenua fue, ahora, en el momento de enfrentarse a la verdad, teniendo la cara de Ciro delante de ella mientras sus labios pronunciaban ese ligero "Hasta pronto" no pudo contenerse y rompió en llanto.
—Cuanta exactitud, me alegra que esté prestando atención a su profesor de geografía—sonrió— La llamaré cada día en mi tiempo libre. —Ella no hizo otra cosa salvo llorar con más fuerza, la gente que pasaba a su lado volteaba a mirarla, el mayordomo frunció el seño ¿Qué iba a ser de la niña? —Inspiró profundo y se decidió a continuar su papel de mayordomo hasta el último instante. Ciro tomó el pañuelo celeste que hacia juego con el traje, quitándolo de su lugar el cual se encontraba en el bolsillo delantero adornando para dar color, tomo la lamo de Lumiére, suavemente lo colocó sobre esta—Señorita, usted nunca debe llorar en público, jamás, sin importar que cosa este pasando, no vuelva a llorar en público.
Lumiére observo el rostro serio de Ciro, "Hasta el último momento corrigiéndome", ese pensamiento le entrego calma aun si eso era extraño.
Porque claro está ella no solo lloraba por la partida de la persona más cercana, más cercana que cualquier otra, aquella persona que la conocía mejor de lo que ella misma se conocía, con quien pasaba exactamente 11 horas diarias, si descontábamos las horas de clases y lo momentos en que dormían, 16 horas los fines de semana. Ciro, él no es cualquier sirviente, eso no se debe a su linaje de mayordomo... no, definitivamente no, Ciro la aconsejaba, le indicaba como actuar cuando tenía dudas de que hacer, él la consolaba. Por esa razón, tenía miedo, miedo de perder su soporte ¿Cómo vivir una vida donde Ciro no forma parte de ella? Eso era algo completamente nuevo, hasta ese segundo cuando él se despidió no comprendió lo mucho que le afectaba perderlo.
Estaba aterrada.
—No te vayas...—susurró cubriendo su boca con aquel pañuelo mientras sus hombros temblaban y los sollozos dificultaban su habla—No me dejes...—la presión del pañuelo sobre su boca se hizo aun más intensa tratando de sofocar esas egoístas palabras antes de poder ser escuchadas, fracaso miserablemente.
Ciro cerró los ojos, tratando de apaciguar todas esas ansias por consentirla y responder con su típico "Cómo la señorita desee", esta vez no, esta vez no podía.
Por eso cuando los abrió hizo lo que mejor se le daba.
Colocándose de cuclillas para tener una estatura aproximada a la de su señorita extendió los brazos.
—Señorita ¿No me dará un abrazo de despedida? — Sonrió, utilizando esa sonrisa matadora, su técnica infalible para hacer ceder a Lumiére.
Ella por otra parte observo a Ciro unos segundos algo sorprendida, el pañuelo se alejo de su boca, y ahora que el llanto se detuvo de repente una profunda bocanada de aire pudo ingresar a sus pulmones.
—Vamos. —La llamó extendiendo un poco más el espacio entre sus brazos.
Sólo eso basto.
En ese segundo que siguió Lumiére tomó impulso con su pie izquierdo y se lanzó a una desesperada carrera por llegar hasta su soporte, a ese lugar seguro y cálido, iba a sentir sus amables brazos y tranquila respiración relajarla por última vez en quien sabe cuánto tiempo. Fueron apenas dos pasos, unos extremadamente cortos dos pasos para cualquier observador externo de la situación, pero, para esas dos personas, para aquellos dos seres que compartían un lazo indestructible, para ellos quienes se necesitaban el uno al otro en su día a día fueron kilómetros.
Y en todos esos kilómetros vieron reflejados en los ojos del otro aquellos momentos insustituibles e inmemorables, momentos dignos de ser recordados, y lo serían, más de mil veces, sacando sonrisas involuntarias mientras estuvieran haciendo cualquier cosa típica o sin importancia, durante una clase o tal vez a la hora de la cena.
Esos dos pasos fueron los más extensos de la historia, o por lo menos Ciro y Lumiére lo relatarían de esa manera en un futuro.
Los dos pasos que median 2 kilómetros.
Fue entonces cuando sus cuerpos chocaron el uno contra el otro, en una fuerte colisión de emociones lanzando por todas partes sentimientos de añoranza y nostalgia prematuros.
—Sea una buena niña, crezca sana y fuerte, coma todas su verduras y las comidas que incluso no le gustan, preste atención a sus profesores, el año entrante comenzará finalmente la secundaria para dejar las clases particulares, por favor trate de adaptarse lo mejor posible, siempre que tenga un problema llámeme...—Comenzó un extenuante intento por dejar salir muchas palabras en la menor cantidad de tiempo posible agotando al aire de sus pulmones con rapidez, Ciro al mismo tiempo en donde su boca se movía sin parar sostuvo su cabeza con firmeza mientras que su brazo derecho cruzo por su cuerpo hasta llegar al hombro sujetándola contra sí en un intento desesperado por no dejarla ir... curioso ya que era él quien debía marcharse.