POV: ANTONY.
A veces creo que soy dos personas en serio que sí, cada vez que termino de abrir mi boca con orgullo y rudeza al rato siento remordimiento. Eso me enferma, a mí me vale si ofendo a alguien mientras sea la verdad, omitiendo a mi familia, ¿de qué vale aferrarse a una mentira?
—Trata la bien ¿quieres?
—No me digas que hacer —murmuro molesto.
—Siempre estaré para aconsejarte, aunque seas mayor que yo —dice antes de que se lo recuerde. —. Tu hermano la amaba, esa es la fuerte conexión que tendrán, a veces tienes que buscar el lado a la situación y no llevarte por la corriente.
—Ella no coopera bro —expreso con frustración.
—Está dolida, debe estar pensando que está engañando a tu hermano, y tal vez lo peor de ti; hay algo muy común en las mujeres, son muy buenas, aman con todo pero cuando sacas su lado malo te llevará el diablo, sino controlas tu humor de perro recordarás ésta frase y a éste gran amigo.
Peina su cabello de lado, haciéndose el buen moso y me saca una risita.
—Trataré ser paciente, sé que alguien impulsivo y alguien impaciente no se llevan bien.
—¿Por qué tienes esa fachada de ella? -pregunta mirándome confundido.
—No lo sé —alzo los hombros. —. Se atrevió a amenazarme, dijo que si tenía que ver en algo me haría miserable —comento confundido.
—Mmm, se me hace buena persona, hermosa, cuando sonríe se ve tierna e indefensa.
—Ja, para todos parece fácil de querer menos para mí —digo sarcástico.
—Le dijiste que no veías lo que tú hermano le vio, ¿qué esperabas? ¿Que lo tomara a la ligera? Por cierto, ¿Qué pasó con Dalia?
Me siento sobre la cama mientras abotono las mangas de la camisa.
—Sabes como es, me dijo que nadie le termina, que eso lo decidía ella, no entiendo porque si era sólo sexo, bro.
—¿Crees que se atreva a ir contra ella?
Eso me alarma, ¿Dalia llegaría a tanto? ¡No!
—Es más que obvio que le gustas —replica Hugo.
—No lo creo —niego. —. Además María le mostró sus garras, pues cuando fue a la oficina Dalia no la dejaba pasar y no dudó en pegarle para quitarla de la puerta.
—Creo que más bien no se deja intimidar, apresúrate que llegarás tarde.
Me arreglo la corbata, luego de tomar mi cartera y guardarlo en mi bolsillo bajamos.
Diviso una figura en la sala, su cabello color canela resalta, mi madre está de frente a ella.
«Rayos»
Termino de bajar pero con más rapidez, y me acerco a ellas.
—¿Qué estás haciendo aquí?—pregunto entre dientes.
—Ya sé que tenían algo —dice mi madre girando a verme a los ojos. —. Pero eso desde hoy termina, María es la única hija de sus padres, y ha sufrido muchísimo, no quiero escándalos, y mucho menos que te consigas una amante y que le hagas la vida imposible.
Sólo porque Dalia está presente no le recuerdo que esto es un acuerdo, y que puedo seguir mi vida como antes, como me venga en ganas, pero eso le daría esperanzas a Dalia, cosa que no quiero.
—¿Quieres asistir?
—Hoy sólo van a firmar, es mejor que vayas a la celebración —mi amigo me sigue el juego, y agradezco que lo haga.
Dalia se despide educadamente pero me da una mirada de pocos amigos antes de desaparecer de nuestras vistas.
—No esperes a que el matrimonio sea consumido, porque no pienso tocar a la mujer de mi hermano, eso me repugna de sólo pensarlo —aclaro, sintiéndome libre porque eso me trae loco desde yace tiempo.
—Hijo —ella golpea mi hombro. —. Yo sólo espero que cumplas tu promesa, ella lo está haciendo por él, si tan sólo te pusieras en sus zapatos.
Intento hacerlo por un momento, ¿Cómo se estará sintiendo? Hace tres meses enterró a su amado ahora tiene que casarse con su hermano, sus padres por un tiempo le ocultaron que había sido un asesinato. Ahora que lo pienso, sus acciones deben ser por el terrible dolor que está viviendo.
Eso no justifica nada o ¿sí? No es tan fácil ponerse en los zapatos de los demás, tampoco entenderlos. Tal vez porque nunca me ha importado hacerlo.
Mamá camina hacia la salida y ambos la seguimos.
—No digas estupideces, tampoco hagas que se sienta peor, y recuerda que ella ya no es la mujer de tu hermano, si de verdad quieres cumplir con tu promesa, hazla feliz —susurra mi amigo, bajito cerca de mi oreja.
Esa mujer es un tsunami en un vaso, ¿Cómo podré convivir con ella en la misma casa?
Cuando llegamos a la embajada ellos nos están esperando en la entrada, ella está junto a su amiga, es la única aparte de sus padres. Viste un vestido blanco con las mangas en los caídas, pequeños pétalos rojos decoran el pulcro vestido, su melena negra-castaña está recogida en una coleta alta.
—Está radiante —ronronea mi amigo.
Le doy un codazo.
—Si que lo está —admito por primera vez. Es hermosa, pero lo que tiene de hermosa le falta de mujer, actúa como una adolescente.
Nos acercamos para saludar, y la mirada entre mi amigo y Carmen me confunde pero lo dejo pasar.
—Nos dan un minuto a solas, por favor —pido mirándola a ella a los ojos. Meneo la cabeza al ver que no dice nada, lo piensa por unos largos segundos y luego accede para alejarnos de los demás.
—¿Cómo estás?—le pregunto al detenernos cerca de un parqueo.
—Bien —responde sin mirarme.
—No tienes que ponerte en ése plan —observo sus hombros desnudos, y me encuentro con el collar donde lleva el anillo.
—Estoy bien —repite seca.
—Mary… —murmuro y me sorprendo de que de mis labios haya salido el diminuto de su nombre. —. No quiero que pienses que estés traicionando a mi hermano —intento tomar su mano pero ella retrocede. —. Él ya no está, y en algún momento tendrías que rehacer tu vida, sólo sé feliz por él.
—Lo sé —se digna a mirarme. —. Sólo que no esperaba que fuera con su hermano.
—No te preocupes, cuando todo esté bien, yo estoy dispuesto a darte el divorcio, no voy a amarrarte a mí —aclaro mirándola fijamente a los ojos, siento que está a punto de romperse pero se está conteniendo.
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Editado: 25.09.2024