No soy Él

Capítulo #52 ¿Era ella?

—¿Dónde diablos estás? ¿Por qué mejor no te entregas?—miro sobre mi hombro para asegurarme de que Mary no haya venido tras de mí.

—Lo haré cariño, lo haré, luego de terminar mi venganza.

—Pero, ¿Qué carajos quieres mujer?—gruño entre dientes, quiero gritarle de todo pero no quiero llamar la atención de Mary. —. Pensé que éramos amigos, te hice mi socia y así me pagas.

—Lo siento, pero en la vida de alguna u otra manera se pagan las cosas.

—No juegues conmigo Dalia, espero que esos dos años hayan sido suficientes para que sepas de lo que soy capaz cuando me siento amenazado, atrévete a tocarle un solo pelo a mi esposa y te mato —amenazo, apretando el borde de la encimera con mi mano izquierda.

—No eres capaz, aunque lo puedes lograr, Anto, fíjate que sin querer ella se interpuso, ahí estaba yo y te fuiste a casar con ella, yo también podría ayudar con la empresa, así no tendría que usarla para llevar a cabo mi dulce venganza, pobrecita, ahora resulta que la embarazaste —ríe sarcásticamente.

—¿Por qué no me dices lo que quieres? ¿Eh? Nos evitamos todo esto, ¿es dinero?

—No, fíjate que no, si de verdad conocías a tu hermano, ya deberías saber por donde va esto.

—¡Maldita sea! Ya deja de jugar —me cuelga, bufo, volteo furioso, con ganas de patear algo pero me encuentro con su rostro de preocupación y se me escapa el alma.

—¿Era ella?—pregunta casi sin voz.

Tenerla preocupada no está bien, y mentirle tampoco es una opción, esto es tan frustrante, no entiendo como rayos con toda la policía buscándola no la hayan encontrado, una simple mujer. Una psicópata tiene que ser.

«Maldita loca»

Cierro los ojos con fuerza tratando de encontrar por donde sea un poquito de paz en mi interior. Emprendo mi caminata para salir de allí, no lo soporto más, no puedo aguantar más.

Ella me detiene del brazo.

—No, tienes tus motivos pero no, además si la mandas a matar o lo que sea que estés pensando ahora, que por cierto no estás pensando bien, no sabremos por qué rayos está haciendo todo esto —me mira a los ojos. —. Cálmate, no hagas una locura, en algún momento fallará y la van a encontrar.

Eso no me alivia, estoy furioso, tengo unas ganas inmensas de estrangularla con mis propias manos, me quitó a mi único hermano, intentó quitarme a la mujer que amo, y ahora quiere matarla junto a mi hijo, ¿y todos esperan que me calme? Que razone, que no cometa una locura, eso es imposible.

Me suelto de su agarre y subo de prisa hacia el despacho. Necesito estar a solas, deseé tanto dar con el culpable, y siempre lo tuve en frente, todos los días, ahora que lo sé, ni puta idea de donde está.

Me siento frente al escritorio y dejo caer mi cabeza sobre éste.

Pasa un rato y me estiro hacia atrás, llevando ambas manos detrás de mi cabeza. Sentirse impotente es un terrible asco, ella no saldrá de su escondite, no si aún no atacará.

Largo rato después, Mary entra al despacho, el vestido azul que viste deja bien marcado su pequeño vientre de tres meses, aún le sigo preguntando sin en verdad tiene tres meses

Avanza y se sienta sobre mis piernas.

—Cálmate ¿sí? Mira que te lo estoy pidiendo yo que en serio estoy asustada, Dalia ha actuado como una psicópata pero tranquilo, si pensamos en ella vamos a atormentarnos —lleva sus manos a mi cuello y se acomoda encima de mí, sentándose a horcajadas.

Acaricio su mejilla, perdiéndome en sus ojos.

—Te amo.

Ella sonríe, con un brillo en los ojos.

—En serio —dice entre risas. —. En ése caso, yo también te amo —acerca su boca a la mía. —. No es un momento especial pero que más da, mientras dejes de pensar en esa loca.

Une su boca a la mía, robándome el alma, porque es eso que siento cuando la beso, cuando se entrega a mí, que le doy el alma.

—No puedo evitarlo —protesto contra sus labios.

Se aleja y busca mis ojos.

—Si puedes —dice con picardía.

—No pareces tener tres meses y tres semanas ¿sabes?

Ella ríe, mientras juega con mi cabello.

—Soy una pequeña —se encoge de hombros. —. Pero no te preocupes, está pequeño todavía.

Ambos soltamos unas carcajadas, es tan impresionante como ella puede de segundo a otro cambiar mi estado de ánimo.

Toma mis manos y las posa sobre su vientre.

—Pronto lo empezarás a sentir, ¿has pensado en un nombre?—pregunta paseando su mano sobre la mía encima de su vientre.

—Para nada —confieso.

—Si es chica, ¿Qué tal Antonella?—pregunta mirándome sonriente.

—Es bonito, ¿y si es varón?

Se encoge de hombros.

—Te lo dejo a ti.

La miro seriamente, ella se queda mirándome un poco nerviosa con ése brillo en sus ojos, recuerdo como cada día veía una tristeza inmensa en esos hermosos ojos, y ahora, era un inmenso placer ser el causante de ése hermoso brillo en sus ojos.

—Anto —murmura melosa.

Le sonrío.

—Te amo —es la única razón de mirarla así. —. No sabes cuánto, y no quiero perderte —rodeo su cintura con mis brazos. —. Es como encontrar un tesoro después de pasar por un largo desierto, y que te lo arrebaten así nada más.

—¡Anto!—exclama tapando su rostro. —. Estoy sensible, no hables así.

Río.

Destapa su rostro lentamente mirándome pícara, sonrío más al ver el rubor en sus cachetes. Es tan hermosa, todo de ella me fascina, es simplemente perfecta, no materializada mente, sino, de una manera especial, es como verla desde los ojos perfectos.

—Si esa mirada tuviera manos, creo que estaría gritando como loca —dice entre risas.

Sacudo levemente la cabeza mirándola confundida, procesando sus palabras. Río al entender sus palabras, ésta mujer me lleva a otra dimensión, sinceramente.

—Que pervertida eres —finjo asombro.

—En serio, lo dice él que me estaba comiendo completamente con la mirada, que descarado señor González —se cruza de brazos, apoyando su espalda al escritorio.

Alzo las manos rindiéndome.




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