No ser Cenicienta

Capitulo 3

Un consejo de vida: “Cuando quieras gritar, grita en tu almohada”. Eso mismo hice cuando llegué queriendo matar a alguien, sin contar que azoté la puerta y eso que es solo la mañana, no quiero imaginar que pasará más adelante. Creo que una de las cosas que “agradezco que mi familia” es que les interesa poco si grito o no, dándome unos preciosos tiempos de privacidad.

 

– Cenicienta –dijo Bali– Me asustaste. Creí que era lady Thundarot 

– No me digas Cenicienta –levantando la cabeza– Soy Lea Thatcher, mis padres son Max y Cristina; no tengo hermanastras ni a su madre; estudió la carrera de derecho y por si fuera poco ¡No sé cómo llegué a este lugar! –no sé por qué levanté la voz, pero me arrepentí, ya que vi la mirada de Bali algo pasmada y triste por la forma en que le hable.

 

– Disculpa Bali, pero no soy de este mundo –levantándome de la cama y recorriendo el cuarto– No soy la Cenicienta que mencionas. Yo no te conozco a ti ni a esas locas que están afuera. No me gusta hacer un desayuno que no sea el mío, detesto que me menosprecien y no hablo con los pájaros.

-- ¿Dijiste que te llamabas Lea?

– Sí, ese es mi nombre

 

 Pude ver como Bali me miraba, era como de sorpresa, pero a la vez ¿admiración?.

 

– Entonces, explícame

 

                                                                                                                                                                              

No sé cuánto tiempo, explique sobre mí y la manera en como vivía. El lado positivo es que Bali en todo momento me escuchó, hasta podría pensar que me comprendía.

Al finalizar, ella solo se quedó ahí, en el escritorio antiguo.

 

– Esto es nuevo –comenzó– Esto nunca ha pasado. Hasta podría decir que es una broma tuya, pero la joven que conocí nunca me haría estas bromas.

– Sé que es extraño, pero es la verdad –confesé– El único acercamiento que tuve con la persona que conociste fue un cuento para niños. Esta vida –alzando las manos– Es parte de una fantasía

Ella únicamente se quedó procesando mis palabras, cuando de repente abrió las alas y empezó a volar dentro de la habitación. La seguí con mi mirada y fue entonces que se detuvo en una especie de manto gris.

 

– Debes ver esto –con sus patas quitó el manto, quedando un retrato.

Tuve que ver dos veces antes de acercarme, ese retrato era como algo llamativo por el dominio del dorado, pero ese rostro nunca lo confundiría. Cabello castaño con un poco de rulos, ojos marrones, cejas algo gruesas, era…

– Es mi mamá –sorprendida– Entonces, si ese retrato está aquí, es…

– Exacto –confirmó– Ese retrato era de la señora Adelina, que fue mandado hacer por su esposo David Adams, uno de los comerciantes más importantes de la ciudad –sin dejar de mirarme– Y padres de una pequeña llamada Mía, aunque más conocida como…

– Cenicienta –terminé diciendo, un poco mareada

– Así es. Tal vez no te llames Mía Adams o no sea tu mundo, pero al parecer algo o alguien te trajo aquí para qué tratarás de cambiar el destino de Cenicienta. Si quieres puedes mirarte en el espejo para confirmar si eres tú, pero en caso de que no lo seas, tendremos que buscar respuestas.

Fui directo al espejo para verme y, tal como sospecho Bali, era yo. Creo que lo único que cambiaba eran mis ojos, porque eran medios verdes, lo demás era el mismo. Mi cabello castaño con una cola, que no lo miré por distraída, mis ojeras por la falta de sueño y mi piel, <<¡Wow!>>, estaba algo bronceada, no importaba. Era yo, no importaba lo que me decían, porque era casi la misma Lea.

– Tal como lo pensé –escuché– Llevas las características de Mía, por lo que tal vez si llegaste a este lugar es porque debes cambiar el destino de Cenicienta.

 

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