- Realmente no puedo creer que tú seas hermano del mejor estudiante de este instituto. - El director llevó una mano a su frente, observando al ruinoso chico frente a sus ojos. - No hay... no hay punto de comparación, es así de simple. ¿No te sientes avergonzado? Comprendes cómo se debe sentir tu familia, ¿cierto? - Beomgyu se conservó serio, sin emitir ninguna palabra. El hombre molesto, se levantó de su asiento para señalarlo. - ¡Has golpeado a 3 chicos, Choi Beomgyu! ¿Tienes algo que decir al respecto?
- En absoluto.
El hombre se dejó caer en su asiento, observando sin comprender al muchachito revoltoso frente a él. Su mente no dejaba de repetir la misma pregunta "¿cómo esto comparte la misma sangre que Soobin?" Y es que simplemente no había nada similar en ellos. Choi Beomgyu irradiaba cierta sensación de rabia y tenía una mirada fría, de completa indiferencia; sus palabras no eran mejores. Soobin, muy por el contrario, era la persona más amable del universo, siempre respetuoso y muy servicial.
La madre del joven, en tanto, le dirigió a su hijo menor una mirada muy similar a la del director. La vergüenza que sentía además era simplemente indescriptible. ¿Acaso había criado a un animal salvaje? ¿Por qué este estaba empecinado en hacer las cosas mal? ¿De dónde había sacado que las diferencias se resolvían con golpes?
Un leve toque a la puerta, que luego fue abierta, atrajo la atención de los adultos, porque como si se tratase de una invocación, el ejemplar estudiante hizo acto de presencia. Soobin caminó sin vacilar hacia el robusto hombre, haciendo una reverencia acompañada de un breve saludo y un mensaje de disculpa.
- Director, sé que mi hermano ha roto las reglas de esta institución, ¿pero no podría ser más comprensivo con él en esta ocasión?
- Ha golpeado a tres chicos, Soobin, ¿cómo podría ser condescendiente?
Beomgyu se limitó a observarle con cara de poker, en su interior sintiendo cómo le habían quitado mínimo unos 10 años de vida. ¿Por qué su hermano tenía que interferir por él? ¿Por qué el pelimorado estaba obsesionado en correr hasta él como si de verdad fuese un chico necesitado de alguien que le defendiese? Le dolía, más de lo que era capaz de demostrar. Incluso si buscaba la comprensión de su familia, no era la de ese tipo la que necesitaba. Él no estaba sintiendo empatía de sus allegados, sino simple cumplimiento del deber básico de una familia. Beomgyu hubiese deseado que le preguntaran al menos una vez cómo se sentía y por qué había terminado de esa forma.
- Director Kim. - El pelimorado habló, con voz calma. - Lo que usted me dice suena y es, claramente, un actuar terrible por parte de Beomgyu. Sin embargo, ¿es capaz de comprender el peso de sus palabras? Mi hermano menor, que sólo tiene 16 años y no pesa más de 60 kilogramos, ha golpeado a 3 chicos que pasan el metro ochenta mientras juntos deben hacer sobre 200. Seriamente, ¿suena razonable? ¿Le parece al menos posible? - El hombre guardó silencio. - Bien, quizás mi hermano no sea el chico más brillante del mundo, pero incluso él puede hacer una matemática básica como que uno no le gana a tres. - Beomgyu no pudo evitar tensarse en su asiento al escucharle, temiendo el proseguir de aquella conversación.
- Yo los he golpeado a ellos tres, ¡yo he ido solo contra ellos tres! - Soobin apretó los dientes, intentando sonreír mientras se giraba hacia el castaño.
- ¡Pero aún así te superaban en número, Beomgyu! ¡Es simplemente injusto que te tengan solamente aquí a ti cuando es claro que entre los tres también te han golpeado!
- ¡¿Y desde cuándo las cosas han sido justas para mí de todas formas?! - Se levantó de su asiento, claramente alterado.
- Choi Beomgyu, ¡baja la voz en este mismo instante! - Le reprochó su madre, jalándolo de regreso al asiento. - No puedes levantarle la voz a tu hermano mayor, ¿me has escuchado? Ni a él ni a nadie que esté por sobre de ti.
- Y una mierda... - Se cruzó de brazos, enfurruñado.
- No digas palabrotas, Beomgyu, por favor. - Casi suplicó el pelimorado.
El hombre miró entre ambos hermanos, quienes parecían llevar una lucha de miradas. Era extraño ver a Soobin perder poco a poco la compostura, pero era entendible si se trataba de alguien como Beomgyu.
- Beomgyu, vete a esperar afuera. - Dijo finalmente el hombre, suspirando con cansancio. - Hablaré con tu madre y tu hermano sobre tu castigo.
- Es mi castigo, yo lo aceptaré, yo compensaré mis errores. Entonces es algo que debería hablar conmigo, ¿no? - Su madre presionó su muñeca con demasiada fuerza, provocando que apretara los labios para no quejarse.
- No hagas que lo repita. Abandona esta sala por las buenas, ¿sí? - Pidió la mujer con fingida tranquilidad en su voz.
Beomgyu se paró y, aunque quería gritar toda clase de cosas en contra de esas personas, se retiró. Estuvo a punto de maldecir y llorar debido a la rabia en su interior, pero todo sentimiento negativo se esfumó al ver a su mejor amigo sentado a pocos metros de él, mirándole con una suave sonrisa (un poco forzada) mientras sostenía su amada cámara en sus manos.
- ¡Huening Kai! - Corrió a él, tal como un pequeño niño que sonreía tontamente tras ver a su preciado hermano mayor.
- Hey... - Fue su simple saludo, viendo cómo él tomaba asiento a su lado. - Tú... luces mejor de lo que esperaba. - El mayor sonrió abiertamente, extendiendo sus manos hacia él. Huening Kai se limitó a suspirar mientras le entregaba la cámara, observando detalladamente el labio roto de su mejor amigo. - Lo siento...
- ¿Hmm? - Beomgyu despegó la mirada de su cámara, girándose a verlo nuevamente. - ¿De qué hablas, Hyuka?
- De esto. - Miró a su alrededor. - De todo.
- Diste un buen golpe, ¿sabes? ¡Realmente estuviste increíble!
- Pero debido a eso los tres te golpearon y... - Frunció su ceño, repentinamente cayendo en cuenta. - Beomgyu, ¿por qué no luces lastimado? - El castaño se encogió de hombros. - Beomgyu. - Esta vez le miró con molestia, pues claramente un labio herido no podía ser todo. - ¿Estás lastimado?