POV: MARÍA JOSÉ.
El clima no podría estar peor, inmediatamente que pisé las puertas de la casa de mis suegros empezó a llover a cántaros. No me gusta mucho la lluvia, prefiero simplemente un clima fresco.
—Gracias a Dios llegaste antes —con una manta cubre mis hombros y me entrega la tasa de chocolate caliente.
—Gracias —susurro ronca, por todo lo que grité y lo mucho que lloré.
Se sienta a la par mía acariciando suavemente mi espalda.
—¿Qué te hizo mi hijo? Mira como estás —dice el señor González señalándome.
—No pasa nada, es entre nosotros —llevo la tasa de café cerca de mi boca para soplar levemente.
—De todos modos quiero hablar con él —insiste. —. Ustedes las mujeres siempre hacen eso, pero si se merece una paliza hay que dársela.
Sonrío abiertamente después de esas horas de agonía que pasé.
—Descuide.
Luego de tomar la tasa de café viendo a mis suegros discutir como una pareja de adolescentes, me cambié, Fiorella me consiguió ropa cómoda, de hecho no sabía si se llamaba así también. No quiero decirles que le pedí el divorcio a Antony, no me corresponde y tampoco quiero lamentos, que Antony se ponga al tanto de sus consecuencias.
Ya en la habitación me dispongo a llorar antes de hacer la prueba porque una vez dependiendo del resultado seré más fuerte, y trataré de no llorar más.
Fugaces recuerdos se apoderan de mi mente, y eso sólo hace doler más mi corazón.
«Si no he dicho ése te amo, es porque quiero que sea por certeza y no por emoción»
—¿Por qué? ¿Por qué ella?
Me paro de la cama dispuesta a salir de dudas ya, me odio por haber dejado mi cartera, ahí está la prueba aunque ya compré otra pero ¿y si él lo ve? Lo dudo, es muy respetuoso cuando se trata de cosas de mujeres.
Hago todo como lo dice en las indicaciones, y dejo el test sobre el inodoro mientras limpio mi rostro en el lava manos. Recojo mi melena en un moño bajito, trato de calmar mis nervios y no voltear a ver, no entiendo, soy la lastimada y no dejo de pensar en él.
Suspiro cansada, me miro en el espejo y no me gusta lo que veo, era tan fuerte, no me gusta pensar que era más fuerte con él, porque nunca es bueno depender de alguien.
Volteo al fin, suspirando, tomo el test y sin dudar más lo miro, las dos rayas rojas me abofetean, quisiera arrojar el test pero eso no ayudaría, de todos modos ya llevo un bebé en el vientre.
No pienso decirle nada, no quiero que lo tome como motivo para no darme el divorcio.
Salgo del baño sintiéndome con un peso más grande encima, ahora ya no me debe de importar nada, mucho menos Dalia, sólo mi bebé.
No sé ni que sentir, tengo miedo, quiero llorar pero sé que algo así es una bendición, y será los motivos de mis sonrisas, tal vez mi felicidad venga de esto.
Guardo el test, y con una mano en mi vientre duermo.
[…]
—En serio puedes quedarte cariño, no le diremos nada a nuestro hijo —suplica, insistiéndome en quedarme.
—Lo sé, pero él vendrá y no me lo quiero encontrar, de verdad gracias.
Ella acepta a regañadientes y me deja ir.
Me regreso tal como llegué con los brazos vacíos, subo al auto de Hugo y le dedico una sonrisa de saludo.
—Gracias por haber venido por mí.
—No es nada, ya le avisé a Carmen —me informa, poniendo el auto en marcha. —. ¿Pensaste?
Juego con mis dedos nerviosa, ha sido mi único amigo en la empresa pero no quita que es el mejor amigo de mi esposo.
—No pude, las cosas se complicaron mucho —suelto la verdad.
—¿Y ahora?
—Tienes que prometerme por nuestra amistad que no le dirás —giro de lado para mirarlo.
—Haber, ¿Qué tan malo puede ser?
—Promételo —pido.
—Lo prometo, es más te lo juro —besa sus dos dedos en seña y río.
—Creo que estoy embarazada.
Me sostengo del cinturón fuertemente al él frenar tan de golpe y repentinamente.
—¡¿Qué qué?!
Me mira atónito, su boca forma una gran O, balbucea varias veces y termina juntando sus labios en una línea suspirando.
Regresa sus manos al volante.
—Tienes que decirle —murmura.
Por lo que veo, estoy segura de que se arrepintió de haber prometido aquello.
—Sólo si quiero —aclaro.
—No —niega con la cabeza. —. No, Mary. Tienes, debes decírselo.
—No merece nada de parte de mí, por ahora no me da la gana y no lo haré —sentencio con seriedad.
—Respeto tu decisión, pero sabes que él tiene derecho.
Tal vez, pero eso sólo lo decido yo.
Pongo mi mejor cara antes de despedirme de Hugo y entrar a la casa de mis padres, a ellos tampoco le pienso decir nada, no por ahora, me iré a vivir sola, me quedaré con ellos mientras consigo un departamento.
—Mucho aguantaste —bromea mi madre. —. En serio, los matrimonios por contrato no duran ni semanas y ya cada quien por su lado, pero casados.
—Estoy bien mamá, no me mojé —digo apartando su mano de mi frente.
—Bueno, bueno, está bien, ya te dejo descansar —besa mi frente, y abandona la habitación en completo silencio.
Me giro de lado sobre la cama, llevo una mano a mi vientre y lo acaricio sonriendo como boba.
«Voy a tener un bebé»
Dios, se siente tan extraño.
Me incorporo y pego mi espalda a la cabecera de la cama, no quiero dormirme, inmediatamente que llegue Carmen iré al doctor.
Hablando de la reina de Roma, ella se adentra de golpe a mi habitación, cierra detrás de ella sin voltear, mirándome curiosa.
—Estás embarazada.
Ruedo los ojos con fastidio.
—Siempre tienes que ser así.
—¡Ahh! ¡Lo sabía!
—Shhh shhh —farfullo, haciéndole señas con la mano.
Me entrega mi cartera, cosa que le agradezco mucho, no cualquiera amiga iría a la casa de tu esposo molesto a buscar tu cartera. Se sienta a mi lado sobre la cama mirando mi vientre hipnotizada.
—Hey, deja de hacer eso.
—Dios, es que es mi primer caso —dice emocionada y yo me espanto.
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Editado: 25.09.2024