POV: MARÍA JOSÉ.
¿A qué rayos estaba jugando el destino conmigo? Por poco hacemos cosas indebidas en una fiesta, en la esquina de un jardín
Esto no puede ser verdad, ni las charlas con Carmen me han ayudado a encontrar la solución a esto. Cada vez que pienso en Antony, me siento una traicionera, cada vez que lo deseo involuntariamente me odio, sé que no tiene sentido, que él ya no está pero no puedo evitarlo.
¿Por qué Antony? ¿Por qué su hermano? ¿De dónde rayos nació esto? Se supone que solamente quería molestar a Dalia, no pensaba quedarme con él de verdad.
Tal vez nunca debí aceptar ése matrimonio.
No hubo encantos, ni conquistas, simplemente empecé a sentir esto. Nunca debí jugar con fuego, creí poder manejarlo.
—Yo…Mary si…
Giro sobre la cama para estar frente a frente con él.
—Sé que no tienes experiencia en relaciones, sólo créeme cuando te digo algo —juego con el dorso de su mano. —. Esto es raro, y muy complicado para mí.
Bajo de la cama para abandonar su habitación, pero él me alcanza, impidiendo que llegue a abrir la puerta. Me gira de golpe y apresa m cintura con ambas manos alrededor de ella.
—Lo siento por eso.
Su voz sale en un susurro ahogado.
—Como decía él, somos solo víctimas.
Levanto mi mano y toco su mejilla, después de todo en serio él nos unía.
Y como en muchas ocasiones él no puede evitar besarme.
Le sigo el beso, enredando mis manos entrr las hebras de su cabello. Intensifico el beso, volviendo las cosas más intensos, siempre tuve curiosidad de explorar más allá, de como sería mi primera vez mediante mi relación con él.
No entendía como no podía hacer nada sin pensar en él, al carajo con eso, él ya no está, y tengo que aceptarlo. Antony sí está, y si esto pasó, por algo es.
Jadeo dentro de su boca, me alza rodeando sus brazos debajo de mi trasero y rodeo su cintura con mis piernas. Entre caricias y besándonos como si no hubiese mandaba camina hacia la cama conmigo.
Si paso ésta noche con él, puede cambiar muchas cosas ¿No? Como hacerme cambiar de opinión, dejar de pensar que engaño a alguien que está muerto.
Siento mi espalda sobre unas suaves sábanas, seguidos sus labios mojados en mi cuello, me estremezco por el tacto tan nuevo para mí, eran siete meses desde que no sentía ése tacto, desde que nadie no me tocaba.
Sus mano sube lentamente debajo de mi vestido, mientras su cabeza está fundida en mi cuello. Jadeos y suspiros pesados salen de mi boca sin permiso, mis dedos intentan torpemente desabotonar su camisa, en serio quiero esto, un cambio, un atrevimiento.
—Necesito parar —ronronea alejando su cabeza de mi piel.
—No —mi voz sale entre cortada, me incorporo y ésta vez soy yo quien lo besa, mientras quito botón por botón su camisa.
Acomoda mi cabeza sobre la almohada y se acomoda sobre mí, empieza a bajar las tiras de mi vestido al tiempo que va dejando besos en mis hombros y más abajo.
Cierro los ojos con fuerza, mis manos dejan su camisa, que ya está desabotonada, sólo hace falta bajarlo por sus hombros, pero no logro hacer algo más que sostenerme fuerte de su espalda.
Sus manos suben mi vestido hasta mi cintura, mientras su boca sigue ahí tranzando mi piel.
Un grito escapa de mis labios al sentir su fría mano en uno de mis senos. Siento mi intimidad palpitar, mi pulso se acelera, mi mente se nubla y no sé ni que hacer.
—Antonio… —gimo retorciéndome debajo de él.
¡Dios mío!
Se me escapó.
Él se aleja molesto, justo lo que esperaba, se me escapó, no quise, y me duele haber dicho su nombre en un momento así. Me acomodo el vestido en su lugar, abrumada por lo sucedido, lo busco con la mirada, y lo veo con la cabeza pegada a la pared
—No puedo estar contigo, cuando el que está en tu mente es mi hermano, no puedo —golpea la pared. —. No puedo tocarte, y saber que el dueño de tus pensamientos es mi hermano.
La rabia es muy obvia en su voz, ¿A quién le gustaría que mencionaran a su hermano en un momento así?
—Lo siento —susurro.
—No puedo intentarlo más, es mejor dejarlo así, no hay nada que arreglar. ¡No soy Él!
Cuando abandona la habitación, abrazo mis rodillas y lloro.
Si algo empezando no funciona, no creo que vaya a funcionar a finales. Él sabía que corría ése riesgo, pero decidió intentarlo, y aunque lo hizo consciente de sus consecuencias, me siento mal.
Porque después de todo éste tiempo, es como si yo siguiera atada a él.
[…]
—Desde ése día no me habla.
Mi cabeza descansa sobre las piernas de mi amiga que juega con mi melena.
—Creo que tu mamá tiene razón, tienes que liberar a Antonio de ti, no puedes andar sintiéndote traicionera por si te ves con un hombre, eso no está bien —dice con seriedad, y conociéndola debe tener una mueca en el rostro.
—Pero él es su hermano —refuto.
—¿Y qué? Podía ser su primo, amigo, padre, si él no está vivo no se considera ninguna traición, ni nada impuro, sólo tienes que cambiar tus pensamientos y verás las cosas diferentes.
Miro el techo pintado de azul de su habitación pensativa. Tal vez yo esté complicando las cosas.
—Mary, el amor traspasa fronteras, tal vez no lo sepas porque lo tuyo con Antonio era casi perfecto, así es el amor, ésta vez te tocó un amor imperfecto, de locos, vívelo. Y actúa como la adulta que eres.
—Lo intentaré, dejaré a Antonio ir para intentar dejar que Antony entre —digo lo último con algo de incomodidad.
Como él me ha estado evitando tanto en la empresa como en casa, al llegar a casa, lo espero en su habitación, su bonita y organizada habitación.
Siento sus pasos acercarse y me pongo muy nerviosa, ya no es momento de arrepentirse. Somos adultos.
Detiene sus pasos abruptamente al verme sentada en su cama.
—Hola —digo al ver que no dice nada.
Me escanea de pies a cabeza, provocándome un leve sonrojo. Traigo puesto una blusa de tiras y un pantalón largo, una de mis pijamas.
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Editado: 25.09.2024